CARTAGENA. En la era de las redes sociales, de internet, la inmediatez ha pasado a ser la tónica general en el ser humano. Lo queremos todo y lo queremos ya. Esta frase, lejos de esconder un poso de ambición necesaria para perseguir los objetivos vitales, encierra una incapacidad para tolerar el fracaso, “saber caer”, tal y como afirma uno de los personajes de Joel Dicker en su exitosa novela La verdad sobre el caso Harry Quebert. Un déficit de educación emocional que el actual modelo educativo no ha sido capaz de llenar hasta el momento. Con este objetivo nace el proyecto ‘Educar para ser’, para ser capaz de ayudar a dominar las llamadas “habilidades de autoregulación” desde la educación infantil. ¿Qué es exactamente esto? Se refiere a aspectos como, la memoria operativa, el control inhibitorio, la flexibilidad cognitiva y las habilidades derivadas como la planificación, resiliencia, empatía, compasión o creatividad. Es decir, aprender a ser paciente, a no caer en el derrotismo cuando algo no sale como esperamos, a tener la capacidad de atender tanto una película de dos horas de duración como una clase de lengua de una hora.
“La necesidad de incidir en este tipo de habilidades nace del actual modelo de sociedad. Hoy en día, la caída en la fertilidad, el acceso a tecnología a edades tempranas y el menor tiempo de calidad con los padres afectan a la autorregulación del niño. Sin una ‘tribu’ en casa, no tienen la necesidad de compartir nada, de esperar a tu ‘turno’ para jugar con este juguete, de sacrificarte para ver la serie que quieren tus hermanos… Este tipo de habilidades se ha constatado que son más importantes que el coeficiente intelectual para tener éxito en la edad adulta”, afirma Ildefonso Méndez, investigador principal en ‘Educar para Ser’, proyecto nacido en la Universidad de Murcia. “Algo no estamos haciendo bien para que exista ese nivel de frustración actual”, añade. “Estas habilidades no conigtivas son independientes de la capacidad intelectual. Son fundamentales para poder concentrarse, ignorar distracciones, retener y utilizar nueva información, planificar y revisar planes o inhibir comportamientos impulsivos”, subraya Méndez. “Si no se trabajan este tipo de habilidades, la persona podrá ser lo que comúnmente llamamos como ‘lista’, pero seguramente se frustre en la edad adulta”.
Como recalca Méndez, el proyecto no va exactamente a los contenidos de las distintas asignaturas que puede tener el alumno en la educación primaria, sino que es un complemento fundamental. Los resultados avalan la utilidad: una mejora de al menos el 8% por curso en las habilidades de autorregulación; la mejora en promedio llega a ser del 14% por curso en control inhibitorio y del 10% en memoria operativa. Todo ello se acentúa en alumnos que se sitúan en los puntos extremos: aquellos con un coeficiente intelectual más alto de lo que entendemos por normal o de aquellos que padecen trastornos como el conocido trastorno del espectro autista. “Todos necesitan (necesitamos) mejorar este tipo de habilidades, pero sus beneficios se multiplican en aquellos que se salen de la norma”, señala Méndez. Este tipo de familias en muchas ocasiones se sienten huérfanos de más herramientas por parte del sistema educativo para lograr que su hijo pueda tener una vida plena el día de mañana. “Es importante empezar en edades tempranas, porque cuanto antes se empiece a trabajar más beneficios tendrá el alumno”.
Gracias a unos cuentos, con el personaje de Flama como protagonista, el programa logra inculcarles a los niños conceptos que a través del profesor es más difícil que aprendan. “A esas edades hacen más caso a un personaje que a un adulto. Es, por decirlo de alguna forma, nuestro pequeño caballo de troya”, aclara Méndez. “Esto empezó en Costa Rica, en niños en riesgo de exclusión social. Y, aunque resulte paradójico, los que más tienen son también muchas veces los que más déficit de habilidades autorregulatorias tienen”, afirma Méndez. El programa se encuentra actualmente en lugares tan dispares como Oporto, Costa Rica, Arkansas o Madrid. “En la Región de Murcia vamos a empezar a trabajar con un grupo de colegios gracias a la aportación de la Fundación LaCaixa”, cuenta Méndez.
¿Cómo es posible que la clase política no haya atendido antes este proyecto? “Porque con los cambios en la Consejería se pierde interés. Se intentan hacer cosas distintas a los antecesores en el puesto y los desechan. Creo que desde la clase política no se entiende. Ves que los valoran los maestros, pero cuando se tiene que implantar en el sistema educativo cuesta por este tipo de razones”, razona el investigador principal del proyecto. Un proyecto que va a la raíz del problema que, en muchas ocasiones, deriva en problemas de salud mental de adulto. Educar para, mañana, poder ser una persona plena.