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EL GATO EN LA TALEGA / OPINIÓN

El AVE y la volatilidad

23/12/2022 - 

MURCIA. La volatilidad es una cualidad ligada a la inconstancia. La inconstancia con el lirismo que aporta asociarla al aire. Pensaba en esto paseando por Murcia y observando la histeria colectiva en la que andaba inmersa la sociedad con las comidas y cenas de empresa con motivo de las Fiestas de Navidad. De la misma manera que cuando los alimentos se volatilicen al pasar por nuestro aparato digestivo y el buen dinero pagado para su consumo y servicio sea aire, todos esos besos y abrazos, buen rollo, mejores intenciones, más compromisos, asfixiante necesidad de llamar la atención de alguien, se volatilizarán conforme enero eche a andar.

Caminaba y sonreía, cuando paré a tomar café. En esa barra testigo de tanta historia, al alcance de mi mano y siendo foco de mi atención, estaba el bendito periódico en papel. Esto es algo que me transporta a la esencia de las cosas, por eso agradezco tanto esos bares de pueblos perdidos que aún traen noticias con prensa escrita como bastiones frente al olvido. La noticias impresas eran diversas, pero quiso el azar que me detuviese en las que atañían al AVE, que ha llegado a Murcia casi a la vez que el trineo de Papá Noel. Hacía días que habíamos asistido a su inauguración oficial con la cosa masculina de la pirámide de poder bajo la bastante seria mirada de nuestro rey Felipe VI. Tan contentos el presidente del Gobierno y el de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia, acompañados por el presidente de la Comunidad Valenciana, más contento. La deuda histórica se cree que está saldada, o eso dijeron. Y además, somos el primer país de Europa y el segundo tras China nada menos en kilómetros de alta velocidad. Insuperable volatilidad la de sus apreciaciones, pensaba al ver las fotos.

El Ave ha tardado unos 20 años en llegar a la capital del Reino de Murcia, coherentemente soterrado. Las peripecias han sido tales, que darían para varias entregas. Una ha sido criada bajo el criterio judeocristiano de que si cuesta esfuerzo es porque lo vale. Y en esas andaba cavilando: ¿lo vale tal cual está? Entre sorbo y sorbo empecé a hacer mis cálculos considerando la variable tiempo como determinante, ya que no estoy ociosa, ni me mantienen, ni he llegado a mi jubilación. 

En tres horas y media te lleva a Madrid, desde Murcia ciudad. Evaluando que vivo en San Javier, añadamos a las tres horas y media, media más. El cómputo asciende a cuatro, cómputo que excede el que emplearía yendo en coche. Entonces me dirán que contamino más en mi vehículo, y vuelvo a considerar que debo cogerlo para llegar a la estación de Murcia si no quiero meterme en el rompecabezas de buscar un tren que cuadre desde Balsicas y llegue a El Carmen sin demasiada pérdida de tiempo para la salida del Ave. Porque el asunto autobús queda descartado por descuadre de rutas y horarios.

En estas veo que la mayoría de titulares resaltan las dos horas 45 minutos de los dos trayectos más ágiles. Ojito, que hay de otra duración. Parece ser que los que pasan por la estación de Alicante deben reducir su velocidad y tener una pausa. Osea, de poder ir a 300 km/h (como en China, añado), se quedan en 100Km/h al pasar por esta estación, donde también paran 15 minutos, y hacen paradas en Villena, Albacete y Cuenca. En este trayecto llegamos sin retrasos a las 3h 25 min en el mejor de los casos y resulta que hay un Alvia por Albacete del 2019 con 3h 20min. Tal cual. Parece ser que en 20 añitos no han tenido tiempo de consensuar y planificar. A ver porqué narices hay que pasar por la estación de Alicante en lugar de ir a Monforte del Cid donde es posible alcanzar la velocidad para la que está diseñado este tren. El Corredor del Levante, dicen los de la foto, pero si lo penamos bien; ¿a qué ciudad de la costa levantina llega? ¿A alguna población de la Costa Cálida? Si es que llevamos tantos años de penuria con este asunto que si inauguran una línea que vaya de Murcia a Los Alpes y baje para Madrid lo veríamos bien.

Termino el café y vuelvo a sonreír. Paso de que se me quede la cara de imbécil ante semejante tomadura de pelo. La gente sigue festejando y hay una mesa en la que el consumo proporcional del alcohol y estupidez humana está in crescendo. No los oigo, pero sé que gritan. Grotesco espectáculo navideño del consumismo salvaje y la autoestima perdida.

Yo, a lo mío. Llegaré a casa, saborearé un dulce casero de los de verdad, aliado al tiempo y al legado de lo que importa, y leeré el libro que tengo a medio en un entorno acogedor, personalizado y sin clichés. Resumiendo, que me propongo seguir sonriendo de aquí a la eternidad.

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