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La reflexión del economista / OPINIÓN

La vulnerabilidad de la economía española

El sector terciario en la economía española se desacelera. El PMI manufacturero vuelve a registrar tendencias negativas en el sector con más peso para la economía nacional

9/11/2019 - 

MURCIA.  En plena campaña electoral, a la espera de unas disputadas elecciones en el país, la economía española sigue cosechando nuevos indicadores que muestran una mayor ralentización de la actividad económica del país. Inmersos en lo que, desde el propio Fondo Monetario Internacional (FMI), calificaban como una desaceleración sincronizada, dada la moderación que estaban viviendo los crecimientos en casi el 90% de los territorios, la economía española vuelve a mostrar su vulnerabilidad, con severas caídas en los indicadores de actividad.

Unos indicadores que, de acuerdo con los registros de los últimos meses, ya mostraban esa desaceleración, intensificada en la industria como registraba el PMI manufacturero. Sin embargo, mientras que, como digo, veíamos una actividad del sector manufacturero con clara tendencia a la baja, registrando continuos reajustes negativos y con un claro distanciamiento del umbral de los 50 puntos que lo sitúa en un marco recesivo, la esperanza venía por el lado de los servicios, que de acuerdo con la lectura del PMI no manufacturero, seguía comportándose de forma regular. Una esperanza que ya se está viendo mermada.

Y es que, el último registro del PMI no manufacturero, al igual que lo hacía el manufacturero, ya muestra esa incidencia de la desaceleración económica en el sector servicios del país. Un sector servicios que, como mencionábamos, seguía resistiendo la desaceleración, pero que, ante la constante de variables negativas, ha acabado por moderarse a la baja, situándose cada vez más cerca del umbral de los 50 puntos. Una caída de 0,6 puntos que sitúa al indicador en el nivel de los 52,7 puntos, respecto a los 53,3 puntos que arrojaba el mes anterior. Una lectura que, en el caso del PMI manufacturero, la industria, si ha mostrado una caída más abrupta.

Como digo, en el sector manufacturero, como se preveía, el indicado ha registrado una caída mayor. Una caída que sitúa al indicador en niveles de los 46,8 puntos; niveles muy distantes de los registrados durante el mes anterior, donde el indicador arrojaba un resultado de 47,7 puntos. Es decir, una nueva caída de 0,9 puntos que consolida nuevas caídas en la industria española; alejando, con esto, a la economía del país de las previsiones de crecimiento, a priori, estimadas. La caída de la actividad económica, tanto en servicios como industria, podría acabar mermando las previsiones de crecimiento para el cierre del año.

Estamos hablando de un sector, el sector terciario, que posee gran relevancia en la economía española. España es de los países donde el PIB se encuentra más supeditado a la evolución del sector servicios. La industria, sin embargo, cada vez tiene un peso menor en la economía española, a diferencia de otros países como Alemania, de la que somos industria auxiliar. Con más de un 60% del peso del PIB español, el sector servicios mantiene una estrecha correlación con el crecimiento de la economía española, por lo que la evolución del mismo tiene un gran impacto en la economía nacional.
Por ello, ante los datos registrados, vislumbrando esa desaceleración que registra el indicador adelantado, la caída del sector terciario podría acabar mermando, como comentábamos, esas previsiones de crecimiento que, a priori, mantenía España. Revisiones que, al igual que en otras economías, se han ido revisando a la baja durante todos estos meses; como producto, a su vez, de esta desaceleración económica que está incidiendo en un mayor deterioro de las economías de lo esperado. Un escenario que debería tener un impacto en unos gobernantes que, menos gobernar, siguen haciendo de las suyas para empeorar la situación y dificultar la reversión de los daños producidos.

Es curioso que cuando uno observa la evolución de la economía española durante este año, podemos observar como esta se está manteniendo en niveles –de los que determinadas formaciones políticas presumen- por la sencilla razón del fuerte estímulo que está viviendo la demanda interna en el país. Algo que también estamos viendo en el propio empleo, donde el grueso de la creación de empleo lo estamos viendo en el sector público, como consecuencia, ambas variables, del aumento que está experimentando el gasto público a nivel nacional.

Esto es un gran riesgo, pues la economía se está desacelerando y, en un escenario donde el Gobierno es incapaz de aplicar las reformas pertinentes para paliar la situación, así como los efectos negativos de la inacción política, seguir maquillando los crecimientos con el único fin de mantener el estímulo durante toda la campaña política es un grave error. Tanto la demanda interna, como los empleos públicos, sin un factor estimulante al sector privado, es un sistema insostenible. Un sistema insostenible que, desde Bruselas, ya han castigado con su negación para aprobar las propuestas del Gobierno.
Unas propuestas que tratan de dar respuesta a la desaceleración económica con un PIB y una actividad dopada a base de deuda y despilfarro superfluo. Y digo superfluo por el poco efecto que está teniendo en la economía, en contraste, si cabe, con el coste que, en un futuro, podría tener el incremento de la deuda pública, así como los propios intereses que conllevaría un incremento en los tipos y el incremento de la prima de riesgo. Unas políticas que, bajo mi criterio, por muy buena intención que tengan, no deberían utilizarse se ha hecho hasta ahora, pretendiendo solucionar problemas estructurales con medidas coyunturales.

En resumen, estamos ante una desaceleración económica que está matando los crecimientos de nuestra economía. Para ello, las medidas que debe adoptar el país, en una hipótesis donde existe un gobierno para liderar un proyecto económico y político, deben ir enfocadas por el lado del crecimiento sostenible, así como la corrección de diagnósticos. No debemos seguir atendiendo, como si se ha hecho hasta ahora, al cortoplacismo y a la autocomplacencia. La irresponsabilidad política tiene un elevado coste para el economía; más aún en un escenario que, tanto a nivel nacional como internacional, se encuentra muy deteriorado.

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