Ayer se nos apagó el bombo, uno de los sonidos más entrañables del fútbol español.
El bombo de Manolo no volverá a retumbar en los estadios del planeta, pero lo hará en los corazones de todos aquellos que compartimos su energía, su pasión y su inquebrantable amor a la Selección Española.
Don Manuel Cáceres Artesero, más conocido como Manolo el del Bombo, convirtió su afición en una forma de vida.
Fueron 45 años siguiendo a la Selección, con más de 600 partidos y con miles de kilómetros a sus espaldas. En estos años, Manolo tuvo la oportunidad de experimentar innumerables vivencias, siendo reconocido en el mundo entero y etiquetado como el “hincha más famoso del planeta”. Pero si hubo algo que caracterizó el amor de Manolo por el fútbol fue, sin duda, su respeto por este deporte y sus aficionados, independientemente de sus colores, viviendo el fútbol como una forma de unir países y personas. Nunca hubo una crítica a un árbitro, ni un insulto a un jugador. Siempre se trataba de animar y animar, sin cesar, al equipo nacional.
Como seguidor de la Selección tuve la oportunidad de compartir numerosos momentos con Manolo junto a nuestra peña, Marea Roja, y he de decir que Manolo fue una persona de las que ha dejado huella en el corazón de todos los que le conocimos, sin excepción.
Hoy su bombo queda en silencio, pero su eco resuena más fuerte que nunca. Y es que Manolo nunca se irá del todo, pues siempre perdurará en cada gol cantado, en cada abrazo entre aficionados, y en cada niño que, como mi hijo, siempre soñó en animar como él.
Hoy su bombo queda en silencio, pero su eco resuena más fuerte que nunca. Y es que Manolo nunca se irá del todo, pues siempre perdurará en cada gol cantado, en cada abrazo entre aficionados, y en cada niño que, como mi hijo, siempre soñó en animar como él.
La última ocasión que tuve de acompañar a Manolo fue el pasado mes de marzo en Valencia, tierra que fue testigo de su pasión por este deporte. Solamente el destino quiso que fuese Mestalla, el estadio que tanto amaba, el que tuviese el honor de escuchar sus últimos cánticos. Nunca olvidaré como, tras un intenso día animando por sus queridas calles de Valencia, Manolo tomó el bombo y recorrió el estadio animando sin cesar para alentar, una vez más, a su querida Selección. Ni su edad, ni su dolencia en los pies, fueron capaces de frenarle en su deseo de acompañar a España en su última victoria.
Gracias Manolo por ser parte de la historia viva de este país, por hacer del fútbol algo más humano, más nuestro.
Descansa en paz, amigo del alma. Hoy España te llora, pero también se pone de pie para aplaudirte, con la misma unidad que solamente tú eras capa de transmitirnos.
Descansa en paz, querido Manolo.
Vicente Llorca Defior