CARTAGENA. A más de dos años para que finalice la legislatura, a nadie se le escapa que la relación entre los concejales del grupo municipal de Vox Cartagena y sus socios de gobierno, con la alcaldesa Noelia Arroyo a la cabeza, no pasa por su mejor momento tras más de un año de pacto entre ambas formaciones.
La negociación de dos de sus concejales, Diego Salinas y Beatriz Sánchez del Álamo, con MC Cartagena, que finalmente resultó infructuosa, provoca, quiera o no la propia Arroyo, una profunda herida en este acuerdo para la legislatura. Esto pone en aprietos la estabilidad del propio gobierno para el tiempo que queda hasta 2027.
Aunque Diego Salinas no tardó en desmentirlo en dos ocasiones: 'Antes que cante el gallo, me negarás tres veces', que dice Mateo en la Biblia, la realidad es que se acercó al principal partido de la oposición, les expresó que no estaba contento con su papel en el Gobierno -considera que lo han relegado a un protagonismo de cartón piedra- y que no vería mal una moción de censura apoyando a MC si esta se llevaba a cabo. Su compañera de partido respaldó su propuesta y no negó la posibilidad de secundar dicha moción. Por tanto, nada tienen que ver las acusaciones del grupo municipal Vox Cartagena de amenazas y acoso por parte del partido dirigido por Jesús Giménez Gallo.
Entonces, sabiendo la situación, ¿se puede o se debe fiar la alcaldesa de concejales que han tratado de echarla de su sillón? Además, ¿cómo evita Arroyo que cualquiera de ellos, en caso de sentirse ninguneado a partir de ahora, abandone Vox, pase a los ‘no adscritos’ y genere nuevamente la posibilidad de una moción de censura? Por ello, han surgido rumores -solo comentarios sin comprobación alguna- que apuntan a que Salinas está más fuera que dentro del Gobierno municipal y que se le está buscando una salida, obligándole a entregar su acta de concejal por la puerta de atrás. Esto se debe a que un ‘verso libre’, como ha demostrado ser él, no garantiza la estabilidad necesaria en este tiempo, con presupuestos anuales y el PGOU por aprobar, como mínimo.
Pero si no se opta por ese plan, la alcaldesa deberá realizar una importante labor didáctica con los supuestos díscolos de Vox para encauzar sus pretensiones rupturistas y ofrecerles el mayor apoyo posible, en forma del protagonismo que demandan. Así, este amago de divorcio entre el ala sediciosa del partido dirigido por Antelo y el Partido Popular podría quedar en un mal recuerdo de legislatura, del que nadie en la oposición pueda sacar provecho en su propio beneficio.