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'La ciudad oculta', un recorrido que parece Ci-Fi junto a los trabajadores del subsuelo de Madrid

Con motivo de la cumbre de la OTAN, aparecen en los medios alusiones al dispositivo policial que se va a establecer en la capital. Uno de los detalles que más se mencionan son los agentes que velarán por el subsuelo, un espacio que solo se menciona en estas situaciones. Sin embargo, hay trabajadores en él todo el año. Un documental experimental de Víctor Moreno les siguió durante una jornada de trabajo y mostró todo aquello como lo que parece, un escenario de ciencia ficción

18/06/2022 - 

MURCIA. Todos los que quedaron mordidos y contagiados por la ciencia ficción encuentran un atractivo morboso en los edificios abandonados, sobre todo si han sido industrias o bases ya sean de bomberos, científicos o militares. Es una atracción inexplicable, similar a la tantas veces evocadas en las películas y libros del género que proponen el contacto con vestigios de civilizaciones extinguidas o naves con la tripulación muerta.

Personalmente, he enredado muchas veces con este tipo de impulsos, pero si algo me dejó de vuelta y media en su día, fue una experiencia en el metro de Madrid. Intenté cogerlo a las tantas y, juro que no miento, apareció un tren cargado de maderas y los maquinistas me invitaron a subir. Siguieron línea arriba hasta dejándonos al pequeño grupo de personas que nos subimos. Era totalmente descapotable y me permitió ver todo detalle de los túneles. Todavía sigo sin explicarme quiénes eran esos y qué hacían, pero la experiencia no la olvidaré nunca.

Muchos amigos, especialmente los grafiteros, conocían entresijos de los túneles del metro y espacios en los que colarse que no estaban a la vista. Por amor a la vida que tiene uno, nunca me dio por meterme en la oscuridad del túnel con metros circulando, pero la cuestión es que ahí hay algo que atrae. No por casualidad, los connoisseurs del metro cuando pasaban entre Iglesia y Bilbao pegaban la nariz a la ventanilla para ver la estación fantasma de Chamberí. Ahora ya es un museo, pero durante muchas décadas era un espacio abandonado, congelado en el tiempo, en el que se refugiaban sin techo, de modo que al mirar no solo se adivinaban las formas de la estación, también sombras o siluetas en movimiento.

Ocurre lo mismo con los canales subterráneos. Muchas veces, los periodistas han hablado fascinados de los canales del subsuelo madrileño, aunque ya supiera de ellos todo aquel con mínimo conocimiento de la historia de la ciudad. Se dice que fue uno de los motivos por los cuales Felipe II trasladó la capital a Madrid, por los acuíferos. En su momento, llegaron a ser 124 kilómetros de galerías que captaban el agua por infiltración y la llevaban hasta las fuentes públicas de la ciudad. Muchos han sido destruidos, porque crece a golpe destructivo con el patrimonio arqueológico, pero muchos ahí siguen.

El caso es que nadie como el cineasta canario Víctor Moreno ha sabido captar el encanto del ese espacio tan poco conocido como frecuentado: el subsuelo. Su documental se titulaba La ciudad oculta, disponible en Filmin, y fue premiado en los Feroz y circuló por festivales de todo el mundo, de Nueva York a Tesalónica, pasando por Sevilla, Melbourne y Hong Kong. Sin embargo, en España, según cuentan las crónicas tuvo un estreno muy limitado en salas de cine y solo lo vieron unas mil personas. Tratándose de un documental de corte experimental, en el que no hay narración, tan solo los sonidos de que se cuelan en la imagen y las palabras de los trabajadores, tampoco es algo extraño.

Como reza la película al principio, conviene verla con las luces apagadas y unos buenos auriculares. Es una experiencia para sumergirse en ella. Quienes alucinasen con las escenas de mineros de Júpiter de Atmósfera Cero, la parsimonia espacial de 2001, o las galerías angostas de Alien, el octavo pasajero, pueden jugar a buscar esas sensaciones en los túneles del metro y sus inhóspitas galerías paralelas por las que se mueven los abnegados currantes subterráneos. De hecho, hay una escena en la que un trabajador mira hacia arriba, hacia una luz lejana que hay en el techo mientras le caen gotas de agua en la cara, que es calcada a la muerte de Brett, Harry Dean Staton, en la película.

La idea para una cinta como está surgió de lo más banal, de viajar en metro continuamente. Moreno de repente empezó a obsesionarse con lo que se podía entrever en la oscuridad de los túneles y a preguntarse qué habría ahí detrás. También pensaba continuamente sobre las alcantarillas y, el resultado de todo aquello, fue esta experiencia que está deliberadamente pensada para que sea un viaje interior del espectador. La ambiciosa idea de Moreno era sobre todo explorar la sensibilidad del que viese la película. "Cuando entramos en este lugar desconocido, nuestro cuerpo se transforma o, por lo menos, empezamos a percibirlo todo de forma diferente. Porque, sin referentes, nuestros sentidos se agudizan", declaró en la revista Mutaciones

El resultado es una película sobre todo hipnótica. Resulta difícil de creer la longitud de algunos túneles y no es extraño acabar preguntándose hasta dónde llevan, porque no existe ninguna referencia con el exterior. De esta manera, los trabajadores parecen astronautas adentrándose en un espacio desconocido. Volviendo a Alien, hay otra escena muy similar a una de la película. Cuando Dallas se adentra en los conductos del aire en busca del xenomorfo, aquí hay un trabajador que penetra en un pequeño túnel incómodo lleno de cables por el que casi no se puede mover, igual que el capitán del Nostromo, atrapado en la galería.

Al final, cuando aparecen planos del exterior, el espectador se siente una especie de voyeur y concibe lo normal, lo de fuera, como extraño. Tal es la inmersión en las profundidades que logra este documental que consigue que nos sumamos en un sueño letárgico y que lo que nos extrañe sea lo normal.

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