MURCIA. Antes de empezar a formar parte del grupo terrorista ETA el sueño de Idoia López Riaño, era trabajar como bombera, para salvar vidas. Alguien le convenció de que podría “salvar más vidas matando” y fue así como empezó dar sus primeros golpes como terrorista, llegando a matar hasta a 23 personas durante los años que estuvo en activo. En los ochenta, además de por sus crímenes, Idoia era muy conocida por su “despampanante belleza” y en los medios se le conocía como La tigresa porque los hombres solían decir que mataba con su cabellera y con su mirada. Su historia ahora revive entre las páginas de Las fieras (publicada por Seix Barral), la última novela de Clara Usón en la que repasa la vida de Idoia y la entrelaza con la de Miren, una adolescente con un padre policía de los Grupos Antiterroristas de Liberación. Las historias de estas dos mujeres se dan la mano dentro de un libro construido desde la realidad y la ficción que deja ver a sus personajes a través de las miradas de los otros.
Para hacerlo, Usón trabaja con una enorme base de documentación sobre la que aplica trazos de ficción, teniendo en cuenta las contradicciones que acompañan a la leyenda de La tigresa a quien rodea de personajes ficticios que el lector pueda conocerla: “Primero me documento con mucho cuidado porque estamos hablando de años de atentados y de víctimas reales, no puedo fabular sobre Idoia de manera libre así que trabajo con una base histórica. El momento en el que trabajo con un personaje real y aprendo a manejar los elementos de la ficción es cuando ya puedo empezar a generar un relato propio”, señala la autora, quien permite ver a Idoia a través de los ojos de Miren dentro de este libro. Esta adolescente sirve como mirilla al lector para contemplar "la España de ETA" desde dentro: “Es una España polarizada con amores mortíferos y abstractos: está el amor a la patria de la policía y de salvar a España de ETA están quienes quieren “protegerla” matando”.
Dentro de Las fieras la figura de Idoia va pareciendo cada vez menos “revolucionaria” entre las páginas y se deja ver como lo que era: una sanguinaria. A pesar de que Idoia se contemplara como una revolucionaria por “el País Vasco y el socialismo” la lectura le lleva a reconocer que no hay nada de liberador en sus asesinatos: “Cuando consiguió llegar a la cúpula de ETA reflexiona -en su diario personal- sobre cómo cree que mata por todas las mujeres, pero al final se da cuenta de que lo hace por ella misma. Se desquicia por el desencanto que le supone no tener verdad porque esto desacredita su propia existencia”, añade Usón, quien de alguna manera hace que esta reflexión se lea a través de su propio personaje: “Para mi el reto de la novela está en hacer ventriloquía con los personajes, quiero contar sus distintas verdades y experiencias y contarlas todas con una visión caleidoscópica”.
Es por ello que Usón traza la historia cabalgando en la realidad y la ficción y empleando distintas voces dentro de esta novela, en la que cada personaje convive con sus propios temores y fantasías. Miren e Idoia se convierten en antagonistas que a su vez tienen algo en común, ser mujeres en un círculo en el que no contempla su mirada. “Yo escribo como mujer y de esta manera cuento la otra experiencia de un mismo escenario. Yo viví la realidad de Miren en la que había mucho machismo y en la que la mujer no tiene capacidad para nada, no se trata de una perspectiva feminista sino de mi mirada de mujer”, señala la autora, quien señala que parecía que en aquel momento ni se plantea que la mujer sea capaz de matar: “El mundo de la violencia es muy macho, creo que no hay nada que nos repugne más que una mujer que sea capaz de matar una mujer es quien da a luz y quien cuida”, señala la autora, quien también destaca la belleza de Idoia como uno de sus principales “activos” que prevalece ante lo demás: “Si se hablara de un hombre terrorista muy guapo que se escapaba para acostarse con mujeres policías y con buenas civiles nos parecería un personaje fascinante muy macho pero esto es una doble moral”.
Finalmente, a través de las miradas de estas dos mujeres que convivieron en País Vasco en los años ochenta, Usón es capaz de generar un relato reflexivo en el que sus protagonistas se descubren ante sus amigos, su familia y ante la sociedad. Dos protagonistas que viven dos perspectivas muy diferentes dentro de una misma historia y que se ven enzarzadas por el duelo y la culpa, que se viven casi de la misma manera entre las páginas de Las fieras. Una historia que repasa de alguna manera las leyendas, que para Usón se componen de “verdades, medias verdades y de fantasías” y que construyen también la historia del país porque “la historia tiene mucho de medias verdades” y también millones de interlocutores.