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COMO AYER / OPINIÓN

Lavado de cara palaciego

26/11/2020 - 

MURCIA. Un vallado frente a la noble portada del Palacio de Almodóvar, en la plaza de Santo Domingo, adquirido a primeros de año por el Grupo Fuertes, anuncia una inminente obra que imagino encaminada a reformar y restaurar edificio tan identificativo del céntrico enclave, enlazado mediante el popular arco con el vecino templo de Santo Domingo o, en rigor, con la antigua iglesia del Rosario.

Como la vecina Casa Cerdá anda también metida en profundo lavado de cara, podemos decir que dos de los más llamativos inmuebles de la vieja plaza del Mercado están siendo remozados para que un espacio urbano de los más concurridos de la ciudad luzca en todo su esplendor dentro de unos meses.

Es el Palacio de Almodóvar, que los más jóvenes identificarán con una cadena de hamburgueserías y los menos jóvenes con la recordada cafetería Williams, un caserón cargado de historia, del que lo más llamativo resulta, sin duda, esa portada coronada por los gigantones de la maza que en heráldica llaman salvajes y que en Murcia encontramos también en el exterior de la capilla de los Vélez y portadas del Palacio de Riquelme y del Huerto de las Bombas.

José Crisanto López Jiménez, investigador infatigable del arte, arrojó luz sobre la génesis y autoría de este grandioso acceso al notable inmueble, que fue completamente remozado y profundamente reformado en 1908, adquiriendo entonces el aspecto con que ha llegado hasta nosotros, pues fue entonces cuando extendió su fachada hasta la contigua calle de Serrano Alcázar, al incorporar la casa que ocupaba ese espacio, y pasó a contar con un sótano con ventanas y una planta más, en lugar del antiguo desván, además de dos balcones más a cada lado de la puerta.

Indicaba López Jiménez, hace medio siglo largo, que fue el propietario original del palacio, Jerónimo de Santa Cruz, quien concertó el 15 de octubre de 1583 con Pedro Milanés, maestro cantero, la construcción de la portada principal "en piedra fuerte de Beniel, y ha de ir labrada al rastreo, con sus puntas de diamantes en cada pieza, hasta donde llega el arquitrabe que ha de tener la dicha portada", y se indica también en el documento hallado por el investigador murciano que "lo demás del dicho arquitrabe, friso y cornisa, y la ventana y salvajes y escudos, han de ser de piedra franca de la cantera de Carrascoy, y los dichos salvajes han de tener la altura de catorce palmos con la peana".

Entra el encargo en detalles sobre donde habrían de ir los dos escudos a realizar: "uno en la dicha portada y otro en la esquina de dichas casas que sale a la entrada de la calle de Santo Domingo (hoy, arco)", así como sobre su tamaño, el de la puerta y el de la portada en su conjunto: "once palmos de ancho y veinte palmos y medio de altura de luz". También se refiere a las características de la ventana sobre la portada,  las columnas cuadradas, para la portada y la supervisión necesaria, terminado el trabajo, de Lorenzo López de Sahajossa.

Precisaba, igualmente, que la ventana sobre la portada había de llevar un balcón de hierro, y encima de la ventana pirámides y bolas por remate; que los salvajes habían de tener "sus bastones en las manos levantadas sobre sus cabezas", y los escudos "una cruz de Calatrava, en el lado derecho, y en el cuarto de abajo de la dicha cruz un castillo con sus flamas que salgan desde el pie del castillo y suban a lo alto de las tres torres que ha de llevar el castillo, y en el cuarto de la parte izquierda tres ortigas sobre una roca, y bajo de ella, en el otro cuarto, un águila con sus alas tendidas y una cabeza". Quedó fijado el precio en 250 ducados.

El Palacio, mucho antes que establecimientos de hostelería y oficinas diversas, y entre ellas las del Real Murcia, acogió otro tipo de actividades y funciones, siendo destacable la de Colegio de los Sagrados Corazones, desde los lustros finales del siglo XIX hasta poco antes de la Guerra Civil; y la de Gobierno Civil, desde 1937 hasta la entrada en funcionamiento del edificio que es hoy Delegación del Gobierno, en 1961.

Fue durante esa etapa, en la que también residía allí la Comisaría de Policía, cuando se produjo uno de los hechos más señalados de la larga historia del Palacio de Almodóvar, pues el día 29 de marzo de 1939, fue llevada hasta allí y asomada a uno de sus balcones la imagen de la Santísima Virgen de la Fuensanta. Era el final de la Guerra Civil, aunque el último parte no se produjera hasta tres días después, y la presencia de la Patrona en el entonces Gobierno Civil implicaba que había sido salvada de la destrucción.

Así lo narró el diario La Verdad: "Llevada en volandas, en un apretado haz de brazos extendidos, aclamada, piropeada, bendecida por toda Murcia, nuestra patrona, la Fuensantica, ha sido trasladada desde el domicilio de don Femando Monerri Corcóles hasta el Gobierno Civil. Al ir desfilando por la plaza de la Cruz y Trapería, el entusiasmo era indescriptible. Los vivas sólo se acallaban para dar paso a las lágrimas". 

“El momento de hacerla llegar al Gobierno Civil fue de una emoción hondísima. Colocada en el balcón principal del edificio (en realidad, en el situado a la derecha del principal, como prueban las imágenes), ya con el fajín de generala y vestida con el manto de brocado de oro y con su corona, los vivas a la Fuensantica se suceden sin interrupción. Multitud de fieles se llegan hasta ella para besarle el manto. Ha habido necesidad de colocar una valla para impedir que los murcianos, con su entusiasmo, llegasen a causar destrozos en el manto. En el balcón se han colocado ramos de flores y abajo, en la calle, el pueblo permanece en pie firme, vitoreándola”.

Un balcón sacralizado para un edificio histórico.


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