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La descentralización belenística de 1953 

22/12/2022 - 

MURCIA. A las puertas de la Navidad, una de las cuestiones que ha generado controversia, aparte de las luces con camellos flamígeros o el árbol ausente, es el de los extraños itinerarios ideados por el Ayuntamiento para las cabalgatas de Papá Noel, por el Polígono Infante don Juan Manuel, y de los Reyes Magos, cuya pintoresca trayectoria discurrirá por Juan de Borbón, Príncipe de Asturias y Juan Carlos I.

Dice el Ayuntamiento que la idea es llevar las fiestas a todas las zonas de la ciudad, y eso mismo fue lo que hicieron los munícipes de hace casi 60 años (se cumplirán el próximo diciembre) cuando decidieron que el primer belén municipal se instalara en la plaza de Vistabella, como un atractivo más dentro de las celebraciones navideñas del año 1953. 

La propuesta partió del concejal y periodista Carlos García Izquierdo, la secundó el alcalde Ángel Fernández Picón y la respaldó el presidente de la Diputación, Agustín Virgili. El contratista de obras López Román aportó los materiales necesarios para el entramado, el pintor Rafael Márquez diseñó el montaje y el escultor José Nicolás Almansa, quién sólo dos años antes había sido el encargado de hacer la copia del belén de Salzillo regalada a Franco y de instalarla en la iglesia de El Pardo, fue el autor de las alrededor de 200 figuras que compusieron las escenas.

A diferencia de lo usual en nuestros días, cuando es habitual el adelanto de la iluminación a los primeros días de diciembre y el belén puede visitarte en el patio del Palacio Episcopal desde el pasado día 8, la inauguración del primer nacimiento tuvo lugar en la mañana del día de Navidad, acompañando al acto una misa de campaña, con acompañamiento musical del Orfeón ‘Fernández Caballero’. Curiosamente, tanto Márquez como Nicolás se afincaron pocos años después en la República Dominicana (luego en Puerto Rico) y Guatemala, respectivamente.

Un año más tarde, en 1954, se acabó la descentralización, y el belén municipal pasó al que sería su emplazamiento habitual, sin perjuicio de algunos otros alternativos: la plaza de la Cruz, a los pies de la emblemática torre de la Catedral. Además, la copia del realizado por Salzillo que posee el Ayuntamiento, cedida entonces por el empresario, y presidente del Real Murcia, Manuel Guillén, ocupó por vez primera el emplazamiento callejero, en el que se exhibiría durante mucho tiempo. La dirección artística corrió a cargo nuevamente de Márquez.

El acto inaugural se adelantó a la tarde del día de Nochebuena, a las siete y media, y ya sin misa, pero sí con la presencia del obispo Sanahuja y de las primeras autoridades y con la actuación del Orfeón.

El tercer emplazamiento del belén municipal fue la plaza del Cardenal Belluga, más en concreto, la puerta principal de la Catedral, y de nuevo el pintor Rafael Márquez afrontó el montaje, teniendo que conjugar la efímera, alegre y colorista instalación con la rotunda grandeza barroca del imafronte catedralicio. Todo un reto, según confesó en aquellos días. 

Siguió la trashumancia del ya popular belén por emplazamientos emblemáticos murcianos, y en 1956 lo acogió la plaza de las Flores, en su zona central, y hubo también novedades en lo que se refiere al encargado de coordinar la construcción de la Judea de cartón piedra, pues Márquez ya se había marchado a hacer las Américas y recayó el encargo en el escultor Nicolás Martínez Ramón, autor poco antes, en 1951, del monumental Cristo de Monteagudo.

Fue el nacimiento en 1957 a un espacio recién remodelado, como la Glorieta, y a la espera de que, poco después, en su zona elevada sita frente al Palacio Episcopal se instalara el monumento a Belluga, como ya se contó en estos “ayeres”, el espacio acogió la instalación de Martínez Ramón y las ya habituales figurillas salzillescas creadas por José Nicolás Almansa. La inauguración seguía llevándose a cabo en Nochebuena, poco antes de que los congregados en el acto marcharan a ocupar un puesto en la mesa familiar par la cena más entrañable del año.

El recorrido belenista siguió en 1958 huyendo de la repetición, y fue así como el paseo central de la avenida de Alfonso X el Sabio, en su arranque entre los conventos de las clarisas y las dominicas, se vistió de Navidad y se convirtió en visita obligada para los murcianos. Entre los atractivos de esta edición cabe reseñar la reproducción de la Rueda de la Ñora.

Lo que empezó siendo descentralización belenista para dar cancha al nuevo barrio de Vistabella, acabó en el puro cogollo de la ciudad, que para muchos de nosotros sigue siendo el entorno catedralicio, por más que el urbanismo nos quiera llevar hacia un horizonte norte marcado por centros comerciales 

Como fue motivo de asombro, en 1959, el espectacular remedo del templo egipcio de Abu Simbel que Martínez Ramón dispuso para recordar el paso de la Sagrada Familia por el país de los faraones. Fue esta vez el romántico jardín de Santa Isabel, a dos pasos de mi domicilio familiar, el que sirvió de marco para las escenas del Nacimiento de Cristo.

En el cruce de la calle de Madre de Dios con la Gran Vía montó el Ayuntamiento su belén peregrino en 1960. La espectacularidad del conjunto se deduce fácilmente de la descripción que ofreció la prensa: siete metros de altura por veinte de fondo, lo que lo convertía en el mayor de los cinco realizados por Martínez Ramón.

Su portada estaba compuesta por dos campanas de más de .dos metros de altura cada una, con tres ángeles de metro y medio. El público entraba por debajo del monumental campanario y en el lateral izquierdo figuraban la Anunciación y el sueño de San José. Al fondo se extendía la ciudad de Jerusalén, con una muralla de cinco metros de altura y un arco de 1,80 metros. También había un gran oasis de diez metros y medio de longitud por cuatro de fondo, con sesenta palmeras de más de tres metros de altura, tres de las cuales servían de cobijo a la Sagrada Familia durante la huída a Egipto.

Por fin, el belén llegó nuevamente a la plaza de la Cruz, al arrimo de la Torre y en la desembocadura del fluir humano de la Trapería. Y repitió en aquel lugar después, en torno al crucero que da nombre oficioso al lugar.

De modo que lo que empezó siendo descentralización belenista para dar cancha al nuevo barrio de Vistabella, acabó en el puro cogollo de la ciudad, que para muchos de nosotros sigue siendo el entorno catedralicio, por más que el urbanismo nos quiera llevar hacia un horizonte norte marcado por centros comerciales. 

Y de este modo, de belén en belén, estos “ayeres” desean a los lectores Feliz Navidad.

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