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El Cristo de la Sangre y la Fuensanta en la Catedral (Evocación del Año Santo de 1933)

3/03/2022 - 

MURCIA. Inauguramos ayer una nueva Cuaresma con la imposición de la ceniza litúrgica, que nos recuerda que venimos de la tierra y a ella volveremos. Un mensaje y un signo de humildad, que lo es también de penitencia en el inicio de los 40 días preparatorios de la Semana Santa.

Y con una cuarentena bien distinta de las pandémicas, se pusieron en marcha los cultos de las cofradías penitenciales, si bien alguna de ellas, como el Rescate, ya los inició el domingo pasado para que concluyan mañana, como es tradición, coincidiendo con el primer viernes de marzo, cuando tendrá lugar el tradicional besapié. Un rito, por cierto, sujeto aún a limitaciones por razones obvias, y que consistirá, como ya sucediera los dos últimos años, en una reverencia, evitando el contacto físico con la imagen.

Unos cultos, por cierto, que se remontan, al menos, al año 1933, diez antes de que se constituyera una hermandad para dar culto a la imagen, trasunto del famoso Cristo de Medinaceli madrileño, y a catorce de que saliera por primera vez su procesión de Semana Santa.

También es tradición que en el primer día cuaresmal se inicien, al otro lado del Segura, los cinco días (quinario) dedicados al Cristo de la Sangre de los nazarenos 'coloraos', que aunque desde hace décadas se celebran consecutivamente, antaño, hasta los 50 del pasado siglo, tenían lugar los miércoles, como sucedía con los lunes del Perdón y sigue ocurriendo con los viernes de Jesús.

"en 1933 la Iglesia celebró los 1.900 años de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo con un Año Jubilar"

Cofradía, por cierto, la del Nazareno, que ha obtenido permiso para incorporarse a la procesión extraordinaria de rogativa que se celebrará el próximo jueves, 10 de marzo, con la Virgen de la Fuensanta, y acompañarla desde el Puente Viejo a la Catedral. Se rememora, de esta forma, que la imagen de Cristo cargado con la cruz ya participó en tiempos pretéritos en este tipo de actos con ocasión de diversas calamidades, como epidemias o sequías, acompañando en ellos a la Patrona de la ciudad, con la que también procesionará un trecho, esta vez, el Señor del Rescate.

Pero si echamos la vista atrás, y escrudiñamos un poco en la historia, nos encontraremos con que alguna otra talla pasionaria compartió con la imagen mariana más querida de los murcianos el altar de la Catedral.

No habrá que remontarse mucho en el tiempo, ni siquiera una centuria, para situarnos en 1933, cuando la Iglesia celebró los 1.900 años de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo con un Año Jubilar que inauguró el Papa, Pío XI, el día 6 de abril con una Hora Santa en el Vaticano.

La Iglesia Diocesana de Cartagena, sede vacante desde el fallecimiento de fray Vicente Alonso y Salgado en 1931, y regida en tanto por el vicario capitular, Antonio Álvarez Caparrós, convocó a los fieles a un acto similar que tendría lugar en la Catedral el mismo día, entre las seis y las siete de la tarde, con el que daría comienzo oficialmente aquel tiempo de gracia. Era el jueves de la llamada Semana de Pasión, víspera del Domingo de Ramos.

"el Titular de los 'coloraos' no cruzó el río por el Puente de los Peligros, como siempre, sino por el Nuevo"

Y justo dos semanas más tarde, en la correspondiente a las Fiestas de Primavera, que concluyeron el martes con la Batalla de Flores, ya que el Entierro de la Sardina salió el lunes y el Bando de la Huerta el Domingo de Resurrección, el Cristo de la Preciosísima Sangre fue trasladado desde el Carmen a la Catedral en solemne procesión para ser venerado junto con la Virgen de la Fuensanta durante el novenario del Año Santo a Cristo Crucificado.

Como hecho curioso, el Titular de los 'coloraos' no cruzó el río por el Puente de los Peligros, como siempre, sino por el Nuevo, llegando hasta la sede episcopal por Ceballos, Villacis y Apóstoles, penetrando en el recinto sacro por la puerta del Perdón.

Comenzaron estos cultos al día siguiente, viernes de la Semana de Pascua, celebrándose todos los días, a las cinco de la mañana, rosario cantado por las naves del templo. A las cinco y media, misa cantada, con plática explicativa de las ceremonias de la Eucaristía. A continuación, 'sermón de verdades eternas'. A las once, misa rezada y novena. A las cuatro y media de la tarde, solemne vía-crucis. Al toque de oraciones, himno al Santísimo Cristo de la Sangre, que había sido estrenado ese año durante el quinario cuaresmal, y que se sigue cantando, conferencia, novena, cántico de perdón y, para concluir, el himno de la Coronación de la Fuensanta, tan popular y querido entre los murcianos.

Y así, durante nueve días. El último de ellos, sábado 29 de abril, el Cristo regresó de nuevo el procesión al Carmen, mientras que el domingo tuvo lugar la conmemorativa de la Coronación de la Virgen, que había acaecido en 1927, regresando el martes siguiente, como es tradición, a su Santuario del Monte.

No fue la última vez que el Cristo carmelitano visitó la Catedral, pero la que relato no puede ser comparable a ninguna otra en cuanto a relevancia, dada la magnitud universal que tiene un Año Santo y lo que representa el hecho de que entre todas las imágenes representativas de la Pasión fuera la escogida para acompañar a la Patrona en esas jornadas de oración.

Pero sí debió ser más emotiva la visita del mes de enero del año 1941, cuando el crucificado de Bussy fue expuesto a la veneración pública en la Capilla de los Vélez antes de ser llevado a su Barrio tras la profunda restauración de que fue objeto al haber sido destrozado en los primeros días de la Guerra Civil por los asaltantes de la Iglesia del Carmen.

Tras permanecer durante unos días en la Catedral, el Cristo fue llevado en solemne procesión a la antigua barriada de San Benito en la tarde del día 2 de febrero, festividad de la Presentación del Señor y Purificación de la Virgen.

Fue una ocasión especialísima, pues volvía a salir a las calles por vez primera desde el Miércoles Santo de 1935. Y según la crónica de Línea: "El paso de la sagrada imagen por los lugares del trayecto fue presenciado por infinidad de personas de todas las clases sociales, que rindieron fervoroso acto de adoración a la venerada imagen del Titular de la típica y tradicional procesión del Miércoles Santo de la Semana Santa murciana".

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