el gato en la talega / OPINIÓN

Disponibilidad presupuestaria y accesibilidad universal

5/12/2023 - 

MURCIA. El día tres de diciembre se celebró el Día Internacional de las Personas con Discapacidad. Este año llegó bajo el lema "unidos en la acción para rescatar y alcanzar los ODS para, con y por las personas con discapacidad", que es como decir vaya usted a saber de lo que estoy hablando. No sé si a la ONU se le ocurrió poner la cita el último mes de los doce para pasar rápido todo lo que no se ha hecho en el año en curso y taparlo con las promesas de venidero, pero todo es posible a la vista de un lema anual ideado muy probablemente por personas sin discapacidad en un derroche de verborrea infumable. El caso es que esta festividad mundial para recordar a las personas que tenemos capacidades diferentes por necesidad de supervivencia se encuentra en el imaginario colectivo desdibujada.  

Las agendas institucionales, mostrando una falta de criterio social innovador, suelen llenarse con algún acto puntual o incorporar alguna actividad que pasaba por allí y pertenecía a otro programa. También se instalan numerosos mercadillos solidarios para recaudar buenas voluntades y recordar que existimos. El relleno sobre asistencias a estos eventos se hace con llamadas a diferentes asociaciones de personas con discapacidad que trabajan en el municipio, en su caso, o en la CCAA pertinente, y así se aseguran asistencias de un público que de sobra sabe los problemas a los que se enfrenta, con lo que se sigue caminando en círculos concéntricos, para regocijo de quienes deben ejecutar las medidas de accesibilidad y dotarlas de presupuesto.

"el dinero es necesario para la accesibilidad, para la restauración medioambiental y para el mantenimiento de las promesas electorales" 

La mayoría de la información recogida por los medios de comunicación de esos actos suele coincidir con la toma de imágenes de personas cuya discapacidad se percibe a golpe de vista, dejando huérfana de visibilidad el resto de discapacidades, que pasan a incluirse en el limbo de 'normal', a la vez que se beatifica al cargo público de turno que ha pasado por allí. El enfoque de la discapacidad en la sociedad de la información es complejo. Afortunadamente este año, he vivido en primera persona dos iniciativas de las que iluminan el agreste camino que transitamos. Una de ellas ha sido la 1ª Semana de la Discapacidad organizada por el Ayuntamiento de Los Alcázares y coordinada por Lola Gracia, con un programa inclusivo e innovador. La segunda, una entrevista en La7 Noticias Edición Noche, con Luis Alcázar, de esas que honran "lo breve, si bueno, dos veces bueno". Igual que en otro artículo critiqué el servicio de subtitulado de La7, bastante mejorado desde entonces, esta vez reconozco y agradezco la bonita cobertura informativa que el domingo 3 de diciembre dedicaron a las personas con discapacidad.

En España las Cortes Generales tienen la potestad legislativa, y dentro de la Región de Murcia, nuestra Asamblea Regional. El proceso de redacción y aprobación de las leyes da juago al debate político y de difusión informativa. El agujero negro se abre una vez que se han aprobado, justo cuando se apagan los focos sobre la clase política. Entonces sobreviene la oscuridad que envuelve a las personas que deberían ser amparadas y asistidas por esa Ley. Hasta que el infortunio, la injusticia o el impacto en nuestras vidas nos lleva a preguntarnos si es que algo tan evidente, tan lógico, no está legislado. Cuando descubres que sí lo está, te preguntas qué ha pasado y la respuesta te llega en luces de neón: una ley aprobada resulta ser una prenda pasada de moda ubicada en el astuto limbo de carecer de dotación presupuestaria. Acabáramos.

Y, ¿qué he hecho yo antes de escribir estas líneas? Pues leerme el tocho de la Ley 4/2017, de 27 de junio, de accesibilidad universal de la Región de Murcia y la Ley 51/2003, de 2 de diciembre, de igualdad de oportunidades, no discriminación y accesibilidad universal de las personas con discapacidad (LIONDAU) y dos Reales Decretos posteriores que la modifican, para terminar deprimida, o iracunda. La misma mala leche que me ha subido cuando he leído que en Doñana pagan el triple por las expropiaciones de parcelas que en el Mar Menor. La misma depresión que cuando leo "avisen a los que viven de las miserias del Mar Menor de que tienen que empezar a buscar trabajo" y la reserva de una partida de 100.000 euros del Presupuesto regional para defender España, en boca del vicepresidente de nuestra comunidad autónoma.

Son cosas sumamente desagradables por efectistas, que de lo que tratan es del vil metal. Sí, sí, hay que decirlo, que el dinero es necesario para la accesibilidad, para la restauración medioambiental y para el mantenimiento de las promesas electorales. El problema es que las partidas destinadas para casi todo aquello que sea poner en condiciones de accesibilidad universal algo brillan por su ausencia. Y la herramienta eficaz ante esta situación de discriminación es el golpe de talonario, no nos engañemos. Porque los discursos políticos y la aprobación de leyes con su debate están muy bien para los que viven de la política, ya que se trata de sus votos y permanencia, pero para los que padecemos las consecuencias de sus decisiones es otro cantar. Es entonces cuando la gente se queda atrapada en sus pisos de edificios sin ascensor, en casas, parques, en calles sin rampas de acceso, en un silencio desinformativo que la hace parecer idiota, en una eterna espera de que alguien nos avise de que el semáforo está en verde, en una angustia permanente para llamar al 112 o recibir una cita médica de especialista por una voz que no se oye, en tantas y tantas cosas que están incluidas en la leyes y que han sido utilizadas políticamente para captar votos.

El día 3 de diciembre se reviste cada año de pequeñas historias que son tan grandes como sufridas. Cada año surgen nuevas, como cada año se repiten las reivindicaciones viejas. Igualmente, las leyes aprobadas serán reemplazadas por otras con el nexo común de carecer de dotación presupuestaria. Mientras tanto, los miles de euros de fondos públicos bailan de un lado a otro en acciones partidistas alejadas del servicio público, de las personas comunes y más aún de aquellas con capacidades distintas. Sobre todo la capacidad de no resignarse cuando se ven los plumeros.   

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