Actualmente, a la mayoría de las personas se le llena la boca con la palabra ética, pero a la hora de la verdad pocos la aplican. En los negocios y en la vida, la ética no es un simple accesorio para adornar discursos ni una excusa para lavar la imagen. Es el cimiento de cualquier relación que aspire a durar. Pero vivimos en tiempos donde todo va deprisa, donde el éxito se mide en resultados inmediatos, y muchos creen que ser ético es un lujo o, peor aún, un estorbo. Craso error. La ética no es negociable: es la clave para no darse de bruces cuando vienen mal dados los acontecimientos.
Hay quien piensa que la ética es un freno para ganar dinero. Como si la honestidad y la rentabilidad fueran incompatibles. Nada más lejos de la realidad. La confianza es lo más rentable que existe. Sin ella, un negocio está condenado. Los clientes no vuelven, los empleados desconfían y los inversores salen corriendo. La reputación no se compra: se construye con coherencia y trabajo bien hecho. Y perderla es tan fácil como regalar caramelos en la puerta de un colegio.
Ser ético no es solo cumplir la ley; no se trata de evitar multas o salir bien en la foto; es hacer lo correcto cuando nadie está mirando"
Ser ético no es solo cumplir la ley. No se trata de evitar multas o salir bien en la foto. Es hacer lo correcto cuando nadie está mirando. Es construir algo con sentido, respetar a los demás y ser coherente entre lo que se dice y lo que se hace. Y sí, a veces supone perder alguna oportunidad a corto plazo. Pero a la larga, lo que se gana es mucho más valioso: credibilidad. Y en estos tiempos, la credibilidad es un bien escaso, sobre todo entre quienes deberían dar ejemplo.
Nos hemos vuelto adictos a lo inmediato. Queremos resultados rápidos, sin importar cómo los conseguimos. Nos han vendido que el éxito es cuestión de velocidad, cuando en realidad es de resistencia. Las empresas que sobreviven no son las que corren más, sino las que construyen sobre bases sólidas. Y la ética es ese cimiento que no se tambalea con cada crisis o cada cambio de tendencia.
Esto no va de un manual de normas inamovibles. La ética evoluciona con la sociedad. Lo que antes era normal, hoy es inaceptable. La transparencia ya no es una opción: la gente quiere saber qué hay detrás de lo que consume, de dónde vienen los productos y cómo se trata a los trabajadores. Quien no entienda esto, está cavando su propia tumba. Por eso, la Responsabilidad Social Corporativa ya no es un capricho, sino una necesidad para las empresas que quieran tener futuro.
Quien actúa con ética no busca excusas ni esconde la cabeza. Aprende, corrige y sigue adelante"
Y que no se confunda nadie: la ética no es solo cosa de las grandes corporaciones. Afecta a todos, desde el autónomo que empieza hasta las empresas del IBEX-35. La confianza es el activo más valioso que cualquiera puede tener. Actuar con ética no solo evita problemas, sino que abre puertas. Un profesional o una empresa con buena reputación siempre encontrará oportunidades, incluso en tiempos difíciles.
¿Significa esto que nunca nos equivocaremos? Ojalá. Todos cometemos errores, la clave está en cómo los afrontamos. Quien actúa con ética no busca excusas ni esconde la cabeza. Aprende, corrige y sigue adelante. La ética no es una barrera, es una ventaja competitiva. No es una carga, es la mejor inversión para dormir tranquilo por las noches.
La verdadera pregunta no es si hay espacio para la ética en los negocios o en la vida. La pregunta es si podemos darnos el lujo de ignorarla. Y la respuesta es clara: no. Porque sin ética, todo lo demás se derrumba como un castillo de arena.
Dr. Pedro Juan Martín Castejón
Miembro del Consejo Directivo de Marketing y Comercialización (CGE)
Profesor de Marketing en la Universidad de Murcia y ENAE Business School