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como ayer / OPINIÓN

La curiosa historia del Cristo de la Salud de las Capuchinas

22/02/2024 - 

MURCIA. La periodicidad de estos ‘ayeres’, que desde el inicio del nuevo año ha pasado por razones de carga de trabajo de este escribidor de semanal a bisemanal, da lugar a que de atisbar a lo lejos el Carnaval hayamos pasado, en la siguiente entrega a encontrarnos inmersos de lleno en la Cuaresma y, en consecuencia, en el período durante el que todas las cofradías penitenciales celebran cultos en honor de sus imágenes devocionales.

Pero se da también algún caso curioso, conforme al cual una cofradía pasionaria da culto a una talla que ni es de su propiedad, ni la saca en procesión, pero que por afinidad en la advocación es objeto de piadosa atención.

Se trata de la Cofradía del Cristo de la Salud, radicada en San Juan de Dios, que sale en procesión el Martes Santo y da culto al crucificado del que toma el nombre, la imagen más antigua de la Semana Santa murciana, pero que el sábado próximo como viene ocurriendo desde hace algún tiempo, ofrecerá una misa en el convento de las capuchinas, junto al colegio de los Maristas del Malecón, a otro crucificado de la misma denominación. 

"Un convento capuchino, saqueado por los vencedores, fue objeto de atención por parte de un capitán de la tropa murciana"

Hace años, cuando estos ayeres eran andares en el diario La Opinión, ya me referí a la curiosa historia que trajo hasta Murcia un Cristo de procedencia valenciana, en los días de la Guerra de Sucesión. La presencia de tropas borbónicas murcianas en tierras decantadas por el pretendiente austríaco a la corona de España, y concretamente en Alcira, dio lugar a la toma de la población en el mes de junio del año 1707, cuando en Murcia vivía sus primeros días un niño llamado Francisco Salzillo.

Un convento capuchino de aquella localidad, saqueado por los vencedores, fue objeto de atención por parte de un capitán de la tropa murciana, que halló en él una devota talla de Cristo Crucificado, ante la que oró antes de marcharse. Cuentan que una voz le llamó con estas palabras: "¿Aquí me dejas?".

Y fue así como el militar acomodó la imagen en un carro y cuando regresó a Murcia la llevó consigo, depositándola en el convento que las Capuchinas tenían donde hoy se alza la Delegación de Hacienda de la Gran Vía, dicen que por indicación de aquella misma voz que le habló en Alcira.

La condición de imagen milagrosa se atribuyó enseguida al Cristo, hasta entonces innominado, que pasó a recibir la advocación de la Salud, a la vista de la mucha que otorgaba a los cuerpos y a las almas.

En los primeros días de la Guerra Civil, el convento de las Capuchinas, como tantos templos de la ciudad y de toda España, fue asaltado y la mayor parte de su patrimonio destruido, incluidos retablos, imágenes, documentos, cuadros y hasta las sepulturas que en él había, entre las que se contaban la de la fundadora, sor María Ángela Astorch, cuyo cuerpo permanecía incorrupto desde su fallecimiento en 1665, y el del mismísimo Francisco Salzillo, fallecido en 1783.

Esta vez el Cristo de la Salud tuvo peor fortuna que en sus días de Alcira, porque fue destruido. Pero no del todo. Un periodista de la época, Carlos García Izquierdo, narraba en agosto de 1946 que justo diez años antes entró en los restos del convento con varios amigos, por ver si había algo salvable, y "buscando entre los montones de ruinas, salió una maravillosa cabeza de Cristo Crucificado que, de un golpe, había sido separada de su tronco. Reconocido que fue, todos coincidimos en que pertenecía al tan venerado y tradicional Cristo de la Salud, milagrosa imagen que, desde el siglo XVIII, Murcia veneraba con gran unción y devoción religiosas". 

Y después de relatar la historia del capitán que trajo la talla desde Alcira, pedía, cumplidos 10 años desde el rescate de aquella cabeza, que se restaurara por completo y se devolviera a las monjas capuchinas para que volvieran a darle culto. 

El llamamiento de García Izquierdo surtió efecto, y en los primeros días de septiembre el obispo Miguel de los Santos Díaz y Gómara autorizó y alentó la obra de reconstrucción, para la que se constituyó una comisión en la que a García Izquierdo se sumaron del cura Bartolomé Ballesta, Manuel Fernández-Delgado Maroto y Luis Peñafiel. A los pocos días ya se hablaba del papel que podía desempeñar desde el punto de vista devocional la imagen rehecha, al punto de señalarse como deseable un vía-crucis en la tarde del Jueves Santo, después de los Oficios y antes de la procesión del Silencio.

"el ministro de Educación José Ibáñez Martín estaba muy vinculado a Murcia, pues fue en los años 20 concejal y más tarde presidente de la Diputación"

No había terminado aquel mes de septiembre de 1946 cuando ya se anunció que el encargado de reconstruir la talla sería el escultor murciano Juan González Moreno, y también que sería el Domingo de Ramos el día señalado para el citado vía crucis, aunque finalmente fue el Viernes de Dolores, así como que el ministro de Educación, José Ibáñez Martín, muy vinculado a Murcia, pues fue en los años 20 concejal del Ayuntamiento y más tarde presidente de la Diputación Provincial, haría una cuantiosa aportación a los trabajos de restauración, como las hicieron, cada cual en su medida, el gobernador civil y el alcalde de la ciudad, Agustín Virgili.

En octubre, se anunció en la prensa que el Cabildo Catedral, atendiendo a la petición de los comisionados para la reconstrucción, determinaron que cuando estuviera acabada la obra podría recibir culto en la antigua capilla de Ánimas, situada en el exterior del templo, junto a la Puerta de los Apóstoles, de modo que a través de puerta enrejada pudiera contemplarse el Cristo y rezarle a cualquier hora. A tales efectos, comenzaron a recabarse presupuestos para construir un pequeño retablo y se gestionó la solicitud al Papa y a los prelados de Cartagena y Jaca los privilegios espirituales y las indulgencias que tuvo la imagen concedidos en sus días del convento de las monjas capuchinas.  

Finalmente, el día 23 de marzo de 1947, Domingo de Pasión, fue bendecida por el obispo Díaz y Gómara la nueva imagen, que delata claramente el estilo de González Moreno, bastante alejado del que ofrece aquella cabeza de, al menos, el siglo XVII, pero que no resta emotividad y carácter piadoso a la talla. En una oquedad del pecho se guardaron los nombres de los 234 donantes que hicieron posible la reconstrucción.

El vía crucis, como queda indicado, se celebró finalmente el Viernes de Dolores, saliendo a las siete de la tarde desde la Catedral y rezándose las estaciones en el interior de la Catedral, la plaza de la Cruz, las Cuatro Esquinas, plaza de Joufré, plaza de Santa Isabel, solar del derruido convento de las Capuchinas, en la Inclusa de la calle de Santa Teresa, en la puerta de San Nicolás, plaza de San Pedro, Jara Carrillo, Martínez Tornel, Ayuntamiento, calle del Arenal y plaza de Belluga, asumiendo el rezo de esta última el obispo. Las estimaciones cifraron en unas 10.000 personas el número de asistentes.

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