Cuando antes del inicio de las procesiones de Semana Santa comienzan a poblarse los jardines y plazas de Murcia de barracas y techumbres para albergar la explosión gastronómica de las Fiestas de Primavera; cuando el Lunes Santo comienzan a brotar en otros céntricos espacios de la ciudad los paisajes y motivos huertanos más o menos acertados; cuando todo ello propicia un paisaje extraño al paso de los cortejos penitenciales, si no alguna que otra interferencia, sobre todo a los últimos de ellos, vuelvo a preguntarme, como se han preguntado no pocos a lo largo de los últimos años, si no sería posible y adecuado poner distancia entre unas celebraciones y otras, para evitar esa mezcla de elementos disonantes.
Una viñeta del ilustrador gráfico Puebla, el pasado lunes, expresaba con acierto la transformación, dibujando a un cofrade del Resucitado que en cuestión de dos pinceladas se convertía en un alborozado huertano.
Las Fiestas de Primavera nacieron al arrimo de la fama de las procesiones de nuestra Semana, cuando a finales del siglo XIX se quiso mejorar y enriquecer la oferta murciana para quienes se desplazaban desde Madrid"
Bueno será recordar, para iluminar el debate, que las Fiestas de Primavera nacieron al arrimo de la fama de las procesiones de nuestra Semana, cuando a finales del siglo XIX, se quiso mejorar y enriquecer la oferta murciana para quienes se desplazaban desde Madrid en el célebre tren-botijo a disfrutar de los cortejos penitentes, a los que sólo se les retenía desde el Viernes Santo, con la corrida de toros del Domingo de Pascua. Fue entonces, como he escrito en varias ocasiones, cuando se trasladaron desde los días del Carnaval, el Bando de la Huerta y el Testamento y Entierro de la Sardina, festejos a los que se unieron la Batalla de Flores o el Coso Blanco.
De modo que la convivencia se extiende desde el año 1899, cuando comenzaron con propiedad las Fiestas de Primavera murcianas. Pero las circunstancias han cambiado mucho a lo largo de más de siglo y cuarto.
Otro dato significativo es lo que sucedió a partir de que en 1911 desfiló por primera vez la procesión del Resucitado en la mañana de la Pascua. Fue en el año 1919 cuando coincidieron por vez primera en la mañana de la Resurrección la procesión y el Bando de la Huerta, claro que ni la una ni el otro eran ni de lejos lo que hoy son.
Eso me ha llevó hace un tiempo a permitirme una pequeña investigación, en busca de los años en que tal coincidencia se produjo, y lo que hallamos es que también hubo veces en que la fiesta con la que concurrió en la misma jornada la procesión fue la Batalla de Flores, aunque en estos casos la popular cabalgata tuvo lugar por las tardes.
Así, en 1911, primer año en que desfiló la Cofradía de Jesús Resucitado, no hubo coincidencia con los desfiles primaverales, como tampoco en 1912; pero al año siguiente, la procesión salió de la Merced a las siete de la mañana y a las cuatro y media de la tarde tuvo lugar la Batalla de Flores en la Glorieta. De modo que esa relativa coincidencia se produjo por vez primera en 1913, y se repitió en 1914. Un año después, la Batalla cambió al lunes de Pascua, dejando como principales protagonistas a los cofrades del Resucitado, sin menoscabo de la habitual corrida de toros, y así fue en los siguientes, dándose la curiosa circunstancia de que el hoy desaparecido festejo era, por aquel tiempo, el único que sobrevivía en el calendario primaveral, del que se habían borrado Bando de la Huerta y Entierro de la Sardina.
En 1919 el Bando de la Huerta coincidió por primera vez en la mañana del Domingo de Resurrección con la procesión"
Fue en 1919 cuando regresaron al programa de las Fiestas de Primavera todas las cabalgatas, incluido el Coso Blanco. Y fue entonces cuando el Bando de la Huerta, como queda escrito, coincidió por primera vez en la mañana del Domingo de Resurrección con la procesión. El Resucitado salió a las ocho de la mañana de la Merced, su sede entonces, y la cabalgata huertana a las diez desde el jardín de Floridablanca. Ambos cortejos estuvieron tres horas en las calles, por lo que a las 11 se recogieron los nazarenos blancos en su templo, y a las 13 se disolvió el Bando en la plaza de Santo Domingo.
Aunque a decir de los cronistas la reaparición del Bando de la Huerta resulto exitosa, lo cierto es que un año más tarde no estuvo entre las fiestas programadas, por lo que la procesión del Resucitado no tuvo que compartir el día esta vez, ni tampoco durante las Pascuas siguientes. Fue en 1923 cuando los huertanos volvieron a las calles, ocupando de nuevo la misma mañana que el cortejo de la Merced, con la diferencia de que se puso en marcha una vez recogida la procesión, en torno a las diez de la mañana, y desde la calle de la Rambla, hoy Saavedra Fajardo, justo al lado del templo mercedario.
Pero sólo fue por ese año, y se abrió un nuevo paréntesis hasta 1926, cuando volvieron a concurrir procesión y Bando, la primera a las ocho y el segundo a las 11, ahora desde la plaza de Santo Domingo.
La semana pascual de 1927 tuvo como colofón la Coronación de la Virgen de la Fuensanta el domingo 24 de abril, y el Bando de la Huerta volvió a cambiar de día, pasando al martes y liberando nuevamente a los cofrades del Resucitado de la coincidencia con la cabalgata, que ya no volvería a producirse durante la etapa de la cofradía en La Merced, cuya última procesión tuvo lugar en la Semana Santa de 1931.
El reencuentro en la mañana de Pascua de nazarenos y huertanos no se produjo hasta 1948, con la primera procesión de la renacida cofradía, con sede ahora en Santa Eulalia. Salió el cortejo religioso a las ocho de su nuevo templo, y la cabalgata a las 11 desde la Gran Vía de Alfonso X el Sabio. El programa se repitió en 1949, con iguales horarios, pero ya en 1950 pasó el Bando a la mañana del lunes.
Volvieron a converger por las calles murcianas procesión y festejo huertano en 1952"
Volvieron a converger por las calles murcianas procesión y festejo huertano en 1952, saliendo la primera a las ocho y media y el segundo a las 11 desde la plaza de Romea, dirigiéndose por Trapería hacia Belluga, por donde acababa de pasar, de recogida, el Resucitado. Se dio de nuevo esta circunstancia en los años siguientes, hasta 1957.
Ciertamente, la longitud de los cortejos, como apunté antes, permitía compaginar la presencia de ambos en las calles. En 1958 se trasladó de nuevo el Bando de la Huerta al lunes de Pascua, y en 1959 fue la Batalla de Flores el festejo que ocupó el Domingo, pero tuvo lugar por la tarde, como en aquellos lejanos 1913 y 1914 a los que hice referencia en el inicio del relato.
En ese baile permanente de fechas, el Bando regresó en 1960 al domingo, pero por la tarde, de donde desapareció de nuevo un año después. La mañana de Pascua volvió a ser compartida, por última vez, por los cofrades del Resucitado y la cabalgata costumbrista en 1965. La procesión salió de Santa Eulalia a las ocho, y el Bando de la Huerta partió desde la Gran Vía Alfonso X el Sabio a las diez, situándose en Santa Catalina tras los pasos de la procesión hasta la plaza de Belluga.
Eran aún cinco los tronos del Resucitado y sólo siete las carrozas del Bando de la Huerta. En conclusión, fueron a lo largo de la historia unas docena de veces las que la procesión de la Resurrección y el Bando desfilaron en la mañana del Domingo de Pascua, tres desde La Merced y nueve desde Santa Eulalia, la primera en 1919 y la última en 1965, precisamente aquella que se aloja en mi memoria como el recuerdo más antiguo de la entrañable procesión del demonio, pasando por Jiménez Baeza, donde veíamos la procesión a las puertas de la librería de mi padre.