MURCIA. Ante una grave crisis económica que comenzó hacia el año 2007, sin visos de poder ser resuelta a corto plazo porque estamos, inexorablemente, insertos en la incertidumbre de un mundo globalizado en el que solo existe para nosotros la posibilidad de subsistencia como parte de Europa, y ante los casos de corrupción que golpearon a los partidos tradicionales, la sociedad, impotente, herida y vapuleada, ha querido tomar partido en la política en mitad de la indignación, viéndose retroalimentada vehicularmente por la existencia de las redes sociales y el resto de medios de comunicación, en una especie de 'hiperdemocracia' que ya definiera Ortega y Gasset en el siglo XX, "en la que cree la masa que tiene derecho a imponer y dar vigor de ley a sus tópicos de café" y "actúa directamente sin ley, por medio de materiales presiones imponiendo sus aspiraciones y gustos". Sí, nos estamos indignando mal.
"Una parte de la llamada 'nueva política' encontró una oportunidad para el revisionismo desmedido. Otra parte reaccionó con una fuerza contraria proporcional al golpe"
Dicen que los momentos convulsos pueden estar llenos de oportunidades para algunos y que la ruptura con todo lo anterior lleva al progreso, pero aseveraba Le Bon que "sin tradiciones estables no hay civilización", de modo que "la dificultad consiste en hallar un equilibrio justo entre la variabilidad y la estabilidad". Una parte de la llamada 'nueva política' encontró una oportunidad para el revisionismo desmedido y, en ocasiones, delirante en lo tocante a los extremos. Otra parte reaccionó con una fuerza contraria proporcional al golpe, al ver cómo este movimiento revisionista comenzaba a ejercer una actitud corrosiva extendiéndose hasta aspectos esenciales de nuestras raíces europeas. Pero casi todos los que no queremos la destrucción de España previa aniquilación de su convivencia, nos asustamos al ver que peligraban las Instituciones, garantes de la estabilidad y el buen funcionamiento de una democracia en este tira y afloja en el que las personalidades más extremas han encontrado su acomodo en mitad de la batalla campal al elevarse el tono.
La 'tiranía de la mayoría' de las masas de los dos bandos que dividen España, la revisionista y la incorrecta, la hiperprogresista y la reaccionaria, nos tiene a los que nos sentimos minoría a causa de tanto ruido y algoritmos, observando como convidados de piedra en este momento de dificultades económicas agravadas por la terrible pandemia que no cesa, intentando confundirnos con la ambigüedad que pueden llegar a suscitar los términos morales en este mundo difícil y en pleno cambio, sin darse cuenta de que las raíces terminan devolviendo al individuo a sus orígenes en el corto espacio de tiempo y que, para este viaje, no eran necesarias estas alforjas. Decía Josep Pla respecto al año nuevo: "Dejé de montar los caballos de cartón, que son los más bonitos del mundo y los que más vuelan", añadiendo: "Yo me contentaría –mis pretensiones son modestas- con que pudiera usted pasarse de adjetivo sonoro, porque tengo observado que detrás de los adjetivos sonoros se suelen amagar –como decía Sócrates- miríadas del dolor y de miseria".
Gregorio Marañón no solo estudió, al igual que Ortega y Gasset y Le Bon, algunos comportamientos de los individuos envueltos en masas, sino que prestó atención a las características de sus líderes, a la forma en la que mediante "el gesto" despertaban emociones, y cómo un ideal era, en estos casos, una "idea inflamada" puesto que, como bien decía en sus Ensayos liberales, "un razonamiento lógico y frío, jamás ha movido a la masa humana". De este modo, personas que nunca habríamos imaginado, ebrios de romanticismo entre el marketing de los partidos políticos y la actualidad de la prensa que despiertan sensaciones, han sido arrastrados o, mejor dicho, encadenados a la acción continua en las redes sociales sin darse cuenta de que, como decía Marañón, "el saber no es oír o leer cosas nuevas, sino trabajar profundamente unas pocas amasándolas, como la harina del pan, con el específico fermento de la meditación. Y esta noble actividad exige, para problemas mínimos, semanas enteras".
Me inclino a pensar que, en puridad, estamos vistiendo de actualidad diaria lo que, en realidad, es lo mismo preparado para distintas ocasiones con diferentes complementos, un eterno retorno, una suerte de conversaciones estériles e interminables. No olvidemos que cada cual es técnico en lo suyo, pero confía en los líderes en aspectos que desconoce. ¿Cuál es el asidero? El mantra repetido sin cesar. El espejismo que desvirtúa la realidad y hace adictiva la actitud impulsiva: la velocidad de la tecnología. Una vez se es "domador", dará igual decir una cosa o la contraria frente a las masas porque será aceptada de buen grado.
La libertad de nuestras democracias occidentales permite la tensión entre el gobierno y los ciudadanos, evitando aparentemente el abuso de poder, pero también se corre el riesgo de no estar haciendo la mejor política para los ciudadanos, sino la mejor política para mantenerse en el poder al albur de la tiranía de estas mayorías en el fragor de la batalla. Le Bon, en su estudio sobre las masas, citará a un escritor español para hacer alusión a la revolución española de 1873: "Los radicales habían descubierto que una república unitaria es una monarquía disfrazada y, para agradarles, las Cortes proclamaron unánimemente la república federal sin que ninguno de sus votantes hubiera podido definir aquello que acababa de ser votado (…). No había aldea, por pequeña que fuese, que no quisiera hacer rancho aparte".
Mientras tanto, el mundo sigue su curso y, afortunadamente, el talento con su criterio propio sigue trabajando en silencio porque no solo la sociedad, en general, lo necesita sino, en particular, también la mediocridad disfrazada de triunfo.