Game Press, editorial especializada en videojuegos, estrena su sello de narrativa One Tank con una historia fascinante en la que conviven avatares digitales y avatares de carne y hueso
MURCIA. Otras vidas nos esperan en el universo de las realidades paralelas que existen tras las pantallas: algún día no existirán las pantallas, podremos prescindir de ellas, pero no de los paraísos alternativos, que habrán ido a más, quién sabe si en la dirección de un lugar al que entraremos, o como un plano nuevo que se alternará con el que ahora conocemos. Un pestañeo: se abre el portal de nuestra finca y subimos las escaleras. Abrimos la puerta, otro pestañeo: el umbral nos conduce a una mansión sin límites. La casa de Asterión. Un entorno sujeto a otras leyes físicas obra de nuestra voluntad. ¿Seguiremos en ese caso llamándole juego? Está a la vuelta de la esquina, y será con toda seguridad mucho más fascinante de lo que intentamos suponer. Porque los contornos de la vida real son tan frágiles que en seguida se convierten en volutas de humo y la figura que contenían se desdibuja hasta no ser nada: no hay tal cosa como una diferencia de autenticidad entre la vida online y la offline. Una y otra son la vida, sin más, y cada vez se imbrican en mayor medida en una tendencia cíborg que en lugar de peligrosos y grotescos engendros biomecánicos, está dando lugar a individuos hiperconectados y pronto enfundados en wearables que nos conectarán todavía más. En el proceso de esta transformación han aparecido paseantes despistados, depredadores indeseables, comunicadores con los dedos afónicos y onanistas profesionales, y también un sinfín de categorías más, tantas como personas con acceso al océano mutante que es internet, el más nuevo territorio de los descubiertos por el ser humano, aún en proceso de expansión big bang corriendo hacia no se sabe dónde con certeza. Hacia donde queramos y podamos.
En el universo de Unlimited Colony las segundas oportunidades brillan por su ausencia: este vastísimo cosmos virtual nacido de la mente y afectos del escritor y periodista Adrián Hernán de Sales, que inaugura One Tank, el nuevo sello de narrativa de la editorial Game Press, hasta ahora centrada en rendir homenaje a la historia del videojuego, comparte naturaleza con aquellos juegos de recreativa endiabladamente complejos a los que los jugadores menos ambiciosos o habilidosos -aunque con ambición se desarrolla la habilidad, al maestro lo hace la práctica- no se solían acercar más que en un par de ocasiones, suficientes para comprobar que su dosis de diversión la obtendrían en otra parte; juegos en los que el crédito consistía en una vida, y recibir un disparo más de la cuenta, un estacazo o estrellarse contra una pared inamovible durante un forzoso avance, suponían un retorno a la casilla de salida irremisible que no había moneda que evitase. Solo quienes poseían alma de estoico y curtido monje shaolín aceptaban el reto y a veces lograban inscribir su nombre en el ranking de los elegidos. Por supuesto, esos juegos siguen existiendo porque esos admirables espíritus masoquistas también lo hacen. El de UnCo es un universo poblado por avatares exploradores del espacio que viajan a lo largo de enormes distancias para visitar planetas construidos a la medida de los gustos de un pantocrátor experto y amante de la cultura pop. Un universo en el que una o uno puede ser un orco galáctico o el diablo de Legend a bordo de una nave retrofuturista, pero en el que la muerte ocurre, y ocurre solo una vez: “Lo peor que podía pasar en el universo de la Colonia sin Límites era morir. Sin segundas oportunidades, sin continuaciones, sin resurrecciones. Aquí la muerte era permanente y perenne y lo único que quedaba de los supervivientes era un montón de cenizas y una lápida en un lugar al azar del cosmos, todo generado automáticamente. La huella quedaba patente y si algún viajero se encontraba con una, podía enviar su ubicación a la tripulación y amigos del fallecido, por si algún día quisieran presentar sus respetos visitando la tumba”. Fascinante.
Juan Domínguez trabaja en el bar de Chou durante el día, que emplea en ganar un sueldo raquítico que le permita seguir transformándose en su avatar de Unlimited Colony al llegar a casa. John Doe es un aguerrido y musculoso soldado que sobrevive en UnCo a las emboscadas de hordas de mutantes y a la amenaza constante de millones de enemigos, y que terminada la jornada, se transforma en su avatar humano de nombre Juan Domínguez. Hablar del huevo o la gallina en realidad no tiene mucho sentido: como decíamos, en este caso tampoco sucede que una existencia sea más auténtica que la otra. La experiencia inmersiva en la que nos introduce Hernán de Sales gracias a su personalísima narrativa hija de la literatura, el cine, el cómic y los videojuegos -no en vano como periodista es especialista en este género del entretenimiento que ya mira de tú a tú al resto de productos culturales tradicionalmente tenidos en mayor consideración- se enriquece con la espectacular edición que ha realizado Game Press, para la que ha contado con las alucinantes ilustraciones del portadista veterano Ángel Luis Sánchez, y de Grandfailure, responsable de las que se alternan con el texto en el interior del libro, que por si fuera poco, ha sido encuadernado con unas tapas tan duras como los bíceps del conquistador sudoroso Doe. El sentido del humor, las referencias a 713avo amor, a Mar Otra Vez y a Corcobado, y un desprejuiciado e inteligente cavernismo freak nos llevan de batalla en batalla -algunas en UnCo, otras en el metro camino de Facultats, en el barrio del Carmen o en Benimaclet- hasta la matanza final definitiva en la que todo o casi todo se decide, pero es que además, y como debería ser obligatorio en este tipo de historias, el autor nos reserva una escena postcréditos que abre las puertas de algo que durante el desarrollo de los acontecimientos de Unlimited Colony se sugiere pero no se llega a explicitar: el advenimiento de una nueva forma de vivir el entretenimiento, o quizás, de vivir en el entretenimiento.