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EL CABECICUBO DE DOCUS, SERIES Y TV 

El último (viejo) truco para que alguien vea la televisión tradicional: tus muertos

El Hormiguero, mediante una rudimentaria aplicación, ha recreado la voz de difuntos para ponérselos a sus familiares. Un truco como de feria del XIX que no tiene nada de nuevo. Ya lo puso en marcha Anne Germain en Telecinco –y Portugal- con gran éxito sin necesidad alguna de IA, lo hacía con sus poderes mágicos. Eso sí, empezó con famosos. Y luego, con las grandes artes de Mediaset, pasó a víctimas de crímenes polémicos. Ahora reside en Alicante y enseña reiki

3/02/2024 - 

MURCIA. Esta columna de televisión tiene más de diez años y una garantía de calidad: el que la escribe jamás ha visto El hormiguero. No son pocas las polémicas que ha protagonizado este espacio, pero nunca han sido lo suficientemente relevantes como para que un servidor, antes de cenar, se siente a ver en Antena 3 un programa de entrevistas banales que buscan el protagonismo del entrevistador, pero no tengo nada en contra del formato ni tampoco en contra del rechazo que causa. Lo que es algo sintomático del estado de la televisión tradicional: me da igual. 

Mientras escribo estas líneas, la experta analista televisiva Teresa Díez se hace eco en X de un escalofriante dato de la consultora audiovisual GECA: “Se registra el mes de enero con menor consumo televisivo de la historia, con 165 minutos de media. Baja 30 minutos respecto a enero de 2023”. Se acaba el chiringuito ¿Qué se les ocurrirá para resucitarlo?

Bajo el scroll y ahí está la respuesta en un sentido literal. Aparece El Hormiguero, en plena agonía de la televisión tradicional, su última idea es recrear, a partir de audios reales, la voz de personas muertas. Lo que leo es una noticia en El País que advierte de los peligros de semejante práctica. Dice que puede “interferir en la adaptación natural al duelo y cronificar las fases más dolorosas”. 

Esta idea ya apareció en un capítulo de Black Mirror titulado Be right back que se emitió en 2013. Una joven había perdido a su pareja en un accidente y para afrontar el duelo decide comunicarse con una IA que reproduce la personalidad del finado a partir de todos sus mensajes emitidos en redes sociales y demás rastro cibernético en forma de datos. Por eso es recomendable no “favear” ni puntuar los vídeos de porno que veáis, porque a saber luego la IA que paguen vuestros seres queridos qué datos va a manejar para reproducir vuestra personalidad. A ver si la va a clavar. 

Porque lo que entonces era anticipación, ciencia ficción o distopía (para mí tiene un punto psicópata distorsionar el recuerdo de alguien con una parodia de su personalidad) hoy es realidad. El mismo artículo del diario madrileño habla de empresas como HereAfter, StoryFile o Replika que ya crean modelos de fallecidos para interactuar con ellos. 

Dicen que en China el negocio está creciendo y que, en Estados Unidos, hay 5.000 suscriptores de este servicio. Parece que el usuario va contestando preguntas a lo largo de su vida y, con eso, se generará un vídeo conversacional para hijos, padres, amigos y parientes. Visto así, como una iniciativa del que va a morir, igual tampoco está mal dejar un bot que le recuerde toda la eternidad a tus seres queridos y amigos que son todos unos hijos de la gran puta que te la jugaron tal día, en tal momento y con tal empresa. 


Mientras los estudiosos, moralistas y académicos debaten sobre la ética de estas prácticas que pone a nuestra disposición el desarrollo de la Inteligencia Artificial, la televisión ya ha decidido montar un show con ello. Se conoce que desde el Instagram de El hormiguero pidieron a las gentes audios de familiares fallecidos para con una IA recrear conversaciones con ese timbre de voz. Partiendo de la base de que los bots de IA de la app Discord pueden hacer canciones con la letra que tú pongas y eligiendo el género que te apetezca, esto tampoco es muy novedoso. 

En los vídeos de la experiencia que hay colgados en la web la dentera es máxima. Con música tipo último tercio de Cocoon, se le ofrecen a los espectadores las lágrimas de esta pobre gente que se ha prestado al show. Convertir esta herramienta tecnológica en un espectáculo se parece mucho a las ferias del siglo XIX, las de los autómatas que jugaban al ajedrez, las pitonisas y los adivinos. 

No por casualidad, esta misma idea ya fue llevada a la televisión en los mismos términos hace unos quince años, poco antes del episodio de Black Mirror. El programa se llamaba Más allá de la vida y lo que decían los familiares muertos, en lugar de inventárselo un redactor que lo introducía en la app que haya usado El hormiguero, se lo inventaba Anne Germain, una británica que ahora se ha reinventado como profesora de reiki en la comunidad de jubilados británicos que reside en Alicante. 

En España Más allá de la vida, bueno, ahí estuvo. En Portugal Depois da vida, por lo visto, arrasó. Allí empezaron con Germain y cuando esta se vino a los platós de Fuencarral la sustituyeron por Janet Parker y Sue Wood, que hacía dibujitos de los muertos. Duró seis temporadas, pero tuvieron que programarlo en horario nocturno los viernes por la fuerte polémica que desató y “el shock” que podía causarle a algunos telespectadores. 

Aquí Telecinco montó el chiringuito por todo lo alto. La primera invitada fue Carmen Martínez-Bordiú y, con los cebos, todos nos quedamos expectantes pensando que iban a tener el valor de invocar al invicto Caudillo. Era trampa. Hablaron con el hijo fallecido, lo que no tenía nada de chistoso. En los siguientes programas, la médium invocó a la más grande, Rocío Jurado, a Carmina Ordóñez, Paco Rabal, al padre del Moranco Jorge Cadaval… un largo etcétera que supongo que para los famosos que fueron se trató simplemente de un dinero fácil. Germain decía tonterías, citaba objetos o algún recuerdo común de poca importancia y el invitado se emocionaba y luego recibía su cheque. Mucho más cómodo que discutir en Sálvame a las dos de la mañana ante seis fieras si has eyaculado en tal sitio, el día equis a la hora hache. 

Lo bochornoso fue cuando Germain sentó en su programa a la madre de Rocío Wanninkof o a un hermano del hombre atropellado por Farruquito. Y lo gracioso, que con el narcisismo de las pequeñas diferencias, Iker Jiménez criticara sus poderes mágicos. 

En fin, batallitas. Ya da igual todo. La tele se muere. Bastante está durando, diría yo, con la posibilidad de elegir entre una cantidad de contenidos infinita cada vez que te sientas delante del aparato. Solo la pereza y la inercia mantiene a la gente mayor delante de las cadenas tradicionales y sus locos cacharros. Agitar el monigote de nuestros muertos invita a mofa, es el equivalente de los carteles del circo que veíamos en los 90 y lejos de animarte a ir, te espantaban bien lejos. 

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