MURCIA. A la gravedad sanitaria se le suma ahora la urgencia terapéutica. Porque esta crisis nos está dejando unos importantes efectos colaterales en lo emocional.
"no saldremos mejores ni más fuertes como nos decían, sino más tocados"
Llevamos meses recibiendo a puerta gayola las embestidas de esta pandemia que parece que no tiene fin: nuevas oleadas, nuevas cepas, caos en la vacunación… y evidentemente nuestra salud mental acaba dañándose porque nuestro cerebro reptiliano ya lleva demasiados meses en estado de alerta.
De esta pandemia no saldremos mejores ni más fuertes como nos decían, sino más tocados. Porque las consecuencias psicológicas son ya una realidad en las consultas: aumento de divorcios, adicciones, insomnio y ansiedad.
Se palpa en las ciudades, en las calles se respira tristeza, el silencio que dejan, especialmente, los bares cerrados retratan el ánimo de la sociedad. Un ambiente que se refleja en nuestro lenguaje. Las palabras más usadas este año solo evocan desolación. Una narrativa que ya es patrimonio de esta época y que dista mucho de cómo éramos. Porque, aunque olvidamos rápido, la herencia emocional de lo que estamos viviendo nos acompañará.
La covid nos iguala a todos en el desánimo. No distingue de clases sociales, pero sí aumenta la distancia entre las fuerzas económicas, políticas y sociales. Y como ir al psicólogo ya es un must, convendría poner en marcha una terapia grupal para reforzar los lazos colectivos y recuperar la moral e ilusión de la primera fase, perdida ante tanta incertidumbre y fatiga pandémica, para intentar salir lo mejor posible de este momento histórico.
El individualismo extremo de la sociedad postmoderna ha dejado patente sus costuras en esta crisis. Nuestro orden como sociedad, basado en el consumo, prioriza el bien propio al común. La pérdida de la consciencia social sería el fin del estado del bienestar. Y éste es un riesgo que no podemos permitirnos.
Lo acontecido este año ha despertado el compromiso con la sociedad. De hecho, las multinacionales están virando hacía lo social, reforzando sus políticas de RSC y poniendo en marcha distintas acciones de marketing para contribuir en cuestiones como la sostenibilidad o la igualdad. Quieren que las marcas también aporten algo de valor a la sociedad.
Porque hacía donde miremos nos dirigiremos. Y ante la ausencia de un liderazgo político a la altura para conducirnos hacia los tiempos post-normales sería necesaria una serena rebelión cívica, tal y como reclamaba, Antonio Muñoz Molina en Todo lo que era sólido “porque ahora el porvenir de dentro de unos días es una incógnita llena de amenazas y el pasado es un lujo que ya no podemos permitirnos”.
Pero si algo bueno mantenemos de la época pre-covid y es un lujo que sí nos permitimos, es nuestro sentido del humor. Sabemos reírnos de nosotros mismos como nadie. Es nuestra mejor arma para escapar de la tristeza.
Las redes sociales están teniendo una función terapéutica. Nos sirven para descargar nuestra basura mental. Durante este último año, han sido el principal canal para comunicarnos. Se han multiplicado los memes, pero también se ha generado una gran actividad con una importante proliferación de contenido y creatividad. De ahí la aparición de nuevas redes como Clubhouse o la consolidación de otras como Twitch.
Veremos cómo saldremos de ésta y el efecto bou embolat al retomar la vida social, porque tras el encierro parece que la tendencia nos llevará hacia el hedonismo. Hay gente ideando tantos planes que ya superan su esperanza de vida. Quizá estemos en el preludio de nuestros felices años 20. Mucho se está escribiendo sobre el paralelismo con el siglo pasado, hay interesantes similitudes como la llamada gripe española 1918 y cierta revolución tecnológica. Además, en España hubo una gran proliferación de creatividad artística con la aparición de nuestros grandes referentes internacionales del siglo XX, como Dalí y Picasso. También en la literatura con la generación del 27.
No sabemos si nos tocará vivir el frenesí y la eclosión de los años locos de El Gran Gatsby, de momento, ahora, confiemos que pronto podamos aparcar este tiempo de tristeza, como recitaría Cernuda, Donde penas y dichas no sean más que nombres, …, Allá, allá lejos; Donde habite el olvido.