MURCIA. Aunque pasen miles de años y aunque nos separen siglos y siglos de acontecimientos y de evolución humana, existe un hecho que es común para todos nosotros, que es vital para nuestra existencia y que define nuestra propia vida. Ese hecho es que todos hemos sido niños y que todos hemos respondido de la misma manera a las mismas necesidades o disposiciones del entorno en el que hemos vivido. Es sorprendente comprobar como el ser humano responde de la misma forma eternamente (Harris, M, Introducción a la Antropolía, Barcelona, 1999). En el presente artículo podremos corroborar esta afirmación mientras repasamos los juegos más comunes a los que jugaban los niños a principios del imperio romano (siglo I dC).
Comprobaremos, entonces, cómo nuestros hijos o nosotros mismos nos somos tan diferentes de aquel niño que, vestido con túnica recta y cingulum (1), corría por las calzadas, insulas (manzanas) y vías de la antigua Cartagonova y practicaba, juntos con sus amigos, juegos que tal vez os traigan muchísimos recuerdos. Comenzamos el viaje.
Los más pudientes o de clase adinerada imitaban a sus mayores en las labores domésticas o de trabajo manual. Así, podemos documentar en inscripciones, frescos y textos que los niños jugaban a edificar casitas, a guardar las ovejas y cultivar los campos, a "pares o nones", a unir a ratones a un carrito (de uno en uno o de dos en dos), etc. En este último ejemplo lo más lógico para nosotros sería relacionarlo con las carreras de bigas y cuádrigas, pero tal vez lo que estaban imitando eran los trabajos de labranza de la tierra que veían todos los días y que incluso alguno trabajaba en ellos.
Otro juego era el de dibujar en arcilla los objetos y animales a los que se tenían acceso. Así, en las excavaciones arqueológicas de la ciudad de Cartagena (y en muchas otras) -como la Casa de la Fortuna (Plaza Risueño), Calle Saura, Agusteum, Cipres 3-5-7, San Cristóbal Larga 36-34- hemos podido documentar juguetes en arcilla con forma humana, caballos, pájaros, y otros tantos animales... exactamente igual que hacen nuestros niños con arcilla o plastilina hoy en día.
Lo que a los niños más les gustaba eran los insectos (jugar con saltamontes, cigarras, grillos) y con animales como perros, gatos, pájaros, conejos o ratones, entre otros. Era tal el cariño que estos pequeños llegaban a coger a estos animales que los llamaban delicium o deliciae y, cuando el niño moría, en sus lápidas eran representadas estas 'mascotas' para que jueguen con ellos en su otra vida.
Para los niños mayores existían aros, peonzas, yo-yo (carretes) o figuras de terracota articuladas (muñecas y muñecos). También jugaban en grupo a la mosca ciega (nuestra gallinita ciega) y a lanzar, cuanto más lejos mejor, huesecillos de animales o nueces.
Las Tabas era un juego muy conocido en la antigüedad y que ha pervivido hasta nuestros días. Consistía en lanzar pequeños trozos de hueso y cogerlos al vuelo. Conforme más tabas lanzaras y cogieras más posibilidades tenías de ganar.
Pero sin duda el juego que más les gustaba era el de ephedrismos o tratar de golpear con algún objeto otro que se encuentra clavado en el suelo. El perdedor debía llevar al ganador cargado a la espalda y con los ojos tapados a un determinado punto en un determinado tiempo.
El juego de la pelota -no el fútbol, sino una especie de rugby con matices (hadspastum)- también era muy practicado por la chiquillería romana. Formaban equipos de entre 7 y14 jugadores con el objetivo de llevar la pelota al final del campo contrario…. como sea.
En relatos clásicos como Tito Livio o Pausanias podemos comprobar como las bromas también eran muy practicadas por los niños en esta época. Una de las más repetidas era la de pegar una moneda al suelo y reirse de todo áquel que se agachara para intertar recogerla.
Uno de los juegos que no nos aparecen en los relatos y que hemos conocido a través exclusivamente del contexto arqueológico era una especie de 'Simón Dice'. Mediante mensajes en plaquitas de hueso, colocadas boca abajo, cada jugador iba dando la vuelta y realizando la acción que en ella estaba inscrita. Había todo tipo de mensajes, desde correr por una insula un número determinado de vueltas hasta levantar objetos pesados, besar a alguien…..De entre todas las plaquitas (7 cms de alto x 2 cms de ancho) había dos muy especiales: Kalo (Malo) y Nike (Victoria). Quien daba la vuelta a la primera era eliminado, mientras que quién sacaba la segunda ganaba el juego y había que volver a empezar. Ésta última fue hallada en el año 2006 en una excavación arqueológica de urgencia en la calle San Cristóbal Larga 36 de Cartagena.
Estamos seguros que os habréis sentido identificados con algunos de estos juegos y que vuestra niñez se identifica.
(1) Cinturón realizado con cuerdas o tela
*Santi García es responsable de 'Rutas Misteriosas' y autor del libro 'Murcia, Región Sobrenatural'