como ayer / OPINIÓN

Los imperturbables de Floridablanca

18/05/2023 - 

MURCIA. Hoy se consuma el cierre del Puente Viejo o de los Peligros al tráfico en aras del célebre plan de inmovilidad, que viene dejándose notar por distintos puntos de la ciudad desde hace meses y que en lugares como El Carmen y Espinardo ha encontrado fuerte contestación por parte de vecinos, comerciantes y, en el caso de la otrora pedanía, incluso de un colegio.

Ya queda menos para poder comprobar si el resultado final de las obras del dineral europeo se traduce en el calmado de tráfico y el reinado beatífico del peatón, si a ciclistas y patineteros les da por usar sus espacios y no los ajenos, o si se consuma el caos que muchos temen… o tememos.

Si pese a las barricadas el paseante intrépido se llega hasta el Museo Cristo de la Sangre, a la vera de la Iglesia del Carmen, podrá admirar en su sala alta una interesante muestra llamada ‘El taller del maestro. González Moreno’, en la que encontrará una variopinta acreditación de la calidad escultórica del artista de Aljucer, a través de sus bocetos, escayolas, barros y modelos, que se suman a las dos maravillas que forman parte de la colección permanente: los pasos ‘coloraos’ del Lavatorio y las Hijas de Jerusalén.

La exposición nos recuerda a Juan González Moreno como autor de varios monumentos situados en las calles y plazas de la ciudad, de los cuales ya se dio noticia en estos ‘ayeres’, como la estatua de la Inmaculada, en la plaza de Santa Catalina, de 1954; la del Cardenal Belluga, en la Glorieta, de  1958; o la Fama, originalmente en Santa Isabel y hoy en los jardines de Flomesta, a orillas del río, de 1972. Pero también de grandes obras como la impresionante colección de retablos del Santuario de la Fuensanta, relieves y otras esculturas urbanas, como los dos niños de la fuente situada en el lado oeste de la Glorieta, o retratos de un rigor y una expresividad admirables.

Y yendo de una cosa a otra, la escultura callejera ha de conducirnos al vecino jardín de Floridablanca, que pasa por ser el primer gran jardín público y donde encontramos en nuestro recorrido por su interior hasta media docena de obras de indudable interés y merecida mención, aunque ninguna de ellas sea obra del mentado González Moreno, que inspiro nuestro desplazamiento al popular barrio de la Ratonera, hasta ahora llamado del Carmen y que un día, en los disparatados y sangrientos días de la Guerra Civil, llegó a llamarse de La Pasionaria.

Por razón de la antigüedad del monumento, de la importancia del personaje efigiado y de la alzada de la columna que lo sustenta, debe ser citado en primer lugar el dedicado al conde de Floridablanca, el murciano José Moñino Redondo, que da nombre al espacio urbano y que vio honrada su memoria por los grandes servicios prestados a la Nación, sobre todo al servicio del rey Carlos III, y al viejo Reino de Murcia.

Fue un italiano afincado en Murcia tras la Guerra de la Independencia, Santiago Baglietto, el encargado de llevar a efecto el acuerdo adoptado por el pleno del Ayuntamiento el 12 de enero de 1847 a propuesta del alcalde, Salvador Marín Baldo. La columna sobre la que se erige la estatua pétrea del notable político se destinó inicialmente a una efigie del rey Fernando VII, aquél que pasaba de un rato para otro del “marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional”, a llamar a los 100.000 hijos de San Luis para restablecer el absolutismo y andar por el país como Pedro por su casa.

Y ya que a reyes se alude, habrá que dejar establecido que bastante antes de que Floridablanca ocupara el lugar más destacado del jardín carmelitano, casi un siglo atrás, los escultores Jaime Campos y Manuel Bergaz, que trabajaron también en las obras del gran imafronte catedralicio, realizaron las estatuas de los reyes Fernando VI y Bárbara de Braganza para lo que se llamaba entonces la alameda del Carmen.

Medio siglo más tarde, fueron retocados los rostros con motivo de una visita del rey Carlos IV y su esposa María Luisa de Parma, para que se asemejaran a los nuevos monarcas, y tras su paso por el semiolvido de los almacenes municipales, ocupan en la actualidad un lugar en el patio de acceso al Museo de Bellas Artes.

En los años 20 y 30 del pasado siglo, plazas y jardines acogieron un buen número de obras del escultor José Planes, natural de Espinardo y asentado durante buena parte de su exitosa trayectoria artística en Madrid. Entre ellas encontramos en Floridablanca dos buenos ejemplos de su capacidad creativa y expresiva.

De un lado, el busto dedicado al poeta y periodista José Selgas, obra del año 1922, erigida en el desaparecido Parque de Ruiz Hidalgo y trasladada posteriormente a Floridablanca. Planes recibió el encargo encaminado a conmemorar el centenario del nacimiento del escritor y los 40 años de su fallecimiento. De otra parte, la estatua sedente de Pedro Jara Carrillo, que fue director del periódico El Liberal e inspirado autor de la letra del himno a Murcia y del dedicado a la Virgen de la Fuensanta. La imagen de Planes es de 1933.

Tras la Guerra Civil, un monolito conmemoró la entrada en Murcia de la IV Brigada de Navarra el 29 de marzo de 1939 sólo tres días antes del final de la contienda. Con la llegada de la democracia, fue transformado en un sencillo homenaje a la Paz.

Finalmente, en tiempos más recientes, se incorporaron a la nómina de habitantes imperturbables de Floridablanca el escultor y gran defensor de los auroros Antonio Garrigós, con busto debido a José Molera en 1978; y el Nazareno Colorao, realizado por Manuel Nicolás Almansa en el año 2000, que da réplica, mirando al Carmen para ver salir la procesión, al que contempla el discurrir de los pasos murcianos desde la Glorieta, obra de Antonio Campillo. Un caso que no debe ser demasiado habitual a lo largo y ancho de la geografía española. Pero es que una cosa es Murcia y otra El Carmen.       


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