CARTAGENA. En este Pasico va a hacer el Aparecido una pausa en su serie de relatos sobre los fenómenos paranormales y espiritistas. En su lugar comentará algunos errores que ha detectado en cómo usan ciertas palabras los paseantes que tienen la amabilidad de comentar sus escritos. Como estos errores se han generalizado bastante, no está de más denunciarlos, aunque sin mucha esperanza de que nadie le haga caso. Cierto tipo de personas prefieren estar a la última, parecer cool, a depurar el uso de su idioma.
"la confusión entre lo empático y lo simpático se ha generalizado hasta tal punto que resulta antipática"
Una de esas palabras erróneamente usadas es empatizar. En realidad, significa comprender las intenciones ajenas, intuir qué está pasando por sus mentes. Naturalmente, eso no implica aprobar lo que detectamos en el otro, sino simplemente que lo comprendemos. Uno puede intuir que la mente de su vecino está tramando asesinar al portero. Ha empatizado con el vecino, pero no le gusta lo que planea. Así, empatizar no debe usarse para decir que uno comparte las ideas o sentimientos ajenos. Para esa función disponemos de la palabra simpatizar, menos de moda, pero más precisa. Desgraciadamente, la confusión entre lo empático y lo simpático se ha generalizado hasta tal punto que resulta antipática. Cuando digas que alguien es muy empático estas diciendo que es muy perspicaz, muy perceptivo, aunque pueda ser un indeseable. Si quieres decir que alguien es muy amable, muy sociable, es preferible que digas que es muy simpático, y si es hosco o esquivo, puedes llamarlo antipático.
Otra confusión extremadamente generalizada es la que se da entre oír y escuchar. La diferencia entre sus significados es paralela a la que se da en los sentidos de ver y mirar, que casi nadie confunde. Uno no va por el campo y grita ¡ve ese zorro!, sino ¡mira ese zorro! Y tampoco solemos decir <<he mirado un zorro en el monte>>, sino <<he visto un zorro en el monte>>. Pues, como todos sabemos, mirar implica la intención de percibir algo con el ojo, de dirigir nuestra atención visual hacia algún objeto o persona, mientras que ver solo significa que se ha percibido algo con la vista, de forma deseada o inopinada. Se puede ver sin mirar y mirar y sin ver. Análogamente, escuchar solo debe usarse para significar la intención de percibir algo con los oídos, mientras que oír no implica intencionalidad, sino simplemente percibir con el oído. Si estalla un trueno en nuestra proximidad lo correcto sería decir he oído un trueno, no el desastroso he escuchado un trueno, tan corriente. Un sordo puede escuchar con suma atención y no oír nada, mientras que si alguien nos aburre con su cháchara insustancial puede llegar un momento en que dejemos de escuchar sus palabras, aunque sigamos oyéndolas.
También hay que tener cuidado con los condicionales. Hubiese, y todas sus formas similares (tuviese, hiciese, etc.) implica que lo venga a continuación en la frase puede ocurrir o no ocurrir. Se trata de un condicional abierto, que no cierra la acción. Solo es correcto usarlo si admite la palabra si delante. Es un reiterar los condicionales abiertos en la frase, porque entonces nunca concretaremos, aunque creamos haberlo hecho. Por ejemplo, es incorrecto decir <<si hubiese llovido, no hubiese ido a cazar>>. Lo correcto es <<Si hubiese llovido, no habría ido a cazar>>. Ese habría cierra la acción. Es seguro que, si hubiese llovido, me quedo sin cazar. No hay que confundir hubiese, y formas similares, con habría, y formas similares. Las frases normales empiezan con un hubiese y acaban con un habría; no encadenan los hubieses sin aterrizar nunca en un definitivo habría.
Por último, está el asunto de la precisión, que frecuentemente emborronan los políticos para tratar de engañarnos. Cualquier científico distingue entre un influjo, que viene desde fuera hacia dentro, y en eflujo, que va desde dentro hacia afuera. Ambos son flujos, pero sus sentidos son exactamente opuestos. Es muy diferente influir en la decisión de mi nuera que extasiarme con los efluvios de las flores. Análogamente, no hay que amalgamar los inmigrantes, que llegan de otro país al nuestro, de los emigrantes, que se van de nuestro país al extranjero.
El uso generalizado (¡incluso el papa Francisco lo ha hecho!) de la palabra migrante solo pretende que no distingamos entre ambas situaciones y así colarnos más fácilmente algún mensaje en contra de las fronteras nacionales. Pero poco tiene que ver una enfermera española que emigra a Inglaterra con un contrato de trabajo y un pasaporte en regla con un subsahariano que llega la costa murciana en patera. Ambos son migrantes, pero, desde el punto de vista de un español, la primera es una emigrante y el segundo es un inmigrante. Perder precisión en el lenguaje solo puede deberse a carencia de léxico, corregible leyendo, o a la intención aviesa de confundirnos usando palabras ambiguas, inconcretas, que solo puede corregirse proponiéndose uno dejar de tratar de engañar al respetable.
JR Medina Precioso