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De Tamames a Valcárcel

11/02/2023 - 

CARTAGENA. Decían los existencialistas que estamos condenados a elegir. Y, según Sartre, si nos negásemos incurriríamos en mala fe. Ahora bien, elegir es descartar y, por tanto, autolimitarse. La sucesión de decisiones que vamos adoptando a lo largo de nuestras vidas configuran nuestra biografía. Pero ¿debemos convertirnos en esclavos de las decisiones pasadas? Según Simone de Beauvoir eso solo sería otra manifestación de mala fe. En cada trance hay que actuar moralmente, pero nuestra capacidad de elegir libremente queda intacta tras cada opción. La libertad no se desgasta con su uso y pretender lo contrario es un signo de mala fe.

En esa línea, Tamames es muy libre de aceptar o rechazar la moción de censura contra el presidente Sánchez. Los que, pidiéndole coherencia con su pasada trayectoria, no quieren que la protagonice se erigen en portavoces de la mala fe sartriana y en heraldos de una encubierta forma de esclavitud moral.

"aunque Tamames militó en el Partido Comunista de España, nunca fue comunista"

Los peticionarios argumentan que sería escandaloso que alguien que fue comunista aceptase la invitación de Vox. Yerran: aunque Tamames militó en el Partido Comunista de España (PCE), nunca fue comunista. No apostó por la dictadura del proletariado, ni por la primacía de la Unión Soviética, ni por la estatalización de los medios de producción. Si se afilió al PCE fue para conspirar a favor de la libertad cercenada por el franquismo. Lo ha explicado él, lo ha explicado Sánchez Dragó y, sobre todo, lo explicó Santiago Carrillo en su momento: vosotros no sois comunistas, sino demócratas. Eso les dijo.

Entiendo el drama de Tamames porque, a pequeña escala, he pasado por una situación similar. Pertenecí al pequeño grupo de estudiantes que, desde las filas del PCE, contribuimos a traer la democracia a España sin ser comunistas. Ya me convertí en sospechoso el 8 de marzo de 1968, fecha en la que el radical francés Jean Jacques Servan-Schreiber intentó dar una conferencia en la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense. La casi totalidad de mis compañeros se pronunció a favor de boicotearla, mientras que yo defendí que convenía apoyarla. Después de todo, se suponía que estábamos luchando por las libertades democráticas, entre ellas la de expresión. Pues no. Resultó que ellos estaban luchando por sustituir la dictadura franquista por una de tipo comunista.

Al poco de empezar la conferencia un activista gritó: ¡No al neocapitalismo; sí a la Europa socialista! El agitador se había equivocado: tenía que haber gritado ¡No al neoliberalismo!, pero con la tensión lo sustituyó por el neocapitalismo. No obstante, a partir de ese momento aquel ingeniero, articulista de Le Monde y fundador de L' Express, no pudo continuar hablando.

Si aquel día ganaron mis compañeros, a partir de 1975 ellos perdieron y vencimos los que queríamos una democracia representativa. Como dijo Alfonso Guerra, aunque Franco murió en la cama, la dictadura no murió en la cama, sino que la trasformamos en una democracia. La labor de zapa contra el franquismo ya se había iniciado en 1956, cuando Tamames, Dragó y otros se destaparon como jaraneros y alborotadores. Gracias a la larga serie de rebeliones universitarias que siguió, la transición la perdieron los franquistas irredentos y los verdaderos comunistas.

A pesar de los múltiples datos que abonan la tesis de que figuras como Tamames, y pardillos como yo, no éramos comunistas, deshacer ese equívoco no es sencillo. El propio presidente Valcárcel se confundió al respecto. Al poco de nombrarme consejero de Universidades declaró: ¡Tengo un comunista en mi Gobierno! Bueno, pues no. Lo que tenía era un camisa vieja de la democracia.

Juan Ramón Medina Precioso, Ramón Luis Valcárcel y Pilar Barreiro, en 2006. Foto: EFE

La historia posterior demostró que, en efecto, acaso hubiese algo parecido a un comunista (mejor un podemita) en el Gobierno de Valcárcel, pero no era yo. En cualquier caso, el presidente demostró plena libertad de criterio al nombrarme, una cualidad que lo ayudó a ganar todas las elecciones a las que se presentó. Tanto Sartre como Simone habrían aplaudido su descaro al elegir.  

Cuando quiero convencer a alguien de que nunca fui comunista le enseño mi carta de dimisión. Fechada a finales de 1981, poco después de celebrado el Décimo Congreso del PCE, en sus apretadas líneas ya comentaba todo esto. Y entonces nadie imaginaba que acabaría ocupando el puesto de rector de la Universidad de Sevilla, ni, todavía menos, el de rector de la UPCT.

De hecho, a gentes como Tamames y un servidor no nos sería difícil argüir que seguimos queriendo casi lo mismo que queríamos a finales de los sesenta y en la década de los setenta del siglo XX. Si entonces pedíamos la reconciliación nacional para cicatrizar las heridas de la guerra civil, ahora nos repugna que la llamada ley de memoria democrática las reabra. Si entonces pedíamos una España federal de regiones solidarias, ahora nos rebelamos contra las pretensiones separatistas de disgregar nuestra nación en un archipiélago de inexistentes nacioncitas. Si entonces queríamos un régimen de libertades, ahora nos oponemos a las barreras lingüísticas que fragmentan la unidad del mercado español y dificultan la libre circulación de profesionales de unas regiones a otras. No rechazamos las autonomías, pero pedimos que se refuercen las competencias federales del Gobierno español. 

Queremos una ley de lenguas que concrete la previsión constitucional de que el español es una lengua propia y oficial en todo el territorio de España. Y otra ley que garantice la presencia de la Policía Nacional y la Guardia Civil en todas las regiones. Y normalizar el artículo 155 de la Constitución, aplicándolo cada vez que un Gobierno regional sobrepase sus competencias o las use en detrimento del interés nacional. Y así sucesivamente. En suma, no he ido del comunismo a la derecha, sino de Tamames a Valcárcel. Manteniéndome, o intentándolo, en una delicada combinación de amor a la libertad y conciencia progresista. Tan progresista que prefiero las vidas a los abortos.

JR Medina Precioso

jrmedinaprecioso@gmail.com

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