La página de Facebook de un hotel en Zanzíbar iba como un tiro. El empresario creó Pili Pili televisión, Pili Pili magazine, se hizo con un equipo de fútbol local que bautizó como Pili Pili, trajo famosos a galas benéficas y, con toda esa parafernalia, consiguió inversores para su cadena hotelera. El remate fue el Pili Coin, una moneda que circularía solo en sus hoteles. La idea era comprar más hoteles, establecer la cadena con esas tácticas agresivas, y venderla sin haber llegado a pagar nada
MURCIA. Durante la pandemia, me extrañó el caso de varios amigos de Europa del Este que tenían conocidos dándose la vida padre por África. No me lo podía creer, pero ellos insistían pasándome sus fotos en redes sociales. Estaban en Zanzíbar, en unos paisajes espectaculares, mientras todos nosotros andábamos con las mascarillas, las privaciones y los sustos.
Ahí quedó la cosa, me quedé con que había gente muy aventurera que se lo montaba muy bien. Luego, viendo un documental en Max, se me encendió la bombilla. Se trata de El Rey de Zanzíbar, la historia de Wojciech Żabiński, un empresario que logró hacer famoso su hotel en esa isla a través de las redes sociales, consiguió que todo el mundo hablara de él como loco permitiendo que en sus instalaciones se pudiera beber y comer sin límite, todo incluido, y cuando la demanda crecía, empezó a abrir más hoteles con un ritmo frenético, hospedar todas las solicitudes que pudo y, como suele ocurrir en estos casos, dejar de pagar, no dar ningún servicio y escapar.
No obstante, promete más la sinopsis que el contenido. El documental no justifica su duración de tres episodios ni por casualidad. Hay momentos que pretenden hacer reír, como cuando en un hotel a medio construir se equivocan con la longitud de los colchones de las camas, con los huéspedes esperando dentro, y los trabajadores locales los adaptan a machetazos. O cuando se crea el himno de Pili Pili para recaudar fondos “para la comunidad”, celebrando eventos con famosos polacos, todo con el objetivo de labrarse una reputación.
De hecho, un hombre al que le estafaron un millón de dólares como inversor, había visto la oferta en Facebook y, al rastrear el nombre del empresario, vio que estaba rodeado de famosos. Literalmente, dice “si se codea con los famosos de la tele, confío en él”.
La burbuja fue a lo grande. El empresario creó Pili Pili televisión para que los turistas siguieran conectados a la isla y para atraer a nuevos. También publicó la revista Pili Pili Trotamundos magazine y patrocinó un equipo de fútbol, el Pili Pili, con jugadores locales. Diríamos que ese es el trío de ases de cualquier empresario oscuro del siglo XX, pero como nos encontramos en el XXI, faltaba un ingrediente: creó Pili Coins, una moneda para pagar en sus hoteles con apariencia de chollo. Si el viaje costaba mil dólares, con Pili Coins te salía por la mitad. La gente se puso como loca a comprar Pili Coins.
Y así se llegó al gran día. El momento en el que los hoteles no tenían ni un duro. Siempre arrastraban problemas financieros porque todo el dinero se iba a la apariencia, no a la gestión, pero llegado determinado momento, no había nada. No hubo sueldos y empezaron a escasear los productos básicos dentro, no había ni carne ni pescado: “La gente solo veía las fotos de las redes sociales, no tenía ni idea de lo que pasaba dentro”, dice una extrabajadora.
El truco del almendruco consistió en formar una junta directiva porque, le dijo a sus trabajadores, habían crecido mucho y él ya no podía manejar toda la gestión. A partir de ese momento, unos expertos iban a dividirlo todo en departamentos y a informatizar el sistema. Mientras tanto, cada vez que alguien se quejaba de un retraso, le daba el dinero en la mano. Así lograba mantener la sensación de que sí que había dinero, pero que los fallos eran organizativos. Lo siguiente fue lo imaginable: Hay que despedir a la mitad de la gente. Fueron a razón de cien despidos al mes.
Entonces, sorpresa. La fiesta de Nochevieja iba a ser la mayor de la historia, con un escenario que costó miles de dólares. A los trabajadores no les quedaba más remedio que confiar, si se hacía una fiesta de ese calibre, cómo iba a ir mal el hotel. Pero la bola dejó de rodar y hacerse más grande cuando llegaron noticias de Polonia. Gazeta publicó que Żabiński había sido condenado a dos años por una estafa cometida diez años antes. Había comprado un piso y, antes de pagarlo, se lo vendió a otro. Eso era, exactamente, lo que estaba tratando de hacer en Pili Pili, hacer crecer la cadena hotelera, petarla de turistas y venderla antes de haber pagado nada.
En realidad, las docenas de empresas que había creado en torno a Pili Pili, cual Ruiz Mateos de Rumasa, lo que hacían era facturarse unas a otras. Al mismo tiempo, el hombre echaba horas borrando comentarios negativos en la página de Facebook, porque los turistas ya volvían con experiencias desagradables y se sentían timados. Que el muro estuviese limpio de conflictos fue clave para seguir colocando ofertas vacacionales. Esos paquetes promocionales eran una forma de conseguir dinero rápido y liquidez. Eran ofertas irresistibles, pero tenían en contra las fechas. Eran a meses vista, la gente hacía acopio para ellos y para sus amigos, depositaba bastante dinero, del orden de cuatro mil dólares por grupo, y mientras esperaba que llegara el día de las vacaciones, el empresario ya había podido coger el dinero y… correr.
Después de esto, el documental recoge los testimonios de los trabajadores y los turistas que se habían quedado colgados con los bolsillos llenos de Pili Coins. Ellos mismos tuvieron que meterse en las cocinas a buscar comida por donde fuera y cocinársela. Pero lo más grave fue que la cadena hotelera era la que más contrataba a personal local de la isla. Acabó interviniendo el ejército.
Este documental da para varias reflexiones. Se vende como una gran historia en Max, pero es simplemente una estafa sucedida en Polonia. Eso no quiere decir que no sea interesante, pero no es extraordinaria. Quiebras por estafas se producen continuamente ¿Nos acordamos de las quiebras de cadenas del sector dental en España? Lo que no tiene sentido es darle un formato de tres episodios como si fuera El robo al banco de Inglaterra. Sin embargo, la información, y más la de internacional que no está relacionada con conflictos bélicos, brilla por su ausencia en España. Da urticaria a los responsables de los grandes medios. Y es lógico, el público español no quiere saber nada de ella. Ver a Max presentarla como entretenimiento a ver si cuela no deja de ser enternecedor.