MURCIA. Leo una petición relacionada con la última ley de Educación, la Ley Celaá. Los autores son profesores en ejercicio e intelectuales con ideas diversas sobre la política, el hombre y la sociedad. A riesgo de ser injusta con los nombres que se omiten, destacaría a Fernando Savater, Gabriel Albiac, Gustavo Bueno, Félix de Azua, Luis Alberto de Cuenca, García de Cortázar, Jon Juaristi o Xavier Pericay.
Son una muestra de la plural intelectualidad de una sana sociedad democrática. Coinciden en señalar que las medidas impulsadas por la Ley Celaá "tienden a empeorar la situación", condenando a los alumnos "al sometimiento moral y a la incompetencia intelectual".
Así de brutal y literal lo dicen. Luego añaden más aspectos igualmente graves y proponen soluciones. Yo les invito a que no me crean: léanlo y, si les parece bien, fírmenlo y difúndanlo. Ahí dejo el enlace:
A mí, en líneas generales, me parece bien. Por eso me parece justo decir: ¡Gracias, por ser valientes! ¡Gracias, intelectuales españoles!
Gracias por el manifiesto contra la Ley Celaá y en defensa de la enseñanza.
Es verdad que lo que denuncian viene de lejos (al menos de la LOGSE del año 90) y, por eso, a algunos nos pilla ya cansados y casi jubilados. Normal, por eso, que oigo decir a algunos: ¡Yo paso!, ¡yo no veo las noticias!, ¡eso no va conmigo! A mí no me afecta, ¡menos mal que mis hijos ya son mayores y a mí no me pilla!
Ahora, que acabamos de pasar como quien dice la Semana Santa, no podemos decir las palabras famosas de Pilatos: "Yo me lavo las manos".
Estamos viviendo unos tiempos transcendentes. Los que ya tenemos una edad y palpamos el peligro inminente de lo que se avecina, tal vez porque nuestra vista está ya en otras cosas o porque tenemos más tiempo, tenemos que dar un paso al frente. En ese sentido es valioso y valiente el manifiesto de los intelectuales del que hablamos.
Aparte de saber qué está pasando, ¿qué se puede hacer?
Si somos padres de alumnos, participar en sus colegios e institutos, exigir desde los Consejos Escolares una formación de calidad donde se prime la excelencia.
A los jóvenes que tengan claro que la igualdad de oportunidades viene dada por una educación de "esfuerzo, mérito y contenido" como dice el manifiesto. Tendrán que reivindicar su parte.
A maestros y profesores, que sufren indudablemente con el fracaso escolar, hacer oír sus voces expertas.
Y hay que evaluarlo todo. Alumnos, profesores, centros, sistema de enseñanza. Pero no para engordar estadísticas sino para saber qué va bien (y premiarlo) y qué va mal (y reforzarlo). Sin miedo o con el mismo temor y claridad con que enfrentamos una evaluación médica.
Es mucho lo que hay en juego. Nos toca implicarnos.
Isabel Carpena
Maestra jubilada y miembro del grupo de Enseñanza de Vox