MURCIA. Cuando estamos en vísperas de San Valentín, me pregunto qué le deparará el futuro laboral a Cupido. Está claro que no está muy fino últimamente tirando flechas sin ton ni son. A las pruebas me remito: Piqué cambiando a Shakira por una de veintidós, un Casio y un Twingo; Tamara Falcó con Íñigo desfasando en un festival llamado Burning Man = Hombre en llamas (sobran las palabras) y por último la separación de la mami y Vargas Llosa. Estos últimos han confirmado que no han habido terceras personas. ¡Pues claro! ¿No te jode? ¡Lo que faltaba! No sabría decir qué me provoca más animadversión: si la cara de museo de cera de ella o pensar en la pichula lánguida y flácida de él ¡Qué-gri-mi-ta! No me imagino aquello 'palote' más allá de la erección de una goma de regaliz, aunque tampoco creo que a la Preysler le mane un manantial de almíbar de las piernas a su edad. Vamos, como meter un hilo en el ojo de una aguja… Ya saben. Definitivamente, aquello tuvo que ser tántrico, si no ustedes me dirán de dónde.
Visto lo visto y a estas alturas del siglo XXI, está claro que siempre te va a ir mejor si te encomiendas a un algoritmo digital que a un analógico arquero con los ojos vendados. El método tradicional es más lento e impreciso: vas al garito de moda, un feo te entra, te gastas una pasta en gin-tonics para ver si pillas algo mejor y a las tantas, cuando ya te tirarías al mismísimo López Miras, ni el feo está disponible.
Sin embargo, con el algoritmo mojas. Para eso tienes la versión de pago categoría master platino black supergold premium: para mojar. Y vaya si mojas. Compensa pagar tal y como están las copas. Por lo que te gastas en una noche, tienes derecho a matchear todo el mes. Además, la ves a la luz y te cercioras, que luego de noche todos los gatos son pardos. ¡Y seguro! Ya lo dice la app: citas más seguras con videochat. Seguras segurísimas. Peligro de quedarte preñada por videollamada está claro que no hay, por mucho ¡oh, sí! ¡oh, sí! ¡sigue, sigue que yo te aviso! que haya.
Por último, no puedo dejar pasar la ocasión de hablar de los pezones de la Belarra que a tantos ha enamorado. ¡Menuda novedad! Si no que se lo digan a las señoras de mi urbanización de la playa, que bajan todas las mañanas a la furgoneta del panadero ambulante con sus mamellas libres como el viento bajo sus batas de verano, modernas y liberadas. Claro, que ellas no son ministras. Sinceramente, ¡si yo pudiera! El problema es que el tiempo ya juega en mi contra, pero vamos… con las tetas, el mondongo y el manantial de miel de la Preysler. Que aproveche la ministra que ya llegará a mi edad, y entonces ahí la querré ver.
Gracias por su lectura.