MURCIA. Hace unas semanas le dije la boutade a mi costilla parafraseando a Manuel Azaña: todas las plataformas de televisión, Netflix, HBO, etc… no valen lo que una sola carpeta del archivo de rtve Play. Estábamos viendo el Imprescindibles de Ramón Masats, una verdadera joya, algo por lo que merece la pena tener en casa un aparato televisivo succionándote el cerebro, y pronuncié estas palabras al ver que hay disponibles casi doscientos episodios de este programa. ¿Hasta qué punto estamos alienados que instintivamente vamos corriendo a ver cuáles son las novedades de las plataformas de moda y esto lo dejamos para cuando no sabemos qué hacer?
Esto vale también para los programas antiguos. Los musicales sirven para reír, pero sobre todo para llorar, porque hoy, por el motivo que sea, son un bien escaso, por no decir inexistente: Espacios musicales variopintos ¡con actuaciones enteras! Un ejemplo podría ser Musical Express, con apariciones exclusivas de popes del siglo XX, pero otros espacios, como el Caja de Ritmos de Derribos Arias, Oviformia SCI y Alphaville tenían unas propuestas musicales que no parecían vintage, aunque tengan cuarenta años.
Concretamente, el formato de este programa era un verdadero delirio. El presentador, Carlos Tena, interpretaba a un anciano que hablaba de los años ochenta desde el futuro, iba disfrazado de personaje galáctico y volaba dentro de una esfera. Los grupos actuaban y también tenían libertad para expresarse a su manera entre temas. Aunque todo esté cortado por ese patrón de “espacio musical, guau, cómo se nos va la olla” de otros tiempos, cualquiera que sepa contextualizar la época entiende que eso era una televisión fresca, con pocos corsés y un contenido muy cuidado. Y no solo es que dejasen las canciones enteras, es que ¡salían varias por grupo! Así aprendimos a amar la música. Dudo que algo así pueda ocurrir ofreciendo 10 segundos de cada canción con el objetivo de hacer chistes a su costa, como ocurre hoy.
Aunque no están todos los episodios de estos programas tan emblemáticos, hay algunos históricos. Por ejemplo, cuando en noviembre de 1977 se habla de Sex Pistols “del llamado punk rock”, aunque en el espacio anterior ya habían presentado a The Jam. Del grupo de Johnny Rotten dicen que su famoso hit es “todo un himno gritado de manera distinta de la que los ingleses dicen Viva la Reina”. Lo que sigue es el clip de la canción en el que están sobre un diminuto escenario y Steve Jones tiene un comportamiento descojonante se vea en el 77, el 97 o el 17. No hace falta ser de esa generación para al ver ese vídeo entender la ruptura que había y, sobre todo, para recibirla con una sonrisa, que es de lo que se trataba el punk y la nueva ola, no de esas expresiones tan graves que se pretenden ahora en retrospectiva. Eso no quita que para los que lo vieron en la televisión pública española cuando apareció tuvo que ser un impacto fuera de lo normal, para bien y para mal, porque a la pasión por el naciente género no le faltó también una crítica despiadada, particularmente, de los que se quedaban en fuera de juego.
Se dice que el punk es la primera moda que llegó a España sin retraso. Igual es una afirmación osada, pero sí que es cierto que la libertad recuperada y la aparición del punk y la Nueva Ola tuvieron una comunión icónica e histórica, hasta el punto de que han eclipsado la rica y generosa historia del pop y rock españoles de los 60 y 70.
Este fenómeno fue multifactorial, pero uno de los responsables fue Carlos Tena, del que, no es casualidad, acaba de emitirse también un Imprescindibles. Como periodista, estuvo peleando desde sus inicios por reflejar y difundir la cultura de los jóvenes. Hoy estas palabras suenan anacrónicas y ridículas, pero en esos años “los jóvenes” eran el grupo humano más abundante y también el más sometido e incluso marginado por el hecho de serlo. También eran los jóvenes los que tenían diferentes formas de pensar en un mundo en el que todavía sobrevivían estructuras sociales autoritarias y tradicionales de infausto recuerdo.
El franquismo, en su última etapa, quiso ganarse el favor de la juventud culta, los universitarios, posiblemente, uno de los puntos desde el que recibió más oposición y en el que más pronto aceptó, impotente, su derrota. Para reparar esas heridas, alguien como Carlos Tena pudo tener un programa como Para vosotros los jóvenes, desde el que se prestó atención al ecosistema musical no teledirigido por los designios de la industria musical. Cuando se citan los grupos que apadrinó Tena en esta época, como Burning y Triana, se trata de artistas de una calidad exquisita, con discos como El Patio, Hijos del Agobio, o Noches
de Rock and roll de los de la Elipa. Tenía buen criterio.
En estos tiempos, aunque Tena se enfrentó con la censura y con los directivos del ente, cuenta en el documental su compañero Diego Manrique que supo ver que esa gente tenía mucho poder, pero por poco tiempo, porque todo estaba cambiando. Algo que no hacía falta ser un lince para verlo, pues esos cambios llevan ya años en todo el mundo, pero al igual que pasó en Chile y Argentina, en España siempre existió el miedo a un traumático retroceso.
A partir de ahí, se destaca su carácter histriónico e hiperactivo, su imaginación y mente abierta a la hora de protagonizar formatos televisivos originales y que rompiesen la pauta. Sin embargo, lo que más importancia tiene es su mala relación con las discográficas. Se explica que no podía soportar que la industria le impusiera la agenda del programa con sus lanzamientos, que sus contenidos fuesen los que dictaba el calendario de marketing del departamento de ventas de una empresa.
Hoy cuando le preguntas a un sello, editorial o productora por algo fuera de la agenda de marketing de lanzamiento-promoción no es extraño que te manden a paseo; hoy hay que ponerle la lupa a los medios para, en la sección de cultura, encontrar discursos que no respondan a un lanzamiento comercial. En el audiovisual la derrota es absoluta frente a Silicon Valley. Por no mencionar lo de atreverse a criticar a las vacas sagradas. En el citado episodio en el que abren con Sex Pistols, merece la pena escuchar luego a Manrique explicar las razones por las que consideraba que Love you live de Rolling Stones era un timo y el grupo estaba prácticamente acabado. Sabiendo como sabemos que el siguiente verano iba a salir Some girls, tiene gracia escucharle –o bueno, siendo conscientes de que en 2024 no se han disuelto todavía- pero ahí se ve que había un debate. De hecho, era una discusión recurrente que se puede leer en las revistas de la época, no un impulso iconoclasta. Con la hipercomercialización de todo, incluidos los periodistas, años después se fue abriendo paso más el “sí, bwana” y ante todo complacer a los fans y machacar la idea preconcebida que pueda tener el público general sobre los artistas. Agitar el monigote hasta la extenuación.
También llama la atención que a Tena le hiciera daño el escándalo de las Vulpes. Aparece Loles Vázquez explicando que por vestirse como le daba la gana mucha gente por la calle la llamaba zorra, ese era el origen de su famosa canción. Y para eso está el periodismo musical, para que se puedan aportar estos contextos a la expresión, pero ABC no estuvo por la labor de entender nada y se lanzó al periodismo de combate para obtener réditos ajenos a la noticia. También me he reído en este punto: hoy to-do es así.
Sin embargo, Tena podía ser tan ecléctico como para, en esas fechas, ya haberse hecho cargo de Música Maestro, un espacio sobre música clásica y folclórica con otros registros completamente diferentes. Lo que rechina son los enfrentamientos que tuvo el periodista con Lauren Postigo, presentador de Cantares. Darle al tentetieso de la copla hoy sí que queda extemporáneo. Basta ver los programas de Postigo que hay disponibles en el mismo lugar, rtve Play, con los que tanta sangre hicieron Martes y 13, para comprobar que eran sumamente interesantes desde todos los puntos de vista posibles.
También se comenta la vertiente política del protagonista. Afiliado al PCE y que salió tarifando con Carillo, como tanta gente en 1980 y 81, cuando en algunas plazas el partido perdió un tercio de su militancia por disputas intestinas, más relacionadas con el ordeno y mando del secretario general que con la Transición, aunque hoy gente que no lee le diga lo contrario a gente que no va a leer.
Por lo visto, en una de estas, con lo que quedó fascinado Tena fue con Cuba. Allí fue a vivir una temporada, aunque una frase suya define la experiencia: Cobraba 15 dólares, gastaba 600 en vivir. Parece que se negaba a entender ese contraste. Como fuera, era lo de menos con esa trayectoria. La pregunta es cuánto espacio habría actualmente para un verso libre de esas características, con una visión y entendimiento de la música popular –dio oportunidades en pantalla cuando no eran nada a Ronaldos, Martirio… y muchos que luego llegaron- refractario al poder del dinero y sus componendas y, encima, de talante divertido.