MURCIA. En los últimos días ha vuelto a salir a la luz un proyecto consistente en descubrir varios tramos de la acequia Aljufía, la principal de la zona norte de la ciudad, o margen izquierda del Segura, que corre bajo nuestras calles cumpliendo con su misión secular de llevar el preciado don del agua a las huertas que aún perviven.
De este plan ya se tuvo noticia hace algunos años, a raíz del interesante trabajo de un equipo de investigadores que pudo recorrer bajo tierra casi dos de los cinco kilómetros que discurren entre el Colegio de Jesús-María de la Seda, o Senda de Enmedio, y la avenida del Primero de Mayo.
"queremos que el fluir del agua por las acequias redescubiertas nos alegre la vista y el oído en medio de tanto cemento y asfalto"
En un reportaje publicado entonces, el anterior guarda de la acequia la recordaba al descubierto en la calle de la Olma, a espaldas del convento de las Agustinas. Como yo recuerdo que en lo que era entonces el final de la calle de Enrique Villar (pues no desembocaba aún en la Universidad), junto al Teatro Circo, se podía ver el correr de las aguas.
En estos tiempos en los que volvemos la vista a la naturaleza, a la sostenibilidad ambiental, a la preservación del medio y a todas esas cosas que se agrupan bajo la etiqueta de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, queremos que el fluir del agua por las acequias redescubiertas nos alegre la vista y el oído en medio de tanto cemento y asfalto, de tanto ruido y polución.
Y para ello, debemos ahora destapar lo que durante décadas se trató de ocultar por peligroso, maloliente e indecoroso. El signo de los tiempos.
Encontramos, en este sentido, muy diversas referencias a las actuaciones encaminadas a cubrir o cimbrar las diversas acequias que cruzaban (y cruzan) la ciudad por las molestias e incomodidades que causaban. Véase la que hace alusión, en marzo de 1870, a la subasta para arrancar unos árboles de la plaza llamada aún de la Media Luna (hoy González Conde), en el barrio del Carmen, para componer el cauce de la acequia, que no puede ser otra que la Alharilla, y construir nuevas casas, intervención que incluiría el cubrimiento de la acequia y el arreglo del puente que la cruzaba en punto próximo a la iglesia del Carmen.
También constatamos que un acuerdo municipal de noviembre de 1886 aprobaba el presupuesto necesario para cubrir la acequia de Caravija, que a la altura de aquél rincón por el que yo veía discurrir las aguas de la Aljufía, partía en dirección sur por el lugar que ocupa la callejuela de igual denominación. Tres años más tarde hayamos una autorización a un particular para cubrir la misma conducción "por la parte norte de su casa, sita en el barrio de la Trinidad".
Y en mayo de 1889, nos encontramos con la decisión de "Hacer los muros necesarios y bóvedas de rosca de ladrillo para cubrir la acequia de Condomina en el trayecto que discurre por la calle de la Proclamación", lo que representa otra muestra de que el Carmen era una barriada que crecía y a la que estorbaban los viejos cauces. También en este caso subsiste, muy cerca del sitio donde se realizó el cubrimiento, una calle que lleva uno de los nombres de esa misma acequia, y que nos recuerda que caminamos sobre ella: Almohajar.
Y es que, aunque ahora lo veamos como algo idílico, ese entramado de canales de riego, del tiempo de los musulmanes, o incluso de los romanos, ofrecía buena parte de sus inconvenientes derivados de lo que en ellos se vertía, a falta de buenas redes de saneamiento y de una inexistente depuración.
"Que nadie piense que la vocación de cubrir acequias, por su mal estado y peligrosidad, era cosa SÓLO de hace un siglo"
Tenga en cuenta el lector que las redes de saneamiento surgieron en las ciudades europeas durante el siglo XIX y en respuesta a los problemas sanitarios y epidemiológicos generados por la deficiente evacuación de las aguas fecales. En aquellos momentos, la mayoría de estas ciudades disponían ya de un sistema de cloacas destinadas a la evacuación de las aguas de lluvia y residuales, pero sin conexión a estas de las bajantes de los edificios. Y las aguas residuales se vertían a la calle, la lluvia las arrastraba a las cloacas, y de las cloacas iban a un cauce. En nuestra tierra, un cauce muy a mano eran las acequias, y de las acequias al río, claro.
Pero el problema no procedía sólo de los vertidos domésticos. También la incipiente industria local vertía lo suyo. Y como muestra, dos botones, obtenidos de la sesión municipal del 13 de mayo de 1891, ha hecho hace unos días, por tanto, 130 años.
El Ayuntamiento autorizaba a Francisco Peña a derivar a la acequia Alfande, que cruzaba el actual Paseo de Corvera, las aguas del condensador de la máquina de vapor de su fábrica de fundición, sita al término de la citada vía pública, hasta donde aún puede llegarse el lector curioso a contemplar la bonita fachada de la casa del industrial.
Como puede también, en otro extremo de la ciudad (extremo entonces, claro) contemplar y hasta visitar la que fue morada de Juan López Ferrer, reconvertida en Museo de la Ciudad, a cuyo propietario se le concedió que por una tubería de hierro condujera al val de la lluvia (y de él, inevitablemente, a la acequia Aljufía), las aguas sobrantes de los tintes de su fábrica de tejidos instalada, como la casa en la plaza de las Agustinas.
Que nadie piense, con todo, que la vocación de cubrir acequias, por su mal estado y peligrosidad, era cosa, únicamente, de hace un siglo, porque queda constancia escrita de que cuando se inauguró el parque que se llamó inicialmente del Auditorio, al que popularmente se denomina de Fofó, por la estatua que se alzó en homenaje al popular payaso, se citaba entre sus deficiencias "la no disponibilidad de lugares de juego para pequeños, con excepción del parque infantil, dotado de algunos aparatos, pero situado en las inmediaciones de una pestilente acequia que ahuyenta a las madres y. acompañantes de los niños y, consiguientemente, a éstos. ¿No habría manera de cubrir la acequia citada en el recorrido próximo al parque? El cuidado jardín y el Auditorio ganarían mucho. Y cientos de murcianos que dejan de acudir por los motivos expuestos, se reconciliarían con el parque, cada día más conocido"