MURCIA. Ya nada es como antes, el mundo va muy mal y vamos a morir todos, pero hemos pasado de ser increíblemente felices por comprar ejemplares antiguos de revistas de rock estadounidenses a veinte euros por ebay, a tener muchas de ellas digitalizadas, con acceso gratuito y buscador por palabra. Una de las últimas en aparecer ha sido Trouser Press. Una revista muy especial. Los primeros números eran un fanzine, siempre estuvieron al margen de la industria y su agenda y tenían puntos de vista muy interesantes y originales sobre el rock. Algo que te puede gustar, encantar incluso, pero donde no tiene por qué haber respuestas vitales.
Este fanzine se puso en marcha para comentar la cartelera de conciertos de Nueva York. Personalmente, mi interés es mayúsculo en su etapa inicial como fanzine. El primer número es de marzo de 1974 y en Nueva York, el 8 de septiembre, se dio en esa ciudad el que para mí es el mejor concierto que jamás haya llegado a mis oídos en un disco pirata. El de Rory Gallagher en My father´s place, titulado Denin & A Strat. Aquí lo tienen entero. Tattoo'd Lady, Cradle Rock, Walk on hot coals o Bullfrog Blues suenan como aviones. Tanto, que poco más había que ofrecer con la etiqueta blues rock después de esas cotas. De hecho, esa es la faceta más relevante de esta publicación. Certificar la muerte del rock que pasó a llamarse clásico y el seguimiento de la aparición del punk, los revival pop y la nueva ola. Un tanto onerosamente, se la ha calificado como "biblia del rock alternativo".
Ira Robbins principal editor de Trouser, en su primer número, ya hablaba de Rory. Empezaba con frases atrevidas, como "sabe más de tocar blues eléctrico que los Allman Brothers -vivos o muertos- todos juntos". Comparaba su propuesta innovadora, pero tradicional al mismo tiempo, con grupos como Groundhogs. Desgraciadamente, tras un número que repasaba todos los conciertos de verano, entre ellos Thin Lizzy y Budgie, a los que calificaba como punk antes de que existiese esa etiqueta con el significado posterior, del de Rory en Roslyn no hubo mención en el número de diciembre y enero. Pero en 1976, una entrevista dio con el tema clave que marcó a este hombre. Solo sabía tocar, no sabía vivir. Eso le condujo a una depresión, tuvo que automedicarse, al final se dañó el hígado y murió en el trasplante. Preguntado por su estajanovismo, "parece que tocas cada noche", le quitó hierro al asunto y negó la mayor. Ya parecía susceptible con ese asunto, contestó: "lo primero es que no toco cada noche, así que no voy a matarme". Básicamente, eso sucedió.
Posteriormente, en la revista aparecieron Patto, un extenso reportaje con el título de "Una tragedia británica". Fue un grupo con potencia para suceder a Free o Led Zeppelin, pero que por diferentes desgracias no llegó a buen puerto. Su guitarrista Ollie Hassal acabó sus días en Madrid, tocando con Radio Futura en directo o de músico de sesión para Hombres G, entre otros, hasta acabar pidiendo en el metro por su adicción.
¿Y por qué tanta atención en grupos y artistas británicos y europeos? Porque inicialmente, la intención de los autores del fanzine era cubrir solo músicos de esta procedencia, así como reportajes de la British Invasion de los 60. Ese era su eslogan America's Only British Rock Magazine. Querían ser la revista británica de Estados Unidos, aunque metiesen ahí a Rory Gallagher, irlandés, o más adelante a U2, llamados ingleses en la portada nada menos.
Esos reportajes sobre los 60 tenían un fundamento personal. Como fans del rock, querían recuperar información sobre los años que no recordaban. Iban a las hemerotecas, conseguían revistas antiguas, todo para recomponer el legado de los 60. Entonces, olvidado. Mucho más que ahora cuatro décadas después. Veían microfilms, la colección de Melody Maker que tenía la Biblioteca Pública de Nueva York y apuntaban en un cuaderno todas las referencias y discografías. Sin embargo, cuando la escena se revolucionó a partir del 76/77, la nostalgia se convirtió en algo, en sus propias palabras, "mohoso".
Hay una entrevista impactante en este aspecto del cambio de los tiempos que se produjo en ese tercer tercio de los 70. Cyril Jordan, número de abril y mayo del 76. Titular: "Soy un punk". En la entrevista repartía palos a todo bicho viviente al contar cómo tuvieron que marcharse de San Francisco por toda la escena hip que surgió y que atentaba su enfoque "no profesional" de tocar rock and roll. Eran un "two-minutes English rock´n´roll band".
No obstante, todos estos eran grupos que las revistas convencionales americanas ignoraban. Se encontraron con el estallido del punk que lo cambió todo, algo que sucedió en Nueva York precisamente, pero ellos estaban mirando para otro lado. No querían ser una revista más obsesionada con su escena local. Luego reconocieron que se equivocaron. No fue hasta 1980 cuando introdujeron una columna titulada America Underground, donde empezaron a entrar los Televisión, Milk 'n' Cookies o John Collins Band.
En los 80, trataron de ser la voz alternativa a la todopoderosa MTV, aunque el papel ya no tenía la fuerza de la televisión y la lucha fue totalmente desigual, aunque se convirtiera en una buena cantera para periodistas musicales. El capital de salida de Trouser fue de la friolera de 60 dólares y llegó a ser un revista profesional, a color y con publicidad. Desde el 82, trajo consigo un flexi. En 1983, publicaron la guía The Trouser Press Guide to New Wave Records. Es un ejemplo parecido al de la española Rock Indiana, que también traía un single y luego en 1997 editó Guía Esencial del Punk y la Nueva Ola, un libro excelente que no ha quedado obsoleto por Internet.
En 2001, en una entrevista, Ira Robbins explicó que tuvieron que dejar de hacer la revista no solo por motivos económicos. Como todo medio realmente independiente, iban con el agua al cuello. Sin embargo, la razón de fondo era que "todo el mundo había cambiado, nuestra audiencia había cambiado". Seguir escribiendo de rock "se convirtió en un deber más que en una emoción" y, sobre todo, "llegaron lectores jóvenes que compartían nuestro entusiasmo, pero no nuestro escepticismo". Porque "un grupo es una mezcla de lo bueno y lo malo, no sabíamos que nadie más pensaba de esa manera".
Una portada de Duran Duran y un artículo que mostraba los defectos del grupo les puso en el ojo del huracán. También tuvieron problemas por criticar a Joan Jett, que luego se convirtió en superventas y ellos titularon a su favor "no hay mejor venganza que vender discos". Pero el sentido crítico con la música pop empezaba a enfilar la cuesta abajo. También, el sentido del humor. Hasta llegar a un punto en el que la subjetividad, que es una gran fuente de diversión, fue sustituida por autos de fe y formas de pensar tribales.
Siempre es más importante una opinión sincera y razonada, aunque no nos guste, que un prietas las filas, pero no todo el mundo piensa así. Y menos ahora. Robbins resumió así los gustos de la revista: "Nos encantaron Cheap Trick, Who, Roy Wood, Sparks, Todd Rundgren y The Clash. Nosotros (yo) odiamos a Bruce Springsteen y a todos los estadounidenses varoniles que gritaban en lugar de cantar (...) Pensamos que Patti Smith podría estar sobrevalorada, y no pudimos asimilar el punk hardcore de Los Ángeles (un fracaso generacional, sin duda)". Puntos de vista que salían del corazón y no buscaban recompensa.
Cuando tuvieron suficiente, buscaron un comprador para la cabecera, y no hubo ninguno. La industria ya estaba tan bien engrasada con los medios que unas páginas independientes no tenían ningún interés comercial.