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el pasico del aparecido / OPINIÓN

Epistemología del "folleteo"

El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, conversa con el líder de Vox, Santiago Abascal, en el Día de la Hispanidad.
3/12/2022 - 

CARTAGENA. En el fragor de un debate en el parlamento madrileño sobre la ley del solo sí es sí, cuyo efecto práctico más inmediato ha sido rebajar las penas de varios agresores sexuales, una diputada de Podemos ha proclamado que cree que sus colegas del PP y de Vox "ni siquiera saben follar". Dada su edad y condiciones físicas, no está el Aparecido en condiciones de perfeccionar tan jugoso arte. Es más, recurrir a los servicios de alguna profesional especializada en personas con discapacidad podría, si la ley contra la prostitución saliese adelante, costarle hasta cuatro años de cárcel. Porque así van las cosas en España: si pones la bandera rojigualda en el tablón de anuncios de un aula balear, te echan del colegio y el Gobierno regional te reprende; si maltratas al gato de tu mujer es como si la hubieses maltratado a ella; es posible que dieses con tus huesos en la cárcel si te permitieses un escarceo pagado con alguna pilingui... En cambio, si apruebas leyes de desconexión con España y declaras la independencia de Cataluña, te indultan primero y luego te derogan el delito de sedición por el que te condenaron. Visto ese panorama, el Aparecido renuncia a aprender a follar mejor. Además, de que lo que la Naturaleza no te lo da, Salamanca no te lo presta. De modo que, ¿para qué intentarlo?

"no nos queda otra que reconocer humildemente que el conocimiento humano tiene sus límites"

Ahora bien, como intelectual comprometido a tope con la verdad, al Aparecido le gustaría averiguar por qué cree la diputada podemita que los del PP y los de Vox no saben follar. Se trata de una cuestión epistemológica de primera magnitud. Para afrontar ese tipo de problemas, la famosa novelista Jane Austen, autora de Sentido y sensibilidad, iniciaba algunos de sus relatos escribiendo "es bien sabido que…". Ese comodín la eximía de justificar lo que siguiese a continuación. Además, convertía en cómplice de la martingala al lector, pues es de imaginar que a la mayoría no le gustaría admitir que ignoraba lo que la autoridad etiquetaba como "bien sabido". En nuestro caso, bastaría con admitir que es bien sabido, público y notorio, que ni los del PP no los de Vox saben follar. Pero podrían alzarse voces discrepantes. Por aquí o por allá alguien podría presentar un recurso contencioso para que los tribunales certificasen que sabe follar y obligase a la diputada a desdecirse. Y eso refutaría también el compromiso de recurrir a la muletilla de Austen.

Más riguroso, Aristóteles pensó más a fondo (con perdón) cómo justificar los conocimientos. Para empezar, distinguió entre conocimientos concretos, menos problemáticos, y conocimientos generales, los verdaderamente difíciles. Y, reconozcámoslo, el problema planteado por la podemita es del segundo tipo. No dijo creer que este o aquel diputado del PP o Vox no supiera follar, dato que cualquier confidente podría haberle filtrado la noticia (evitemos el machismo de atribuirlo a su propia experiencia). No; lo que reconoció es su creencia en que ninguno de los diputados de esas formaciones sabía follar. Un problema claramente general. El filósofo griego, en esta tesitura, renunció a basarse en ninguna observación concreta y tampoco le valía ningún razonamiento porque necesitaría basarse en alguna premisa y esa premisa en otra, cayendo así en una regresión ilimitada que abortaría el proyecto de elucidar el enigma. Optimista, Aristóteles se encomendó a la intuición, la facultad comprender instantáneamente las cosas, sin necesidad de ningún razonamiento, ni observación concreta. En nuestro caso, el griego nos invitaría simplemente a aceptar que la podemita intuía que los del PP y los de Vox no sabían follar.

En apoyo de esa interpretación, cabe señalar que ella no dijo taxativamente que no sabían, sino que se limitó a decir que así lo creía. Ahora bien, el zoólogo Richard Dawkins ha argüido detalladamente contra la validez de las intuiciones personales como fundamento de cualquier creencia. Se dirá que esa crítica solo iba dirigida contra las que careciesen de justificación racional, en especial las religiosas. Aun así, subsistiría el hecho de que, ni siquiera en el caso más favorable, un escéptico al estilo de Dawkins aceptaría ninguna intuición personal por sí misma, sino solo si fuese acompañada de alguna prueba objetiva que la sustentase. Hay indicios de que, en muchos casos, ese tipo de escépticos llevan razón. En consecuencia, hay que concluir que lo de la diputada podemita no era más que una apasionante conjetura. Quizás la presidenta Ayuso, si logra encauzar el lío de los médicos de familia, podría evaluar la conveniencia de establecer algún tipo de premio para el que lograse demostrar o refutar la conjetura del folleteo. Mientras tanto no nos queda otra que reconocer humildemente que el conocimiento humano tiene sus límites. Acaso haya problemas irresolubles y este del folleteo bien podría ser uno de ellos.

JR Medina Precioso

jrmedinaprecioso@gmail.com

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