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COMO AYER / OPINIÓN

La Sala de Verónicas: hermanas pobres con rica historia

7/12/2023 - 

MURCIA. Tras leer que los transportistas comienzan a negarse a repartir mercancías en Murcia por los problemas derivados de nuestro admirado Plan de Inmovilidad, tan traído y llevado en estas páginas desde hace casi un año; y comprobar en la página de tráfico en directo que las líneas de un intenso color rojo se extienden por las principales vías de la ciudad, y en especial por el sufrido barrio del Carmen, que para eso es el de los coloraos (nazarenos, no autobuses), decidí invitar a los asiduos de estos ayeres escapar del mundanal atasco y desplazarse al cercano y apacible monte de la Fuensanta, en cuyas cuestas se suceden los conventos.

Por orden de aparición, las monjas antonias, verónicas, carmelitas y benedictinas se suceden entre Algezares y el Santuario de la Patrona como las cuentas de un rosario hecho de oración, trabajo y silencio. Aunque no del todo, porque las hermanas pobres de Santa Verónica también le dan a la canción, al punto de que su presencia musical en las redes sociales les ha deparado cierto éxito y un buen número de seguidores.

"La Comunidad Autónoma compró el templo en enero de 1988"

Pero su actividad se extiende también a la Feria de Artesanía del paseo de Alfonso X el Sabio, donde tienen su espacio, el primero llegando desde Santo Domingo, para mostrar las habilidades manuales que atesoran, puestas de relieve en sencillos pero bonitos objetos para regalar. Y son jóvenes, y de la tierra. En un tiempo en el que tantas veces sabemos de históricos conventos que cierran sus puertas por la falta de vocaciones y el envejecimiento de las monjas restantes, las hermanas pobres o verónicas son jóvenes. Jóvenes que viven la pobreza de bienes materiales con alegría y riqueza espiritual.

Savia nueva en una vieja fundación, ya que las monjas verónicas llegaron a Murcia, como quedó dicho al escribir aquí sobre el tramo de muralla que quedó al descubierto cuando el derribo del antiguo convento, en el siglo XVI, y en concreto en 1529, cuando Isabel de Alarcón dispuso en su testamento que donaría sus casas y un patrimonio de 14.000 ducados en propiedades rústicas e inmobiliarias para la fundación de un convento cuya comunidad siguiese la observancia de la regla de la Tercera Orden de San Francisco de la Penitencia, con el título de Santa Verónica.

Un convento que fue declarado en ruinas en 1981, cuando ya las monjas habían estrenado su moderno cenobio de Algezares, donde residen en la actualidad. No produjo sorpresa la noticia, porque ya en los años 1977 y 1978 se registraron intervenciones de los bomberos para sanear las deterioradas cornisas del antiguo edificio. En todo caso, no fue hasta febrero de 1985 cuando se aprobó la demolición del convento, condicionada a asegurar la consolidación de la iglesia, que podía verse afectada por el derribo.

La Comunidad Autónoma compró el templo en enero de 1988. Tras el proceso de restauración, se instaló en el coro alto y bajo y en las tribunas el Centro Regional de Restauración y Conservación de Bienes Culturales en la zona del coro alto y bajo y en las galerías de acceso a las tribunas, mientras que la planta de la iglesia fue acondicionada como sala de exposiciones temporales, misión que sigue cumpliendo mientras que los restauradores se marcharon a las nuevas instalaciones del Polígono Oeste.

Pero hasta llegar a ese punto, hay que recordar, en el extremo opuesto de la historia, lo que supuso la inauguración aquella iglesia situada en el área conventual del Plano de San Francisco, frente al monasterio de los franciscanos y en vecindad con el de las carmelitas descalzas, con las que se reencontraron con el tiempo en el monte algezareño.

Fue ésta un magno acontecimiento religioso, como puso de manifiesto Javier Fuentes y Ponte en su Murcia Mariana, pues tomaron parte en el evento todos los estamentos sociales de la ciudad: desde los humildes frailes de San Francisco, que por su condición franciscana ejercían de capellanes del convento, hasta los señores del Cabildo Municipal, con sus mejores galas.

Fueron los promotores del acto Francisco de Sandoval, marqués de Alarcón, por su patronazgo sobre el convento; el regidor Juan Sandoval, por el municipio; y el obispo Juan Mateo López, junto a la abadesa Sor Josefa Ablinces.

Los conventos suelen ser conocidos por el apelativo popular de las monjas y frailes que los ocupan, tomado del nombre del mismo unas veces o del que recibe la orden en otras ocasiones. Pero es frecuente que sus verdaderas denominaciones pasen desapercibidas para los ciudadanos, incluidos aquellos que transitan a diario frente a sus muros.

Es el caso del convento del Corpus Christi, verdadero nombre del que acoge a las agustinas, por más que el retablo lo preside la magnífica imagen de San Agustín, patrono de la orden. O como sucede con el de la Exaltación del Santísimo Sacramento, mejor conocido como el de capuchinas del Malecón, aunque su emplazamiento histórico fuera, aproximadamente, el que ocupa en la Gran Vía la hoy desocupada Delegación de Hacienda.

Pues bien, la de las Verónicas fue la iglesia del Salvador, como puede constatar aún hoy el lector curioso si se pasa por aquella calle peatonal que separa el mercado de la que es hoy sala de exposiciones.

Una bella fachada, coronada por la airosa imagen pétrea de Cristo Salvador, que Guillén Selfa, en su trabajo sobre esta obra terminada en 1755, describe como un alzado "recoleto, sencillo y bonito". Pasen a comprobarlo.

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