CARTAGENA. Don Joaquín Sánchez, sacerdote católico, no se presenta a las próximas elecciones como candidato de ningún partido, pero emite opiniones políticas de notable grado de influencia. Y esa notable influencia se debe a que se trata de una persona ejemplar. Es tan patente su dedicación a ayudar a los más desfavorecidos que ha merecido algún premio regional e incluso el apoyo del papa Francisco. En ese sentido me recuerda a un personaje de Las sandalias del pescador, una película protagonizada por Anthony Quinn y basada en una novela de Morris West. Trata de un cardenal ruso que pasa de prisionero de los bolcheviques, que incluso lo torturaron, a ser elegido Papa. En esa condición decide pignorar todos los bienes de la Iglesia para ayudar a los hambrientos chinos, gracias a lo cual evita una tercera guerra mundial. Inspirado en el paleontólogo jesuita Teilhard de Chardin, que aspiró a conciliar la teoría de la evolución con la doctrina cristiana, en esa película aparece un teólogo ayudante del Papa cuyas obras están en discusión. Cuando comparece ante un tribunal eclesiástico, el presidente le dice que no es su persona, sino su ideario, lo que está bajo examen. Pues eso nos pasa a algunos con el cura Sánchez: no es su persona lo que nos inspira dudas, sino algunas de sus ideas.
En un artículo titulado '¿A quién acabará votando Txapote?', sostenía que compartir algunas ideas de los violentos no te convertía en violento. Desde esa correcta premisa, defendía los pactos de los socialistas con los separatistas vascos y catalanes porque habían aprobado muchas medidas sociales a favor de todos los trabajadores españoles. Redondeando el argumento, criticaba a la presidenta madrileña Ayuso por haberse aprovechado del sufrimiento de las víctimas, añadiendo que <Madrid no es España>.
"Una cosa es amar a los pobres (loable) y otra es implantar la pobreza generalizada (en mi opinión, nada loable)"
Bien, esas tesis merecen varios comentarios. Primera, Madrid es la comunidad autónoma que más aporta a la caja común española. Si no fuese por la riqueza que los madrileños transfieren al resto de las regiones esas medidas sociales aprobadas por los separatistas carecerían de fondos para hacerse efectivas. Así que, si queremos personalizar, resulta que es Ayuso, y no Otegui, ni Junqueras, quien está ayudando a todos los trabajadores españoles. Sin la pasta que aporta Madrid (y la UE) no habría nada que repartir. Pero, más doloroso, resulta que Reunirse (Bildu en vasco), al igual que el PNV, defienden a muerte (con perdón) el llamado cupo vasco, un timo por el cual la región madrileña y la catalana transfieren renta al País Vasco y a Navarra, unas provincias que ya son ricas de por sí. El resultado es que los vascos y los navarros disfrutan del doble de la renta media pública, que pueden emplear en colegios y hospitales, que el promedio de los españoles. Por ejemplo, que los murcianos.
Así que constituye una auténtica burla decir que los seguidores de Txapote defienden los intereses de todos los trabajadores españoles. Y una mierda. Lo que defienden es el privilegio de los vascos y los navarros en detrimento de murcianos, andaluces, extremeños y demás zonas de España. Y si los separatistas catalanes no hacen lo mismo solo es porque el presidente Rajoy se negó a conceder al presidente regional Arturo Mas (súbitamente convertido en Artur Mas) un trato fiscal para Cataluña similar al vasco. Eso fue lo que desencadenó el proceso separatista que culminó con la sedición de 2017 (oprobiosamente derogada por el presidente Sánchez). Y eso es lo que ahora siguen pidiendo: un trato privilegiado a los catalanes a costa de los demás españoles, excepto los vascos (de hecho, ya Carod Rovira pactó con ETA que no asesinase en Cataluña, sino solo en el resto de España). Así que, señor sacerdote Sánchez, lejos de solidarios con los trabajadores españoles, los representantes de Reunirse y de Izquierda Republicana de Cataluña defienden el privilegio económico de sus paisanos respecto de los demás españoles.
En otro artículo posterior el cura Sánchez criticaba a Vox por asociar a los <migrantes> con la delincuencia. En su opinión, en tanto que hijos de Dios, todos somos hermanos y de ahí que la postura cristiana sería acogerlos y ayudarlos, en vez de criminalizarlos. Esa postura coincide con la del papa Francisco, quien ha invitado repetidas veces a los países europeos a practicar una política de fronteras abiertas y recibir a todos los que quieran instalarse aquí. En apoyo de esa tesis, nos recuerda que siempre ha habido migraciones y que, por tanto, no se trata de ningún fenómeno nuevo, sino constante en la historia. Y de ahí su presunta positividad. De nuevo esas ideas merecen algún comentario.
Como biólogo sé que todos somos miembros de la misma especie, Homo sapiens, así que admito la idea de que, en cierto sentido, todos somos hermanos. En términos bíblicos, descendientes de Adán y Eva. No obstante, en lo referente a las emigraciones me permito señalar que la prevalencia de una conducta no acarrea su legitimidad. También siempre ha habido violaciones y asesinatos y no por ello nos parecen conductas a proteger. Es más, siendo verdad que siempre ha habido emigraciones masivas, no lo es menos que por lo general han ido asociadas a guerras y a violencia. La historia del pueblo hebreo tal como relata el Antiguo Testamento es un buen ejemplo. Al margen de su historicidad, lo que libros como el Génesis y el Éxodo nos cuentan es una sucesión de batallas entre los hebreos, luego llamados israelitas y finalmente judíos, contra distintos habitantes de la Tierra Prometida. Se nos dice que los hebreos venían de Mesopotamia, pero solo se hicieron con Canaán tras pelear con los cananeos, los amorreos, los amalecitas, los filisteos, etc. Había emigración y había guerra, pues había pugna por el territorio y por la hegemonía moral y religiosa.
"ya hay inmigrantes regulares que votarán a Vox precisamente porque se opone a la inmigración ilegal"
Hagamos números. En España viven 48 millones de personas; en África, 1.200 millones; en Sudamérica, 422 millones. Mientras los inmigrantes (la palabra migrante solo pretende oscurecer la diferencia entre los que llegan, inmigrantes, y los que se van, emigrantes) lleguen por decenas es asumible, aun con cierto esfuerzo colectivo, acoger a los recién llegados, pero ¿qué pasaría si llegasen por miles o por cientos de miles? ¿De verdad sería asumible que España se hiciese cargo de 150 millones de inmigrantes, lo que solo supondría el 10% de los africanos y los sudamericanos? ¿No es la política de fronteras abiertas una falacia que solo se mantiene porque las tasas de inmigración son suficientemente bajas para no disminuir la riqueza per cápita de los países receptores hasta el nivel de miseria de algunos de los países emisores? ¿No es más razonable establecer una política de inmigración regulada, que nos permita acoger tantos inmigrantes como podamos asumir sin liquidar nuestro precario estado del bienestar? ¿Y cómo podríamos establecer una política de acogida regulada sin combatir enérgicamente a las mafias que trafican con seres humanos y los cuelan ilegalmente en nuestro país? ¿No se dan cuenta los que defienden la acogida indiscriminada que, al normalizar la inmigración ilegal, lo que lograrán es que muchos residentes se opongan incluso a la regulada? De hecho, ya hay inmigrantes regulares que votarán a Vox precisamente porque se opone a la inmigración ilegal.
Otro aspecto que comentar es la relación entre inmigración y delincuencia. Nos dice el cura Sánchez, con toda razón, que la mayoría de los inmigrantes no delinquen. En efecto, así es. Sin embargo, hay que hilar un poco más fino. Señala que ETA ya no mata, pero añado yo que los radicales islamistas sí lo hacen. Así que no es islamofobia decir que España vive estado de alerta antiterrorista debido a la yihad islámica. Sería calumnioso decir que todos los musulmanes matan, pero es una realidad que ahora casi todos los terroristas son musulmanes. Así que hay una nítida correlación.
Un caso más sutil es el de las violaciones. Las estadísticas nos dicen que solo el 30% de las violaciones han sido cometidas por inmigrantes, siendo responsables del 70% restante los españoles de origen. Así que no mentimos si decimos que la mayoría de las violaciones las cometen españoles. Pero también es cierto que los inmigrantes solo constituyen por ahora el 10% de la población, de modo que, si cometen el 30% de las violaciones, la probabilidad de que un inmigrante viole es tres veces superior a la de que lo haga un español. Y no tiene nada de extraño, porque muchos provienen de países todavía más machistas que España, donde la violación apenas se castiga, pero las mujeres adúlteras son ejecutadas y los homosexuales ahorcados. Así, a pesar de que la mayoría de los inmigrantes no delinquen, hay una correlación positiva entre inmigración ilegal y delincuencia. Lo dicen las estadísticas y lo saben los que conviven de cerca con ellos. Si no trasciende más es porque el Gobierno ha dado instrucciones de no publicar la nacionalidad del delincuente si es extranjero. Mi postura: inmigración regulada, sí; fronteras abiertas, no; inmigración ilegal, tampoco. Y, aun procurando insistir en que la mayoría de los inmigrantes no delinquen, adoptar políticas que minimicen el riesgo de que lo hagan porque, en términos relativos, propenden más ello que los locales. Y, por supuesto, combatir el terrorismo islámico.
Finalmente está la cuestión del racismo. Hace el cura Sánchez un canto contra el racismo que yo comparto sin reservas. Solo que no puedo evitar recordar que los primeros y principales racistas en España son precisamente los separatistas vascos y catalanes. Son ellos los que han inventado palabras como maqueto y charnego para despreciar a los españoles que emigran al País Vasco y a Cataluña respectivamente. Son ellos los que nos llaman ñordos y los que persiguen con inquina a los castellanoparlantes. Son ellos que dicen que los murcianos les dábamos miedo a sus abuelos. Y basta con leer los textos fundacionales de Sabino Arana contra los castellanos, los de Jordi Pujol contra los andaluces y los de Junqueras sobre los buenos genes de los catalanes para percatarse del sustrato racista, o al menos supremacista, de sus convicciones. No hace tanto que el presidente regional Torra hablaba de los defectos del ADN de los españoles.
Así que, con todo respeto, señor Sánchez, medite si es compatible su loable oposición al racismo con su simpatía por los separatistas. Pista: hace un par de semanas un alto representante de los benedictinos de Monserrat declaró que la Iglesia católica no era universal, sino que la catalana solo atendía a su pueblo y en su idioma. Sin embargo, católico significa universal, así que ¿en qué quedamos? ¿Hay que estar con el universalista cura Sánchez o con el separatista monje benedictino? Porque ambos hablan en nombre de la misma fe. Y nos confunden a muchos que, admirando el mensaje de Jesús de Nazaret, nos situamos en una posición intermedia: ni el egoísmo supremacista de los separatistas, ni el universalismo ruinoso de los utópicos. Porque a titulo personal es admirable la disposición voluntaria de darlo todo del cura Sánchez, pero un gobernante no rige lo suyo, sino lo ajeno, lo colectivo. Y la diferencia esencial entre un cristiano y un comunista es que el cristiano hace caridad con sus propios bienes, mientras que el comunista confisca los bienes ajenos para darlos como si fuesen propios. Y está muy bien convertirse en pobre voluntariamente, pero nadie tiene derecho a empobrecer al conjunto de sus conciudadanos en aplicación de sus personales convicciones. Una cosa es amar a los pobres (loable) y otra es implantar la pobreza generalizada (en mi opinión, nada loable).
JR Medina Precioso