MURCIA. En vacaciones siempre intento aprovechar para quedar con amigos y familiares a los que durante el año me resulta más complicado dedicarles tiempo. Cuando intento desconectar, de lo último que quiero hablar es de "política", pero también es verdad, que, si me ponen el capote, entro como los miuras… muy a mi pesar.
Conversaciones sobre lo que cuesta llenar el depósito de gasolina, la falta de sanitarios en verano, el Mar Menor, los accidentes laborales, el aeropuerto sin aviones, las promesas incumplidas ratificadas con la hemeroteca de Google (que nunca falla), el futuro incierto de nuestros hijos, la previsible recesión de otoño y los titulares y postureos donde el político de turno lanza su "relato" podrían ser más llevaderas a la sombra de un chiringuito y con una cerveza bien fresquita, pero ni con esas resultan menos frustrantes, salvo, que toquen de cerca el bolsillo o la situación laboral, académica o sanitaria de algún familiar cercano y entonces la conversación se torna animada e incluso corre el riesgo de subir de tono.
"Los ciudadanos de esta bendita Región están hartos de los políticos"
Los ciudadanos de esta bendita Región están hartos de los políticos, hastiados incluso del partido al que suelen votar, y la desafección política late tan fuerte que preocupa y mucho. Están los que deciden no votar porque "no sirve para nada" y los que acuden religiosamente el día que se ponen las urnas para votar lo que ellos consideran "menos malo". ¿De verdad no hay esperanza?.
Los 27 años que el Partido Popular lleva gobernando la Región han dado para mucho y han sido tremendamente predecibles. Consiguieron aburrir en las últimas elecciones autonómicas a 367.296 murcianos que se quedaron en casa sin votar. Y no es de extrañar, siguen el mismo modus operandi para conseguir su único objetivo, continuar en el castillo de San Esteban para asegurarse el único modus vivendi que conocen la inmensa mayoría de ellos: el pesebre político sin haber ejercido ningún otro empleo. Hace un tiempo una persona al frente de una importante organización de la Región me decía: "María José, no te canses, trabajan con la calculadora en la mano y saben perfectamente qué colectivos / asociaciones / sectores regar con dinero público para que le salgan los números". Tengo que reconocer que me sorprendió su sinceridad, pero él sabía de lo que hablaba, era uno de los afortunados en el reparto masivo de fondos para que salieran las cuentas.
Y no me olvido del PSOE, cuyo objetivo es idéntico al de su compañero de bipartidismo. Venderse a Bildu, ERC y demás socios nacionalistas y separatistas para agarrarse a la Moncloa y ser el gobierno más caro de la historia de nuestro país, en el momento en que peor lo están pasando las familias, los autónomos y las empresas, constituye un nuevo récord histórico en cuanto al precio pagado por el bipartidismo para mantenerse en el poder. Lo dicho, PP y PSOE, tanto monta, monta tanto. Un bipartidismo infértil y caduco que ha derivado en un bibloquismo que solo produce parálisis, frentismo y bloqueo de las reformas más importantes que demanda nuestro país, dado que no están entre las preferencias de estos políticos, ocupados exclusivamente en mantenerse en el cargo.
La solución al PP no es el PSOE, del mismo modo que la solución a Pedro Sánchez no es Feijóo. Tenemos el derecho y el deber de aspirar a algo mejor. No comparto la tendencia que atisbo en medios de comunicación de querer una vuelta al bipartidismo, al conformismo, a normalizar la decadencia.
Cada voto al bipartidismo es un voto a favor del pasteleo permanente en el reparto de las instituciones del Estado, el Consejo General del Poder Judicial, RTVE, la Agencia EFE, el CIS o la Fiscalía General del Estado.
Cada voto al bipartidismo es un voto a más cesiones a los partidos nacionalistas y separatistas generando una injusta desigualdad entre territorios, entre los que, por cierto, Murcia siempre sale perdiendo, ya gobiernen unos u otros.
Cada voto al bipartidismo es un voto que opaca las administraciones, a favor de la proliferación de chiringuitos donde colocar a sus amiguetes y la conservación de sus agencias de colocación copadas por aquellos que nunca han cotizado a la seguridad social fuera de la política.
Cada voto al bipartidismo supone más frentismo, la imposibilidad de llegar a acuerdos más allá de los intereses de PP y PSOE y una obsesión por agarrarse al poder más allá de la vocación ejemplar de servicio público.
Cada voto al bipartidismo es un voto por el blindaje de la corrupción, contra la racionalización del gasto público, contra la defensa de las libertades individuales, y que provoca una dura competición entre PP y PSOE para ver quién, con más gasto, hace menos.
Cada voto al "biconformismo" es una oportunidad perdida.
"con los liberales en los gobiernos, los partidos como PP y PSOE se ven forzados a trabajar por la ciudadanía y no solo por sí mismos"
Y frente al bipartidismo, Ciudadanos. El único proyecto político donde la libertad, la verdad y la igualdad son principios irrenunciables. El centro liberal y reformista como catalizador para buscar acuerdos de gobernabilidad y pactos transversales únicamente en beneficio del interés general. Un partido capaz de superar la falsa dicotomía de izquierda o derecha, para alcanzar acuerdos políticos o legislativos, con firmeza, valentía y sin complejos.
El voto a Ciudadanos es un voto para despolitizar la justicia, un voto que defiende de verdad a las clases medias y los autónomos, que protege nuestro patrimonio y el medio ambiente, que apuesta por la reducción de la administración y la racionalización del gasto público, que tiene por bandera la defensa de los derechos y libertades individuales sin ambages frente a adoctrinamientos, un voto que quiere devolver la dignidad y la transparencia a las instituciones, que cree en la igualdad de oportunidades de todos sin discriminación por sexo, edad, renta o lugar de procedencia, un voto que no se conforma a quedarse en casa y que tiene vocación de cambio, de aire fresco y de volver a creer que hacer política puede ser útil y se puede hacer de forma coherente. En definitiva, un voto a Ciudadanos es un voto del que no le tiembla el pulso para decir lo que piensa, le pese a quien le pese y está convencido que, con los liberales en los gobiernos, los partidos como PP y PSOE se ven forzados a trabajar por la ciudadanía y no solo por sí mismos.
Y ya, cuando terminarnos esa última cervecita en el chiringuito y apuramos las últimas charlas del verano, declarándonos muy fans de la primera ministra finlandesa Sanna Marin, les pido que no se aferren al conformismo indolente que pretenden contagiarnos los políticos actuales con su falta de fe, que hay esperanza, y que tienen una oportunidad dentro de 9 meses para reivindicar dignamente su propia liberación.
María José Ros Olivo
Coordinadora Autonómica de Ciudadanos en la Región de Murcia