MURCIA. Estamos en la era de la súper especialización. Los avances en ciencia y tecnología y en investigación biomolecular repercuten directamente sobre la medicina asistencial. De pronto los médicos nos vemos abordados por nuevas técnicas diagnósticas, terapéuticas y tratamientos médicos que exigen un adiestramiento especial del personal. Así, dentro de los cardiólogos por ejemplo están los hemodinamistas, los especialistas en arritmias...; en neurología tenemos ya epileptólogos, especialistas en trastornos del movimiento, especialistas en demencias... Incluso en los internistas los hay especialistas en enfermedades autoinmunes, en patología trombo-embólica... Así en todas las especialidades médicas. Digestivo tiene sus endoscopistas, sus hepatólogos, especialistas en inflamatorias...
"Las probabilidades de éxito para tratar un padecimiento son altísimas comparadas con hace tan sólo diez años. Porque tienen un profesional dedicado y formado en algo muy concreto"
Los cirujanos en todas sus vertientes (ORL, Máxilo, Traumatologia, Gine, Uro, Cirugía General, Neurocirugía,...) también se sub (o súper) especializan. Tenemos al cirujano que se ha especializado por ejemplo en aparato digestivo, y dentro de esto incluso superespecializado por ejemplo en hígado. O el traumatólogo experto en columna, en cirugía del pie...
¿En qué se traduce todo esto? Los pacientes van a ver auténticos expertos en su patología. En una patología en concreto. Y esto es bueno. Las probabilidades de éxito para tratar un determinado padecimiento son altísimas comparadas con hace tan sólo diez años. Porque tienen un profesional dedicado y formado en algo muy concreto.
El problema viene en el enfermo crónico complejo. Ese paciente que toma medicación para la tensión, para el azúcar, que tiene una arritmia y está anticoagulado. Que además tiene patología pulmonar y lleva su tratamiento, que si insuficiencia renal... En los últimos años hemos asistido a un brutal incremento de fármacos como los nuevos anticoagulantes, los nuevos grupos de antidiabéticos orales, antibióticos, insulinas, heparinas, anticuerpos monoclonales, broncodilatadores, antiagregantes...
Y es aquí cuando la figura del internista resulta primordial. Es imposible que un cirujano pueda estar al día de todos estos nuevos fármacos. Y tampoco tiene por qué. Él está hiperformado para tratar una determinada patología o grupo de patologías. Para obtener el máximo grado de satisfacción del paciente y su problema.
Pero alguien tiene que hacer de 'generalista'. Digamos: alguien tiene que ver al paciente como un todo. En su dimensión social y cultural; y desde el punto de vista médico conocer la patología de todos los órganos y sistemas para 'integrar' lo 'de siempre' con el problema actual. Alguien que ajuste las cifras tensionales si precisa, la glucemia, los vómitos, la insuficiencia cardíaca, la sueroterapia, la parálisis intestinal, la insuficiencia respiratoria, la desorientación, los problemas hemorrágicos o trombóticos, las agudizaciones de su enfermedad de base...
En el HGURS estamos haciendo esta labor desde 2011 y cada vez el éxito del paciente tratado como un todo, atendiendo a cualquier problema que aparezca o incluso anticipándonos, cada vez el éxito es mayor. Un paciente no es una rodilla, ni una laringe. Un paciente es un ser humano. Con sus patologías de base, con sus miedos, con sus inquietudes, con su problema actual... pero hay que dirigirlo como un todo. Un ser muy complejo dotado de aparatos y sistemas, y con unas circunstancias biográficas, sociales y culturales particulares y distintas de unos a otros.
Y el éxito final vendrá dado por el trabajo del especialista y del generalista.