VALÈNCIA. Salvo para los estudiosos, el de Peter Crowley es un nombre que apenas dice nada. Durante la década de los setenta, por el underground neoyorquino transitaron muchos personajes como él, hombres y mujeres con un olfato especial para detectar talentos inusuales. Gracias a ellos hemos conocido a artistas inusuales que aspiraban a dejar boquiabierto al mundo. Una galaxia de estrellas en potencia que, en su gran mayoría no fueron detectadas por telescopio alguno. Crowley operó desde el epicentro conocido como Max’s Kansas City, un local histórico. También fue mánager de una de esas criaturas que jamás llegó a la categoría de estrella pero que es toda una leyenda: Jayne County, la primera mujer trans del rock & roll (el soul ya tenía a Jackie Shane, y la electrónica, a Wendy Carlos), una de las supernovas de aquella escena en la cual Patti Smith y Ramones fueron los primeros en despuntar a nivel internacional. En un pequeño libro de memorias titulado Down At Max’s. True Tales From The Rock & Roll Underground, Crowley define a County como una artista enloquecida, la pesadilla de cualquier mánager, así de incontrolable podía ser ella.
El Club 82 se inauguró en los cincuenta como un cabaret que servía de tapadera a la mafia. En los setenta ya vivía del encanto de sus años dorados y era una discoteca sin mucha gracia donde actuaban drag queens y se daban cita las mujeres trans de la ciudad, como Rachel Humphries, que conoció a Lou Reed allí mismo, cuando se hacía llamar René La Bush. Solamente una ciudad como Nueva York es capaz de reconvertir un antro así en vivero de bandas de rock. En salas como el Mercer Ars Center –cuyo techo se derrumbó en 1973- y el Club 82 se gestó eso que los nativos de la Gran Manzana llaman glitter rock, la versión local del glam británico. New York Dolls y Eric Emerson & The Magic Tramps actuaron allí. También County, que dio un concierto en el Club 82 cuando aún se hacía llamar Wayne County y tenía como grupo de respaldo a The Backstreet Boys. Se subieron al escenario sin haber negociado sus honorarios. Tras la actuación se reencontró con un viejo conocido, y le consultó acerca de la cantidad a pedir. Minutos después, Crowley había entrado en la oficina del gerente, había pedido 500 dólares -la sala estaba llena- y se había convertido en su representante.
Peter Crowley nació en Vermont, pero se marchó a Nueva York en cuanto la ciudad se le quedó pequeña. Allí vivió el auge de los beatnicks y el nacimiento de Greenwich Village como sede contracultural con propuestas literarias, escénicas, musicales y pictóricas que revolucionaron la cultura. Uno de sus trabajos lo consiguió cuando vio un cartel que decía drag wanted. No se trataba de ejercer de drag queen, sino de hacer que los viandantes entraran al café de turno. En su libro reconoce lo maleable que llegó a ser entonces, porque se unió a una especie de culto llamado Free Catholic Church, donde fue ordenado sacerdote. Militó en el Living Theatre, frecuentó los círculos que había que frecuentar y en 1963 se cansó de Nueva York y se mudó a San Francisco. Allí vivió durante los siguientes diez años, hasta que su amigo Willy Borsay se cansó de que nadie le hiciera caso a su grupo. La banda, Mink De Ville, hacía una mezcla de rhythm & blues y soul con mucho desparpajo callejero. Por las revistas musicales supieron que en Nueva York había bares donde las nuevas bandas eran bienvenidas, aunque no tuvieran un disco editado. Hicieron las maletas y se plantaron allí. Crowley también tomó rumbo a la ciudad.
Sostiene Crowley que Mink De Ville sacaron su nombre de un modelo de Cadillac que tenía forrado el salpicadero con una franja de tela que parecía visón. En Nueva York les fue mejor que en San Francisco, pero su estilo tampoco formaba parte de lo que estaba pasando en el underground local. Crowley les consiguió actuaciones en Mother’s, una discoteca que pasaba por horas bajas y que él transformó en sala de conciertos. Después terminó diseñando la programación del Max’s Kansas City, que en 1975 reabrió tras la ruina de su anterior propietario, Mickey Ruskin. Gracias a su olfato, el Max’s empezó a acoger también a las nuevas bandas de la ciudad que aún no tenían contrato discográfico. Todas extravagantes, muchas de ellas inventando un sonido propio. Cuando en 1975 Hilly Krystal le dio a Television la oportunidad de tocar en el destartalado CBGB, una nueva generación de bandas empezó a abrirse paso. Patti Smith, Heartbreakers, Ramones, Talking Heads, Blondie... La competencia entre el CBGB y el Max’s alimentó el crecimiento de la escena. En cuestión de meses, la mayoría de los grupos tenían a los cazatalentos de las discográficas entre el público noche tras noche.
Algunos grupos comenzaban a recibir ofertas de grandes sellos. Patti Smith, Ramones y Blondie fueron de los primeros en firmar. A Crowley le pareció buena idea hacer un disco con bandas de las que se hablaba mucho, pero a las que nadie había granado aún. Sabía que Krystal planeaba sacar un disco en directo con grupos habituales el CBGB. Él pensó que el álbum del Max’s tenía que ser en estudio. En su libro recuerda la negativa de algunas prometedoras bandas cuando les pidió que formasen parte del álbum que planeaba, porque estaban convencidos que saltarían a la fama en breve. Un mal mánager puede cargarse la carrera de un grupo, afirma en su libro. Eso fue lo que ocurrió a nombres como The Marbles, The Fast o The Planets. Crowley habló con Bobby Orlando –mucho antes de que se convirtiera en productor de música disco y grabara a Divine y Pet Shop Boys- y contrató a buen precio horas de estudio para Wayne County & The Backstreet Boys y Cherry Vanilla. Consiguió también que artistas habituales del Max’s le cedieran temas que ya tenían grabados. Fue el caso de Suicide, un dúo tan atípico, tan salvaje, que parecía más una performance que una banda de rock. Porque Suicide no hacían rock, o al menos, no el rock tal y como se entendía entonces.
La gestación del disco Max’s Kansas City 1976 es una de las varias historias narradas en Down at Max’s. Un volumen diminuto pero lleno de anécdotas y reflexiones de alguien que sí estuvo en el lugar idóneo en el momento correcto. En sus páginas, Crowley reflexiona también sobre los errores cometidos por Mink De Ville, la experiencia de trabajar con County, con la que se marchó a Londres en 1977 buscando un contexto más propicio para la provocación que era su música. Allí montó The Electric Chairs, que se fueron de gira con unos todavía incipientes The Police. Crowley nunca pudo con Sting, y el sentimiento fue reciproco. Acabó su periplo londinense, volvió a Nueva York y siguió programando los conciertos del Max’s, donde organizó el debut neoyorquino de B-52's y grabó un disco en directo de Heartbreakers. Allí estuvo hasta que el local cerró sus puertas en 1981. Uno de los últimos grupos en actuar allí tenía como cantante a una tal Madonna. Desde hace años, el bajo que una vez fue el Max’s alberga un establecimiento de comida rápida. Crowley vive en Miami, retirado del rock & roll, aunque su nombre siempre estará ligado a algunos de sus capítulos menos conocidos y más sabrosos.