Cartagena es una ciudad con un pasado glorioso, pero un futuro incierto. A pesar de su riqueza cultural, su potencial turístico y su importancia industrial, no ha logrado situarse entre las ciudades más prósperas del país. Mientras localidades cercanas, como Murcia, Alicante o Elche, han sabido aprovechar sus recursos y avanzar, Cartagena parece atrapada en un ciclo de abandono, desidia y falta de planificación.
Las cifras reflejan esta realidad. En 2015, la ciudad ocupaba el puesto 506 en renta bruta por persona en España; sin embargo, en 2022 descendió al 765. En febrero de 2025, el desempleo alcanzó un alarmante 13,13%, la segunda tasa más alta de los 45 municipios de la Región. Aún más preocupante es que, en 2023, el 36,5% de la población de la comarca vivía en riesgo de pobreza, el mayor ratio de toda la Comunidad Autónoma, según datos de la EAPN (Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social). Pero más allá de los números, lo verdaderamente doloroso es ver cómo la ciudad pierde oportunidades, cómo sus habitantes se resignan y cómo las instituciones no muestran la voluntad necesaria para revertir la situación.
Es urgente una voluntad política coordinada, sin disputas partidistas, que atienda lo que realmente importa: devolverle a Cartagena la grandeza que siempre ha merecido"
Uno de los problemas más graves que enfrenta Cartagena es la crisis medioambiental. La contaminación de suelos y costas por metales pesados, amianto y sustancias tóxicas o radiactivas no solo afecta al ecosistema, sino que también supone un grave riesgo para la salud pública. Barrios como Torreciega y Santa Lucía sufren la exposición diaria a partículas nocivas provenientes de antiguas fábricas químicas abandonadas. En la Sierra de Cartagena-La Unión, la actividad minera ha dejado suelos contaminados cuyos residuos terminan en el Mar Menor, un ecosistema en situación crítica. Tanto es así que, en agosto de 2024, el CSIC alertó sobre su inminente colapso. Mientras tanto, la Bahía de Portmán sigue siendo, desde 1990, un escenario de devastación ambiental, considerada una de las mayores catástrofes ecológicas de Europa, sin una solución definitiva a la vista. A pesar de las reiteradas advertencias de la Unión Europea sobre los peligros que todas estas tragedias representan para la salud pública, las administraciones no han actuado con la urgencia requerida.
El sentimiento generalizado en la ciudad es que, en lugar de avanzar, Cartagena retrocede. La desconexión ferroviaria de la comarca con el resto de España es un claro ejemplo de involución, una decisión que ha dejado a 400.000 habitantes sin una conexión directa con el país. Lo mismo ocurrió con el Parque Tecnológico Regional, que en 2017 dejó de ser un centro de innovación tecnológica para convertirse en un simple polígono industrial. En 2010, el Centro Histórico Fotográfico Regional fue trasladado a Murcia por la falta de una sede en Cartagena y, desde entonces, sigue allí. En 2024, la ciudad sufrió otra gran pérdida: el cierre del Teatro Circo, dejando a Cartagena sin un teatro de referencia y convirtiéndola en la mayor urbe española sin este espacio esencial para la cultura y el ocio.
Los proyectos estratégicos que podrían transformar la ciudad avanzan con una lentitud desesperante. Su legado arqueológico y militar es inigualable, pero requiere una plan serio de restauración y promoción para que se transformen en un pilar del desarrollo turístico y cultural, pero sin una apuesta decidida por su recuperación, seguirá siendo un recurso desaprovechado. La Ciudad de la Justicia, el Centro Polivalente de Actividades Culturales (Cine Central) y la llegada del AVE son solo algunos ejemplos más de proyectos largamente estancados.
En el ámbito industrial, aunque el Valle de Escombreras se ha consolidado en los últimos años como un polo energético de primer orden, Cartagena aún enfrenta diversas carencias que limitan su desarrollo en este sector. Entre los principales desafíos se encuentran: la diversificación, modernización y digitalización del tejido industrial; la captación de nuevas empresas tecnológicas; la creación de centros de capacitación profesional para suplir la falta de trabajadores cualificados; el máximo aprovechamiento del potencial logístico local y la optimización de las sinergias con la Universidad Politécnica de Cartagena.
El puerto de Cartagena representa otra oportunidad desperdiciada. A pesar de sus récords en movimiento de mercancías, el tráfico de contenedores sigue siendo insignificante en comparación con otros grandes puertos del Mediterráneo, como Algeciras o Valencia. Durante años se ha hablado de su expansión y modernización, pero las promesas no se han materializado. La cancelación definitiva en 2024 del macropuerto de El Gorguel, tras 14 años de evaluaciones y estudios, ha sido un duro golpe para el futuro logístico de la ciudad.
Cartagena no es una ciudad pobre, sino empobrecida por décadas de abandono. Esta inacción afecta no solo la infraestructura y la economía, sino también la moral de los cartageneros, que ven cómo su ciudad pierde atractivo como lugar para vivir, trabajar y visitar. La ciudad no puede esperar más. Es urgente una voluntad política coordinada, sin disputas partidistas, que atienda lo que realmente importa: devolverle a Cartagena la grandeza que siempre ha merecido.
Francisco José Conesa Cánovas
Doctor Ingeniero Industrial, ha desarrollado su carrera profesional en empresas como Telefónica, Fujitsu, Repsol, General Electric o SABIC, donde ha ocupado puestos de responsabilidad en áreas como la automatización, la ingeniería y el mantenimiento.