MURCIA. Nos ubicamos en el cementerio de La Unión, construido en un lugar peligroso desde el punto de vista de las ramblas y las coladas de material procedentes de los trabajos de extracción de la minería. Situado en un lugar en donde las acometidas de aguas naturales son algo frecuentes, en varias ocasiones el recinto se ha visto afectado por los desastres naturales, llegando en ocasiones a romper los muros perimetrales, dejando ver los cadáveres e, incluso, apareciendo éstos en mitad de la ciudad. Repasemos algunos de estos episodios.
Uno de los más recordados fueron los sucesos de la riada de 1919. Los más ancianos recordaban los hechos acaecidos en el campo de Cartagena, en donde La Unión, la ciudad portuaria y Portmán se vieron desbordados por las inundaciones conocidas como la Riada de San Miguel.
En lo que al cementerio de Nuestra Señora del Rosario se entiende muchísimos vecinos aún recordaran como sus abuelos les hablaban de los destrozos de esta riada, en donde se produjo el desbordamiento de la rambla colindante de la pared este del recinto, rompiendo ésta produjo la destrucción de multitud de fosas, sacando féretros y cadáveres de sus tumbas, que fueron arrastrando por las aguas en largo recorrido llegar a la zona de El Garbanzal y lo que hoy es el Polígono Industrial de Lo Bolarín.
Esta inundación fue especialmente recordada en la familia Pérez, quienes no hacía mucho tiempo habían enterrado a unas de las abuelas. En esta riada se dio la casualidad de que el féretro de esta mujer fue uno de los muchos que apareció en la zona de El Garbanzal, en donde esta familia tenía, además, su vivienda. El susto así como el asombro fue muy grande; algunos de los testigos hablaban de una exclamación que hizo su yerno -Emilio- de la que no podemos más que dar buena cuenta de ella, sin haber podido constatar la veracidad de la misma: "¡Vaya con mi suegra, que ni en el cementerio puede estarse quieta!".
De esta catástrofe el cementerio tardó en recuperarse, pues tenemos testimonios que nos hablan de que aún que entorno a 1930 aún se veían desde el tren de La Esperanza (hoy Feve que conecta Cartagena con el pueblo pesquero de Los Nietos) la paredes rotas del cementerio, ataúdes rotos y restos de cuerpos, lo que llevó a la creación de multitud de leyendas relacionadas con sombras saliendo de sus tumbas y seres fallecidos que volvían a la vida para convertir este mundo en un infierno. La tradición popular se ha encargado de crear estos seres de los que conviene no cruzarse con ellos en mitad de la noche. Alguna de éstas son:
El perro negro. Cuentan los abuelos que en los montes y en las noches oscuras se escuchaba el espeluznante rugir de un animal, que pasaba por las calles y por la plaza del pueblo. Los perros empezaban a ladrar y a aullar con terror. Dicen que sus colmillos eran grandes y afilados, sus ojos eran dos bolas de fuego y las pisadas se escuchaban fuertes. Cuando el perro negro salía degollaba a los otros perros, que al día siguiente amanecían muertos en las calles.
El gritón. Cuando hacían noches oscuras salía a deambular un ser extraño, que vivía en los montes. Era el gritón, llamado asó porque con sus gritos espeluznantes asustaba a cualquier persona que saliera a caminar o a hacer algún recado. Cuentan que cuando pasaban por alguna punta de monte se escuchaba el grito que pasaba como de alguien que venía caminando, pero no se veía nada; la tierra temblaba y todos los animales entraban en silencio absoluto. Las personas que lo escuchaba debían apartarse del camino, meterse para el monte y quedarse absolutamente quietas, sin hacer el más mínimo ruido. También afirman que cuando el grito se escuchaba lejos era porque el gritón venía cerca y cuando se escuchaba cerca venía lejos.
Las comadres o brujas. Denominadas con este apelativo ya que si escuchaban que las llamaban brujas se enojaban y podían hacerles algún hechizo o daño. Algunas noches los hombreas salían a las tabernas y escuchaban que un silbido. Era el silbido de las brujas. Para que nada les sucediese éstos las invitaban a lo que ellas desearan. Del mismo modo se decía que algunas personas que las escuchaban perdían la cabeza y aparecían deambulando a altas horas de la madrugada en mitad de la ciudad o dentro del mismo cementerio, sin recordar ni cómo habían llegado allí ni qué es lo que habían hecho en las últimas horas.
* Santi García es responsable de Rutas Misteriosas y autor del libro 'Murcia, Región Sobrenatural'