MURCIA. Tengo una bignonia grande y generosa echando lindas flores hasta decir basta. Todos los años, como un Manostijera cualquiera, le explico por dónde quiero que crezca y, sin embargo, ella, erre que erre, insiste en echar las ramas por el lado que no quiero, porque me quita luz en el porche, pero no hay manera de que aprenda.
Qué diferencia con las ratas que anidaron un año en la enredadera que abraza la valla junto al estanque y que, como no sabía cómo eliminarlas, se lo comenté a un amigo y, éste, ni corto ni perezoso, a los pocos días apareció con el maletero de su coche cargado de escopetas como Rambo. Cogió una de dos cartuchos y, tras comprobar que no había peligro en la dirección del disparo, les descerrajó un tiro a bocajarro, y los roedores salieron despavoridos en todas direcciones. Ciertamente, captaron el mensaje a la primera. Nunca más volvieron a anidar allí.
En estos tiempos en los que parece ser que, menos el ser humano, todo cuanto nos rodea es inteligente: teléfonos, electrodomésticos, vehículos, etc. Me gustaría hablar de "la inteligencia de las plantas". Una cuestión esta que resulta cada vez menos controvertida, gracias a los descubrimientos realizados durante los últimos años y divulgados por autores como Francis Hallé, Stefano Mancuso, Peter Tompkins y Christopher Bird, o nuestro vecino Paco Calvo, profesor e investigador de la Universidad de Murcia y autor del interesante libro Planta Sapiens, recién editado.
Aunque ya Darwin observaba estos comportamientos sorprendentes de las plantas, no es hasta los años 60 del pasado siglo cuando comienzan a reproducirse por doquier los experimentos para tratar de profundizar en esta cuestión.
"hay comportamientos de las plantas que denotan cierta inteligencia"
En una conferencia en el Real Jardín Botánico del CSIC dijo en tono jocoso el citado profesor Hallé que era difícil hablar de inteligencia en las plantas porque el significado de esa palabra lo había redactado el hombre, pensando en sí mismo y, por tanto, como juez y parte, lo que constituye una situación jurídicamente muy sospechosa. Por ello, para salvar esta limitación y dar cabida a las plantas, en 2017, un grupo de botánicos propuso como inteligente a todo ser vivo capaz de resolver los problemas relacionados con su supervivencia mediante el aprendizaje y la memoria de lo aprendido.
Y, ciertamente, ateniéndonos a esta nueva definición, hay comportamientos de las plantas que denotan cierta inteligencia. Por ejemplo, el demostrado por los científicos con la pasiflora, un tipo de enredadera. Consistió el experimento en ponerla junto a tutor en el que enrollar los zarcillos que emite para agarrarse y así poder trepar. De manera que cuando la pasiflora detectaba ese tutor lanzaba un zarcillo hacia el mismo pero, el investigador, cuando estaba a un milímetro de alcanzar el tutor, lo movía de sitio a un nuevo emplazamiento a 5 centímetros del anterior. La pasiflora echaba entonces un nuevo zarcillo para alcanzarlo de nuevo, pero ese avieso científico volvía a correr otros 5 centímetros el tutor. Así, con esa mala leche, estuvo puteando a la pasiflora y observó, con sorpresa, que la pasiflora comenzó a echar los zarcillos 5 centímetros más adelante de donde él ponía el bambú, obviamente para anticiparse al próximo movimiento y poder por fin asirse.
O el comportamiento observado hace años en las púdicas, unas plantas que pliegan sus hojas cuando detectan una amenaza; por ejemplo, cuando las tocamos con las manos o cuando traqueteamos sus macetas de manera brusca y que, sin embargo, tras repetir de manera intermitente varias veces dicho traqueteo, la planta deja de protegerse cerrando sus hojas, seguramente porque ha aprendido que esos movimientos bruscos no encierra peligro alguno.
O el comportamiento observado por Ernesto Gianoli y Fernando Carrasco-Urra en 2014 en Chile, en la enredadera boquila trifoliolata, que se mimetiza con las plantas por las que trepa para disminuir su depredación por parte de los herbívoros. Y que es capaz de cambiar el tamaño, la forma de sus hojas, su color, orientación e incluso sus patrones venosos de manera distinta en cada una de sus ramas para parecerse a distintos árboles al mismo tiempo, en un despliegue increíble de intercambio de información entre los árboles y la boquila.
"la preciosa bignonia que tengo es un pelín retrasada, escasa de inteligencia y de memoria o ¿es que es un pelín terca, como un adolescente?"
A estos comportamientos inteligentes se suman otros que demuestran la capacidad de las plantas para comunicarse. Por un lado, por vía aérea, como demostraron hace años un grupo de investigadores de la Universidad de Pretoria en Sudáfrica, que observaron en las sabanas africanas cómo las acacias, cuando son comidas por las voraces gacelas, sintetizan y comienzan a segregar en tan sólo 20 segundos un conjunto de sustancias que las hacen no apetecibles, lo que provoca que el animal se busque otra planta. Y no sólo eso, sino que ésta acacia injuriada avisa a otras que se encuentran a favor del viento mediante la liberación de compuestos volátiles y, de este modo, puedan preparar este mecanismo de defensa con anticipación. Por otro lado, por el suelo, bien directamente contactando sus raíces o a distancia, a través de la red de finos y largos filamentos de unos hongos denominados micorrizas que actuarían a modo de red (como nuestros ordenadores conectados por cable de fibra óptica).
Las plantas tienen además numerosas vías de captar la información del medio que las rodea, una adaptación al medio incrementada tal vez por su incapacidad para desplazarse, para huir como los animales cuando les acecha algún peligro, como los incendios, los cambios climáticos acaecidos a lo largo de la historia de la Tierra, o los depredadores –hombre incluido-, entre otros.
Así, por ejemplo, son sensibles a los cambios lunares, de tal modo que el grosor de los troncos fluctúa a la par de las mareas; o detectan los movimientos sísmicos a través de su entramado de raíces, que actuaría como una antena amplificadora, lo que ha sido aprovechado en Japón para desarrollar equipos predictivos de terremotos; o radiografían el suelo y dirigen sus raíces hacia donde su crecimiento es más favorable evitando los obstáculos antes de chocar con ellos; o incluso son capaces de captar las ondas sonoras, tal y como se puede comprobar en esas plantas chinas que cuando se canta y baila junto a ellas se mueven como queriendo seguir el ritmo; entre otros muchos súper poderes.
Aceptemos pulpo como animal de compañía, pero digo yo que habrá unas plantas más listas que otras, como sucede con los animales y las personas, ¿por qué no? Y digo esto porque, para mí, la preciosa bignonia que tengo a la entrada de mi huerto, sin embargo, es un pelín retrasada, escasa de inteligencia y de memoria, o ¿es que es un pelín terca, cabezota, como un adolescente? ¡Ajá, eso lo explicaría todo...! En fin, lo dejaré porque creo que me estoy metiendo en otro jardín.