COMO AYER / OPINIÓN

De Seminario Mayor de Murcia a Escuela de Arte Dramático y Danza

25/01/2024 - 

MURCIA. En mis andanzas lectoras por las cosas que sucedieron en la Murcia del ayer, me encuentro con unos artículos de hace medio siglo en el semanario Hoja del Lunes, que sustituía en ese día a la prensa diaria por descanso del personal, alertando sobre la situación en la que se encontraba el Seminario de San Fulgencio, pared con pared con el Palacio Episcopal, tras su desalojo y cierre cuando los estudiantes se marcharon a Granada a finales de los años 60, con el fin de agruparlos en torno al profesorado especializado y las instalaciones existentes en la ciudad cabeza de la Archidiócesis.

La marcha de los seminaristas levantó cierta polvareda y rumores de todo tipo, lo que llevó al Obispado de Cartagena a emitir un extenso comunicado explicando las razones de la medida. Básicamente, que el Episcopado Español, siguiendo las directrices del Concilio Vaticano II, en sus decretos sobre la formación sacerdotal y sobre el ministerio y vida de los presbíteros, había elaborado un documento para la reorganización de la formación de los futuros sacerdotes.

Dado el "relativo número de aspirantes al sacerdocio", es decir, la considerable reducción del mismo, y a la necesidad de dotar al curso de un nivel adecuado, el Episcopado consideró la oportunidad de "reunir a los seminaristas mayores de cada provincia eclesiástica en torno a una facultad de rango universitario, dotada de profesores especialmente preparados".

"la importancia DE Murcia como capital de un distrito universitario hacía esperar que su Seminario SERÍA UN centro universitario para el curso sacerdotaL"

En esta situación se encontraba la diócesis murciana, que trasladaba sus seminaristas a Granada sin mengua del derecho a mantener su propio centro de formación sacerdotal. Más aún, se afirmaba que "la importancia que Murcia ostenta como capital de un distrito universitario" hacía esperar que en un día su Seminario se transformaría en centro universitario para la realización del curso sacerdotal, al que pudieran acudir no solamente los seminaristas murcianos, sino los de otras diócesis vecinas.

Y aseguraban que aunque no se había tomado determinación alguna respecto al destino del histórico edificio que había albergado el Seminario de San Fulgencio, cualquier destino que se le adjudicara "en nada desdecirá de su glorioso pasado, ni se adoptará ningún acuerdo que pudiera perjudicar al patrimonio espiritual de Murcia".

Dicho lo cual, no obstante, se ponía de manifiesto que el edificio "necesita profundas reformas y mejoras, sea cual fuere su destinación ulterior", y se afirmaba que una reciente inspección había evidenciado "la necesidad de una urgente restauración de parte del mismo", en concreto, la parte anterior, incluida la fachada, que presentaba "grandes hendiduras y grietas y otros graves deterioros que pudieran conducir en su día, de no ponerse remedio, a la ruina".

Ruina que, como suele suceder con los edificios cerrados, se acentuó ante la falta de mantenimiento y de la aludida restauración. Y pasados los años, Murcia se peguntaba qué suerte correría el viejo edificio dieciochesco, y la rumorología apuntaba a las soluciones más peregrinas, como la venta a una empresa constructora o, sencillamente, el derribo y la apertura de una calle que enlazara la Pasarela Miguel Caballero con la plaza de Belluga.

El reportaje al que aludía al principio afirmaba que la operación de venta del edificio no iría adelante "gracias a las presiones de numerosos murcianos, que consideraban una monstruosidad el derribo del inmueble más ligado a la cultura de Murcia, el cual, si algo precisa, no es abandono para precipitar su caída, sino trato cariñoso para subsanar sus posibles fallos y garantizar su permanencia".

Aunque el permiso de derribo hubiera sido concedido a la hipotética constructora compradora, "la construcción en el solar del Seminario hubiera contado con pocas posibilidades de levantar alturas y ser rentable", aparte de que, al parecer, el Ayuntamiento proyectaba, de derribarse el edificio, la apertura de la citada calle, otro proyecto "duramente criticado por muchos prohombres murcianos, que ni siquiera lo consideran acertado desde el punto de vista del tráfico, al que vendría a complicar en el centro de la ciudad".

"en 1982, el Ministerio de Educación dio el visto bueno a la adquisición del inmueble, por el que el Obispado pedía 50 millones de pesetaS"

Una semana después, tenía continuidad el trabajo periodístico con una segunda parte en la que se afirmaba que salvar el Seminario tenía un coste de 8 millones de pesetas, y que el propio Obispado había solicitado la declaración de ruina del edificio al Ayuntamiento, que por su parte, había dado traslado de la misma al Ministerio de Bellas Artes, que guardó un prolongado silencio. Todos afirmaban que deseaban salvar el antiguo inmueble, pero nadie parecía en condiciones de asumir el coste de la reparación.

Una semana más, y desde las páginas de la misma Hoja de Lunes, aportaba la solución que al final fue tenida por buena el escritor, periodista y nazareno Antonio Noguera Lorenzo, al proponer que el vetusto caserón albergara el Conservatorio Provincial de Música y Arte Dramático, para lo que habría que realizar las oportunas gestiones cerca del Ministerio de Educación y Ciencia para que prestase su colaboración.

Yendo más allá, ANYL (como firmaba Noguera sus crónicas) llegaba a plantear que el edificio, por su amplitud, también podría acoger un Grupo Escolar que diera servicio a la zona, y hasta sería capaz para convertirse en sede del Orfeón Fernández Caballero… y alguna cosa más.

La idea tardó en cuajar, pero lo hizo, como todos sabemos y podemos comprobar cuando oímos, a nuestro paso frente al antiguo Seminario Mayor, taconeos y castañuelas que delatan que terminó por convertirse en Escuela de Arte Dramático y Danza. Fue en 1982, ocho años después del relato anterior, cuando el Ministerio de Educación dio el visto bueno a la adquisición del inmueble, por el que el Obispado pedía entonces 50 millones de pesetas. A esa cantidad se sumaría otra, mucho más elevada, cifrada en unos 240 millones, para la adecuación de las instalaciones a sus nuevos usos y reparación de los desperfectos acumulados con el paso de los años.

Para cuando pocos años después regresaron los seminaristas de Granada, el edificio se dedicaba, con aprovechamiento, a otro tipo de enseñanzas, y un valioso legado de nuestro pasado se había salvado para la posteridad.

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