MURCIA. No ha de pensar el lector de estos ayeres que el hecho de que la Sociedad del Tiro de Pichón, hoy Club de Campo, ande de centenario, como se derivaba de nuestra anterior andanza, ha de traducirse en que esta práctica deportiva, hoy muy restringida ya en Europa, cuente con esa antigüedad en nuestra tierra. De hecho, hubo clubes de esta especialidad en Jerez de la Frontera, Sevilla y Madrid creados entre 1868 y 1876, y espacios habilitados para su práctica en Murcia desde poco tiempo después.
Por ejemplo, el que se instaló en diciembre de 1884 en la Posada del Malecón, establecimiento que citábamos hace un par de semanas al aludir a la versión acartonada del palacete Stárico-Codorniú que ha servido de acceso al recinto de los huertos (que precisa de un replanteamiento serio, aunque sólo sea para que se pueda circular por él, pero esa es otra historia).
Pero no era ésta la primera experiencia en la ciudad, ya que en el mismo anuncio en prensa de la novedad se aludía a que "no estará como esta feria lo tuvo aquí otro, dentro de una balsa, pues el pichón estará libre para hacer mejor blanco".
Sin perjuicio de que el pobre pichón hiciera mejor o peor blanco, en una u otra forma, lo cierto es que las principales ferias de España, y la de Murcia era una de ellas, contaban por aquellos años de finales del siglo XIX entre sus programas con la presencia prestigiosa del tiro, que estaba de moda y era habitual en la agenda de diversos miembros de la familia real.
En 1891, en el mes de octubre, encontramos una convocatoria para llevar a cabo una jornada de tiro en lugar tan propósito, por lo serrano y por la denominación, como el paraje de la Paloma, cerca de la famosa venta de igual nombre, en el que, con los años, se instalaría la sociedad a la que venimos dedicando hoy estos ayeres. La sesión sería vespertina y se puso a disposición de los interesados un servicio de tartanas, aquellos carruajes cubiertos tirados por un caballo que algunos aún vimos en funcionamiento por las calles de Murcia.
Pero aquella instalación resultó efímera, y a primeros del mes de diciembre ya se anunció el traslado a Espinardo, a lo que se convertiría en el año 1900 en el Tiro Nacional, que contó con unas espléndidas instalaciones hasta la llegada de la Guerra Civil. Sin perjuicio de este traslado, se concedió sólo unos meses después permiso a un particular para que estableciese un tiro de pichón en el Malecón, nueva muestra de que era un deporte al alza, si bien no faltaban, ya entonces, quienes deploraban el trato dado a los pichones.
El pabellón construido en la primera década del siglo XX en los terrenos del Tiro Nacional, en Espinardo, ofrecía un soberbio aspecto, y los relatos en torno a su apariencia reflejaban el sentir social al respecto: "Todo ello es agradable, y más encantador aún los días de tirada, que se convierte aquello en punto de reunión de la gente ‘chic’.(…) El campo de tiro, todo su perímetro es uno de los mejores de España y, sin duda, el más pintoresco, pues desde los torreones del chalet se contempla la vega murciana, como un ondulante cristal verde azulado, y al fondo Murcia, con su torre que se yergue altiva y majestuosa".
Si duda fue uno de los hitos importantes del tiro en Murcia, como lo fue, con tanta o más razón, el reseñado estreno, en 1923, de la actual sociedad, reconvertida en Club de Campo en 1989, y de su chalet en el parque Ruiz Hidalgo, que se convirtió en punto de encuentro habitual de la sociedad murciana, como quedó explicado hace una semana en esos ‘ayeres’. Lo confirmaron los bailes de carnaval del año 1924 en el primero de los cuales fue estrenado el salón de baile.
Las actuales instalaciones, en el paraje de Buenavista, no lejos de aquel lugar donde ya se practicaba esta suerte en la década final del siglo XIX, fueron inauguradas en los primeros días de febrero del año 1945, sustituyendo a las que se venían usando en la cercana pedanía de Los Garres.
Fueron bendecidas las instalaciones el primer domingo del mes, siendo presidente del club Martín Perea. La crónica del semanario Murcia Deportiva era sumamente elogiosa, resaltando que el aspecto del campo era magnífico, y estaba situado "en una gran planicie de la parte más alta de la finca, tiene las dimensiones reglamentarlas máximas, con todas las comodidades necesarias para el tirador. Junto a dicho campo se encuentra el edificio destinado a chalet, de grandes proporciones, con cuatro fachadas".
Tras enumerar las dependencias y reseñar que contaba en su parte superior con locales que, según el presidente, pensaban destinar "a alcobas para los forasteros que quieran permanecer en el campo durante los días de tirada", aseguraba el cronista que el campo de ‘Buenavista sería "uno de los mejores de España y el orgullo de los tiradores murcianos".
Otros deportes, como la hípica, y más tarde el tenis, ocuparon su espacio en aquél terreno, que con los años se convirtió en vecino de la Ciudad Sanitaria ‘Virgen de la Arrixaca’, luego del Colegio El Limonar, en terrenos cedidos por el club deportivo, y después del prestigioso restaurante ‘La Cabaña’.
Y si el deporte del tiro de pichón fue decayendo con los años, a cambio se encumbró la práctica tenística, que alumbró hace unos a una figura consagrada en el plano internacional como es Carlos Alcaraz. Y todo empezó con los pobres pajaritos.