EL PASICO DEL APARECIDO / OPINIÓN

La nación igualitaria y la identitaria

19/06/2021 - 

CARTAGENA. "La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española". Según nuestra ley suprema, no nació la nación española de la voluntad de los constituyentes, sino, al contrario, dieron sus señorías por sentado que existía una nación española en la cual fundamentar la futura ley de leyes. No había una nación española porque hubiera una Constitución que lo predicase; antes bien, había una Constitución española porque preexistía una nación.

"Los separatistas catalanes aspiran también a un privilegio fiscal y de derechos similar al vasco, prebenda que Rajoy les negó (¿qué hará el tándem Sánchez-Iceta?)"

Replican los separatistas que, en realidad, no hay ninguna nación española, sino un Estado español plurinacional, el cual ha impuesto "el candado del 78", que urge descerrajar y, mientras tanto, infringir ad libitum. En similar línea, sostienen taxativamente Iceta e Illa, sendos dirigentes del PSC, que "Cataluña es una nación". Y eso no lo dicen dos políticos cualesquiera, sino el ministro de Administración Territorial del Gobierno español y el jefe de la oposición al gobierno de IRC y Juntos en Cataluña. SI España no es una nación, pero Cataluña sí lo es, se impone responder a la pregunta que Patxi López le formuló al luego presidente Sánchez, "Pedro, pero ¿tú sabes qué es una nación?". Entre socialistas anda el juego.

Surge entonces de inmediato un dilema, pues, si dejamos aparte el concepto de nación cultural, que por carecer de soberanía sería irrelevante en este contexto, se han emitido al respecto dos opiniones distintas y distantes, como le gustaba decir al presidente Valcárcel. Para los revolucionarios franceses y los constituyentes de Cádiz, una nación era una comunidad de personas libres, que vivían en un mismo territorio, se sometían a las mismas leyes y pagaban tributos por igual. Las notas distintivas eran la libertad de los individuos, su igualdad ante las leyes y la equidad de los tributos.

Contraponiéndose a esta idea de nación igualitaria, para Fitche y los románticos la nación venía definida por la identidad y, en particular, por la lengua. Una exageración de esa tesis es la nación étnica, basada en la raza. Así lo entendía Sabino Arana, para quien su territorio era una nación por ser los vascos una raza distinta (y superior a la española), con su propia lengua, y también así lo entendieron muchos separatistas catalanes (el propio Junqueras, hoy tan modosito tras pasar por la cárcel, se interesó por los genes catalanes, y lo mismo hizo el presidente Torra, mientras que para Pujol el andaluz era "un hombre a medio hacer". 

Problema: también algunos nacionalistas españoles han recurrido a lo racial: el general Franco llamó Raza a la película cuyo guion escribió. No había sin embargo unanimidad: los que, desde 1915, celebraban el 12 de octubre el Día de la Raza incluían a los hispanoamericanos, pero el gran erudito médico Misael Bañuelos (matrícula de honor en todas las asignaturas) creía que la raza española podía degenerar por cruzarse con los indígenas del imperio americano (otros opinan que mejor retozar con los indios e indias que, al modo anglosajón, exterminarlos casi por completo). En contra de Franco y el doctor Bañuelos, los genetistas han demostrado que no hay ninguna raza española, como tampoco catalana.

Solo queda, entonces, la dualidad entre nación igualitaria y nación identitaria, a la que se acogen los separatistas, inclinándose, naturalmente, por la segunda opción: nada de que todos los españoles sean iguales ante la ley; aquí lo importante son los apellidos, la lengua y las tradiciones, cuyo conjunto convertiría a Cataluña en una nación con derecho a autodeterminarse, como cualquier colonia sometida a un poder imperial, el español en este caso. Más avanzados, los nacionalistas vascos se ciscan en la igualdad de todos los españoles y en la equidad tributaria: al parecer, de los cuatro evangelistas, siempre prefirieron a San Mateo, que escribió aquello de "Porque al que tiene se le dará, y tendrá más, pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado". Los separatistas catalanes aspiran también a un privilegio fiscal y de derechos similar al vasco, prebenda que Rajoy les negó (¿qué hará el tándem Sánchez-Iceta?).

"españa cumple los tres requisitos para dilucidar si un territorio es una nación: presencia de líderes que la doten de soberanía, reconocimiento de poderes extranjeros e historiadores que la estudien"

Lo que unos y otros no quieren ver es que, desde ambos puntos de vista, el igualitario y el identitario, España es una nación. No solo la Constitución establece que todos los españoles, vivan donde vivan, son libres e iguales ante la ley, sino que la historia muestra que tienen su propia lengua e identidad. De hecho, la Gramática Española de Nebrija data de 1492, mientras que el primer diccionario de inglés apareció en 1755, y, a mayor abundamiento, en 1789 más del 80% de los españoles hablaba español por solo un 30% de los franceses que, a la fecha de su revolución constituyente, hablaba francés. Por su parte, Italia no dispuso de un idioma común hasta 1868. O sea, que España fue de los primeros territorios con una lengua común, luego extendida a varios continentes.

Pero hay más. Como ha sugerido el socialista Rodríguez de la Borbolla, que presidió dignamente la Junta de Andalucía, existen tres criterios para dilucidar si un territorio es o no una nación: presencia de líderes que la hayan dotado de soberanía, reconocimiento por parte de poderes extranjeros, e historiadores que la estudien. Pues bien, España cumple esos tres requisitos. Sin remontarnos a los romanos, los godos, o los abadíes, ya Fernando de Aragón e Isabel de Castilla la dotaron de soberanía en 1492, como quedó patente al legislar para todo el territorio y dominarlo militarmente, Granada incluida, cuya conquista la realizaron tropas catalanas bajo el mando de la corona española. 

Es más, iniciaron un imperio amplio y duradero, lo que habría sido imposible de no ser España una nación; incluso resultaría absurdo que Cortés propusiese llamar "Nueva España" a lo que luego fue el territorio mejicano de no existir ya entonces España. En segundo lugar, España fue reconocida por muchos extranjeros, que ya en 1513 Maquiavelo, toda una autoridad, llamaba "rey de España" a Fernando de Aragón en El Príncipe, y, desde 1610, figura una placa en el castillo de la alemana villa de Ravensburg que dice "destruido por las tropas españolas". En tercer lugar, los historiadores han estudiado a España como una nación, e incluso una rama de ellos se denominan 'hispanistas', como el insigne Paul Preston, gran defensor de Cataluña.

Incluso recurriendo solo a fuentes socialistas, es preciso reconocer que España es ahora tanto una nación identitaria como una igualitaria y, en consecuencia, que hay una jerarquía del conjunto sobre cada una de sus regiones, mono o bilingües, pues ostenta todos los atributos de cada una de ellas y además otros en exclusiva. Llamemos nacionalidades o no a las regiones españolas bilingües, los separatistas carecen de razones que avalen su intento de fragmentar el territorio español, pues España es una nación única, con su lengua e identidad, y reconocida internacionalmente desde antiguo. Pero, como es inútil esperar que lo acepten, lo esencial es averiguar si tienen fuerza suficiente para imponer sus criterios, tema apasionante para el siguiente pasico.

JR Medina Precioso

jrmedinaprecioso@gmail.com

Noticias relacionadas