MURCIA. ¿Qué haríamos sin los mensajes de WhatsApp durante estos días de confinamiento?, ¿sin esas videollamadas que permiten ver las caras de nuestros seres queridos, aunque no los podamos abrazar y aunque a veces se queden congeladas en el menos favorecido de los gestos? o ¿sin esos emoticonos que sustituyen palabras que a veces cuesta decir? Pero existieron otros tiempos y otros lenguajes, como recuerda la Red de Museos de la Región de Murcia en su perfil de Twitter (@MuseosRegMurcia); una época en la que los abanicos hablaban. Abanicos como los que se conservan y exhiben en la segunda planta del Museo de Bellas Artes de Murcia (Mubam); una interesante colección de estos accesorios que revelan los gustos que reinaban en los siglos XVIII y XIX y XX.
La Red de Museos de la Región aprovecha estos días de cuarentena para proponer distintas actividades, poner en valor piezas museísticas o realizar distintos paralelismos entre el arte y la excepcional situación que se está viviendo. En esta ocasión, por ejemplo, destaca la colección de abanicos del Mubam y algunas de sus pinturas en las que este accesorio está presente. Igualmente, aprovecha para recordar su historia y proporciona los códigos de este 'lenguaje secreto' por si alguien en su casa decide descansar un rato del WhatsApp y ‘jugar’ a comunicarse como lo hacían las señoritas en los bailes de época. Y es que, en el siglo XIX y principios del XX, el abanico era un accesorio de moda que no podía faltar en el atuendo de las jóvenes que iban a eventos sociales, siempre acompañadas de su madre o de una señorita de compañía que se encargaban de velar por su comportamiento. Esa falta de libertad las empujó a "inventar un lenguaje secreto utilizando el abanico para poder comunicarse con sus pretendientes y pasar desapercibidas”, recuerdan en Museos de la Región de Murcia.
“Las damas llegaron a ser tan diestras en el uso de este artefacto que crearon todo un ‘lenguaje del abanico’, consistente en que según la posición o el modo de agarrarlo se estaba transmitiendo un tipo de mensaje u otro”, añaden. Estas son las posiciones y sus significados:
- Sostener el abanico con la mano derecha delante del rostro: sígame.
- Sostenerlo con la mano izquierda delante del rostro: busco conocimiento.
- Mantenerlo en la oreja izquierda: quiero que me dejes en paz.
- Dejarlo deslizar sobre la frente: has cambiado.
- Moverlo con la mano izquierda: nos observan.
- Cambiarlo a la mano derecha: eres un osado.
- Arrojarlo con la mano: te odio.
- Moverlo con la mano derecha: quiero a otro.
- Dejarlo deslizar sobre la mejilla: te quiero.
- Presentarlo cerrado: ¿Me quieres?
- Dejarlo deslizar sobre los ojos: vete, por favor.
- Tocar con el dedo el borde: quiero hablar contigo.
- Apoyarlo sobre la mejilla derecha: sí.
- Apoyarlo sobre la mejilla izquierda: no.
- Abrirlo y cerrarlo: eres cruel.
- Dejarlo colgando: seguiremos siendo amigos.
- Abanicarse despacio: estoy casada.
- Abanicarse deprisa: estoy prometida.
- Apoyar el abanico en los labios: bésame.
- Abrirlo despacio: espérame.
- Abrirlo con la mano izquierda: ven y habla conmigo.
- Golpearlo, cerrado, sobre la mano izquierda: escríbeme.
- Semicerrarlo en la derecha y sobre la izquierda: no puedo.
- Abierto, tapando la boca: estoy sola.
Además, el Mubam recuerda que la historia del abanico se remonta al antiguo Egipto, cuando era un artilugio de gran envergadura solo utilizado en ceremonias. La cultura griega imitó a la egipcia en su uso. El primer abanico plegable, como se conoce hoy en día, fue inventado por un chino en el siglo VII inspirándose en el mecanismo del ala de un murciélago. En Europa se conoce desde el siglo XV, cuando los portugueses lo trajeron desde sus rutas comerciales por el lejano oriente. En el siglo XVIII se crea la Real Fábrica de Abanicos, que convirtió a España en uno de los primeros productores de abanicos del mundo, rivalizando con italianos y franceses.
En un principio, el abanico fue de uso tanto del género femenino como masculino, llevando los hombres pequeños ejemplares en el bolsillo y habiendo unos de mayor tamaño llamados de pericón, propios del baile flamenco. Sin embargo, su utilización se vuelve exclusiva de las damas a principios del siglo XX.