MURCIA. Hay libros que cuando son leídos ilustran al mismo tiempo que ponen en evidencia lo poco que sabíamos del tema que tratan antes de comenzar a leerlos. Son libros rompehielos mentales, libros devastadores para la ignorancia y los prejuicios, libros que son también auténticas lecciones de humildad: si la voluntad al abrirlos es favorable al conocer, su lectura provoca placer desde el mismo instante en que lo que contienen sale propulsado desde el mismísimo índice como si fuese uno de esos puños con guante de boxeador de las películas que aguardan el momento de darnos en la cara comprimiendo un muelle dentro de una caja. Solo sé que no sé nada y además desconocía lo poco que sé es una buena forma de encajar el impacto que generan obras como la ambiciosa Supernovas: Una historia feminista de la ciencia ficción audiovisual (Errata Naturae, 2019), de la periodista, crítica e investigadora Elisa McCausland, y del crítico de cine Diego Salgado, que ha publicado recientemente Errata Naturae con imagen de portada de Vanesa R. del Rey. Desde su alibrerizaje, Supernovas es ya un texto de referencia: doce capítulos idóneos para demoler falsedades míticas -que suelen servir de excusa a algunos para excluir a las mujeres de listas de autores o de carteles de convenciones y congresos-, así como para leer desde otra perspectiva sagas tan conocidas como Alien o films tan inspirados como Splice.
Desde las primeras utopías hasta las posibilidades del afrofuturismo los autores compilan, interpretan y comparten una ingente cantidad de obras desde las que analizan cómo ha sido la discontinua evolución del feminismo en lo audiovisual -y de fondo también en el papel- a lo largo del tiempo, pero también a lo ancho del espacio, porque esta historia nos habla de décadas al mismo tiempo que cruza las generaciones, sus sensibilidades, movimientos y tendencias con los escenarios por países, latitudes y longitudes. La apuesta es alta, el resultado, ganador. Las más de cuatrocientas cincuenta páginas que constituyen este ensayo robusto abarcan un espectro que tan pronto nos habla de hitos de la ficción de finales del XIX como son “la primera utopía tecnológica feminista, Mizora (1880), de Mary E. Bradley Lane, en la que se abordan la partenogénesis y la eugenesia; Nueva Amazonia (1889), de Elizabeth Burgonye Corbett, sobre un matriarcado del año 2472 que practica la eugenesia y el veganismo; y Sultana’s Dream (1905), de la feminista musulmana Begum Rokeya Sakhawat Hossain”, como sobrevuela la vida, pasión y resurrección de la teniente más célebre del espacio haciéndonos revisitar la leyenda de la Ellen Ripley marca comercial -que responde a los intereses de cada tiempo y coyuntura-, y no solo personaje: “la Ripley de Alien simbolizó a la segunda mujer enunciada por Giles Lipovetsky, que gana posiciones de igualdad a costa de comparar y equiparar sus logros a los del hombre [...] La Ripley de Aliens era en cambio la mujer tradicional, cuya agenda de cuidados adquiría, en un contexto de economía predatoria cierto poder subversivo. Por su parte, la inmolación de Ripley en Alien la hermanaba a las protagonistas de Thelma y Louise (1991), Juana de Arco de Luc Besson (1999), Fóllame (2000) y hasta Matrix Revolutions (2003) [...] Solo la Ripley de Alien: Resurrección alberga por tanto una dimensión de extrañamiento y futuro, en sintonía con las transformaciones que experimenta la comandante Motoko Kusanagi a lo largo de Ghost in the Shell (1995)”.
Epígrafes cómo Muertas, mutantes y compañeras de juegos, Allison y la fantascienza, Salvajismo y monstruosidad, Triángulos de cuatro lados o Inmolación y xenofeminismos, insertos a su vez en capítulos con títulos tan sugerentes como Fantasías de poder y despertares violentos: la ciencia ficción de los años sesenta y setenta, De cíborgs y de monstruos: el audiovisual japonés de ciencia ficción, Milenarismo y virtualidad: la ciencia ficción de entresiglos, o Alterfuturismos: género y ciencia ficción en otras dimensiones de la realidad, proporcionan horas y horas de exploración fascinada. Mención especial, por ejemplo, para el recorrido por la filmografía de Scarlett Johansson, que efectivamente ha estado everywhere: Ghost World y Lost in Translation, pero también La isla, Lucy, Under the Skin y Ghost in the Shell: “La protagonista de Lucy, Scarlett Johansson, ha (des)encarnado a lo largo de sus películas de los últimos años las aspiraciones transhumanistas de la mejor ciencia ficción contemporánea hasta devenir un icono del (no) ser”. No falta a la cita bajo la lupa tampoco el personaje de Gillian Anderson en Expediente X Dana Scully -“Su poder agencial en los casos queda limitado a los datos que aporta como médico forense y como científica a la labor intuitiva de Mulder, quien, en última instancia, siempre tiene razón, siempre sabe de verdad”-, ni la seductora criatura de Species: “Sil es bellísima, rubia y muda, una fantasía masculina inmejorable. Pero de sumisa tiene poco, y es, de hecho, la continua subvaloración del monstruo por sus creadores y sus perseguidores lo que le otorga un margen insólito de maniobra como mantos religiosa que dispone sexualmente de los hombres a su conveniencia [...] un ser sin escrúpulos capaz de asesinar, explotar las inseguridades masculinas”.
Cierra el libro una interesante aproximación al afrofuturismo, que como explican los autores, conviene diferenciar de la ciencia ficción africana, aunque uno y otra estén teniendo a unirse en algún punto próximo en el horizonte; a la ciencia ficción soviética y posteriormente rusa, donde las promesas de libertad a la mujer acabaron en agua de borrajas con la llegada de un estado como el actual, terriblemente machista y misógino, y la invisibilización de unas autoras en su mayoría olvidadas -todo y que el título del libro, Supernovas, coincide con el de la revista Supernova, editada por la académica Larisa Mihaylova-; así como a la contribución china o nórdica al género. En definitiva, esta Historia feminista de la ciencia ficción audiovisual es toda una epopeya, un viaje cósmico hasta los confines de una forma de imaginar y crear en la que las mujeres y el feminismo han dicho y hecho mucho, pese a que sus voces y aportaciones hayan sido engullidas durante demasiado tiempo por el agujero negro de un desdén y un desprecio que todavía extiende sus nauseabundos tentáculos.