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El eurocristiano tibio

Las tres reacciones católicas al 'Caso Jumilla'

Publicado: 31/08/2025 ·06:00
Actualizado: 31/08/2025 · 06:00
  • Calles de Jumilla. Foto: MARCIAL GUILLÉN / EFE
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Para entender las reacciones de los jerarcas eclesiásticos católicos al suceso de Jumilla hay que recordar que la Iglesia ha evolucionado mucho en los últimos siglos. Ya no es la iglesia del siglo XIV, cuando Jerez de la Frontera recibía ese nombre porque estaba en el límite entre el territorio cristiano y el musulmán. Cierta noche los combatientes musulmanes se escondieron en un bosque cercano al Guadalete para sorprender en plena marcha a los cristianos. Inesperadamente, una celestial luz vivísima delató su posición, gracias a lo cual fueron derrotados en aquel paraje del Sotillo. Un soldado miró al cielo y vio una imagen de la Virgen que luego fue llamada Santa María de la Defensión. Allí levantaron la Ermita de los Caminantes en su honor y luego una impresionante cartuja. Poco importa si el milagro ocurrió realmente o se trata de una leyenda; lo que importa es que los cristianos de entonces no creían que la Virgen fuese neutral, sino que los protegía en la lucha contra los islámicos. Tanta importancia tuvo aquel combate que, en el siglo XVII, Zurbarán pintó la sobrenatural escena para adornar la Cartuja.

Tampoco es esta la Iglesia de finales del siglo XIX, cuando Pío IX escribió que la religión del Estado debía ser el cristianismo. En esa línea, consideró graves errores separar la Iglesia del Estado e implantar las libertades de culto, de conciencia y de imprenta. Y su sucesor, Pío X, dictaminó en 1907 que el modernismo, la idea de que los dogmas debían evolucionar en el curso de la historia, constituía una síntesis de todas las herejías. En realidad, estamos en la Iglesia posterior al concilio Vaticano II, que supuso la aceptación de casi todo lo antes condenado. A esa luz hay que analizar las respuestas de los obispos actuales.

En primer lugar, Joan Planellas, obispo de Tarragona, declaró que un buen cristiano no puede ser xenófobo. Curiosamente, en 2013 había colgaba una bandera estelada en lo alto de la iglesia del pueblo del que era párroco. Y se dedicaba a repicar las campanas para convocar a los vecinos cuando los separatistas organizaban alguna movida. Más recientemente, durante la entrega de un premio al abad de Monserrat, declaró que esa abadía era un centro de resistencia cultural y de defensa de la lengua catalana. En Monserrat se había ayudado a construir una identidad colectiva de marcado carácter espiritual, comunitario y creyente, que integraba la lengua con el compromiso social y nacional. En Monserrat, dictaminó, se hablaba solo en catalán. En resumen, el obispo Planellas no es xenófobo, sino simplemente separatista. De hecho, preside la llamada Conferencia Episcopal Tarraconense, una organización no reconocida por el Vaticano que plasma un ideario eclesiástico entre soberanista y separatista. Según sus dirigentes, que vinculan su Iglesia a la nación catalana, hay que dar las misas solo en catalán y, si se produce una vacante, hay que gritar que queremos obispos catalanes. Eso sí, que no sean xenófobos.

Una segunda reacción fue protagonizada por los obispos Cobo y Magán, sendas autoridades de la Conferencia Episcopal Española. Al menos, esa organización goza del reconocimiento papal. Nos dijeron que la Constitución protege la libertad de culto. Y llevaban razón, pero defender la Constitución parece más propio de un político (españolista) que de un obispo. Conscientes de ello, nos recordaron el pasaje evangélico en el que Jesús bendice a los que acojan a los extranjeros. Y de nuevo llevaban razón, pero esta vez no toda la razón. En otro pasaje evangélico una mujer cananea le pide a Jesús que libere a su hija de un espíritu maligno, a lo que él le responde que fue enviado primero a las ovejas de Israel: “No está bien tomar el pan de los hijos y dárselo a los perritos.” Solo cuando ella le recuerda que los perros suelen comer las migajas que caen de las mesas de sus amos accede Jesús a la petición. Y de ahí que Tomás de Aquino estableciese lo que llamó un orden amoroso: Jesús nos invita a amar a todos, pero no es lícito anteponer el bien de los ajenos al de los próximos. Dicho de otro modo, no debemos perjudicar a los nuestros para favorecer a los ajenos. Así, el amor universal cristiano es de orden sobrenatural, pero no se contrapone al orden natural, sino que lo perfecciona. La tradición cristiana, fuente de doctrina como las escrituras, nos enseña que esa religión no es meramente natural, pero tampoco antinatural. De otro modo, el cristiano de base podría sentirse desamparado entre los suyos, en cuyo caso la Iglesia habría decaído y habría prosperado la tesis de que, en el fondo, todas las religiones son iguales. Es muy dudoso que lo sean desde el punto de vista teológico, pero no cabe ninguna duda de que no lo son desde el punto de vista histórico. Ha sido en sociedades de raíz cristiana donde prosperaron la revolución científica, la revolución industrial, la democracia y las libertades cívicas, de lo cual Cobo es ahora un buen representante.

Si quieren disfrutar en Europa de la separación entre la Iglesia y el Estado, y también de las libertades de culto y de imprenta, deberían procurar extender esas libertades a los países donde su religión es mayoritaria o exclusiva. Porque solo 6 de los 32 países islámicos las han implantado. Algo es algo, porque ningún país comunista las disfruta.

La tercera reacción ha sido vehiculada por los obispos Argüelles, de la Conferencia Episcopal, y Sainz, de Oviedo. Sin negar la libertad de culto ni el mandato de acoger a los extranjeros, han invitado a los musulmanes residentes en España a reclamar esa libertad en sus países de origen y a trabajar para acabar con los asesinatos de cristianos en muchos de esos países. Reconocemos en sus palabras una actualización del orden amoroso de Aquino. No cabe olvidar que España está en un nivel alto de alerta antiterrorista por la amenaza yihadista. Ni que más de sesenta sospechosos de yihadismo son detenidos cada año en nuestro territorio. Ni que uno de cada cuatro cristianos del mundo sufre alguna clase de persecución o discriminación por sus creencias. De hecho, el cristianismo es la religión más perseguida en la actualidad, ya sea en países islámicos, ya sea en países comunistas. Y, sin retroceder en la libertad religiosa en España, es obligación de las jerarquías proteger a los cristianos perseguidos y reclamar a todos los creyentes, empezando por los musulmanes, que no empleen una doble vara de medir. Si quieren disfrutar en Europa de la separación entre la Iglesia y el Estado, y también de las libertades de culto y de imprenta, deberían procurar extender esas libertades a los países donde su religión es mayoritaria o exclusiva. Porque solo 6 de los 32 países islámicos las han implantado. Algo es algo, porque ningún país comunista las disfruta.

Descubrimos, entre otras cosas, que las fuentes de la doctrina cristiana son, para los católicos, las Sagradas Escrituras, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia. Así que citar pasajes evangélicos prescindiendo de la tradición y del magisterio no es del todo católico y puede producir alguna confusión entre los fieles.

Ya se ve que lo de Jumilla da mucho de sí cuando nos paramos a pensar. Descubrimos, entre otras cosas, que las fuentes de la doctrina cristiana son, para los católicos, las Sagradas Escrituras, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia. Así que citar pasajes evangélicos prescindiendo de la tradición y del magisterio no es del todo católico y puede producir alguna confusión entre los fieles. No en vano empecé hablando de la Virgen de la Defensión. Por no hablar de la Virgen de Fátima y su petición de consagrar Rusia a su inmaculado corazón para que los errores de los bolcheviques no se propagasen. Nadie está obligado a creer en esas apariciones marianas, que no forman parte del dogma, pero muchos cristianos de base se sienten bastante atraídos por esos sucesos. Después de todo, son otras tantas pruebas de que nuestra relación con lo sobrenatural no se acabó en el primer siglo de la era cristiana. 

 
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