Durante años los informativos de televisión abrieron con noticias de sucesos, crímenes, asesinatos y robos cometidos por inmigrantes. Era el género televisivo conocido como "señora, en la calle le espera la muerte". Tras 2008, con la llegada de la crisis, los informativos pasaron a tomar el ángulo o enfoque de la recesión para todas sus noticias. Ahora, en una época en que la recreación de crímenes eleva la audiencia d varias cadenas de TDT, que nadie se llame a engaño: eran más sensacionalistas las noticias.
MURCIA. Vean ustedes las plataformas trendy de televisión. Es necesario para tener algo de qué hablar en las barras de los bares cuando vuelvan a abrirlos. Las series, los documentales y el sumun, las docu-series, hoy no solo son un fenómeno audiovisual, sino que resultan imprescindibles para relacionarse. Hace no mucho se exhibían los insondables vericuetos del alma diciendo que te gustaba mucho Coldplay. Hoy, para mostrar una sensibilidad exquisita, hay que encontrar una serie de calidad que hable de nosotros como de alguien culto, inquieto y que mira los atardeceres con el ceño fruncido.
Sin embargo, si queremos conocer el planeta que habitamos, si como espectadores tenemos un interés social y antropológico en el globo terráqueo y su especie animal más ridícula, tenemos que ver los realities, programas como Sálvame o, nuestro objeto de interés hoy, cadenas como DKISS. Ya no es Beatles contra Rolling Stones, ni Los Soprano contra Perdidos, ahora todo va de reformas contra crímenes. Se es de un tipo de programa o del otro o, también, quizá, de los dos. Lo cierto es que el confinamiento ha hecho que peten sus audiencias.
En el momento de escribir estas líneas, en la programación de DKISS destaca Minicasas sobre ruedas. Por mucho que se esfuercen los guionistas que viven en Los Angeles o Nueva York en explicarnos las contradicciones y consecuencias del capitalismo desatado de esta era, nunca jamás, en toda su vida, podrán llegar al nivel de detalle de este programa. Un espacio en el que por norma general aparece una persona que no puede hacer frente a la hipoteca o al alquiler y decide mudarse a una minicasa. Un hogar del tamaño de un kiosco de la calle. Lo bueno que tienen estas es que, al tener ruedas, puedes ver el mundo sin salir de casa en un sentido literal.
El programa convierte un drama como ese en algo cuqui. Consigue que salir de un piso de setenta metros cuadrados y meterse a vivir en un remolque parezca una decisión práctica. Los protagonistas del reality se muestran encantados cuando tienen su minicasa con ruedas acabada. Muchas veces se la enseñan a su familia, a sus padres, que no estaban del todo convencidos, y se ponen todos a llorar porque resulta que el resultado es algo maravilloso. No obstante, muchos de ellos acaban plantando la minicasa en el jardín de la casa de sus padres, de ahí la visita, porque la cruda realidad es que están desahuciados. Ponga bien visible en el salón de casa los lomos de los libros de Piketty, Krugman y Naomi Klein, que en la vida va a saber más de capitalismo occidental que un fan de Minicasas sobre ruedas. Otra de sus delicias es Un asesino en el trabajo. Los programas de crímenes son lo mejor de la televisión. Una temática que no solo ha conquistado el mercado editorial, hasta festivales hay dedicados en exclusiva a la novela negra, también se ha hecho con la oferta de la plataformas de televisión, que dedican más de la mitad de sus contenidos al noble arte del asesinato. El asesino en serie es ya una figura popular del relieve de Don Pimpón.
En España hemos hecho programas muy buenos, como Grupo 2: Homicidios de la televisión aragonesa y desde tiempos inmemoriales los magazines dependen de estos contenidos tanto o más que de los de corazón, pero hay que admitir que este espacio que ha importado DKISS es sofisticado.
Veamos la sinopsis: "A priori el trabajo es un lugar seguro en el que nuestras vidas no tendrían que correr peligro. Aunque en términos generales el buen ambiente es la nota predominante, hay relaciones o situaciones laborales en las que los romances prohibidos, las envidias o las rivalidades son los protagonistas. Un asesino en el trabajo analiza minuciosamente la personalidad, el entorno y los secretos más oscuros de las víctimas y sus asesinos para intentar comprender los motivos que se esconden detrás de estas..."
Cada capítulo empieza con varios mensajes insertos en pantalla. "¿Conoces bien a tus compañeros de trabajo?", "¿Verías las señales?", "El peligro está más cerca de lo que crees" y a continuación te cuentan la historia de una bellísima persona que fue asesinada por un compañero de trabajo o un subordinado. Entre los capítulos que ya se han emitido en España y la segunda temporada en Estados Unidos destaca el perfil de varón que interpreta la cordialidad de una mujer como un compromiso prematrimonial y, luego, ante la negativa de esta a ir más allá, inicia una fase de acoso que culmina con un asesinato. El Ministerio de Igualdad y medios afines puede gastar ríos de tinta alertando sobre estas conductas repugnantes y reprobables, pero difícilmente será más claro que estos 45 minutos.
El programa sabe hacer lo único que tiene que hacer: meter fotos reales. Así eran los famosos programas de crímenes de La Sexta hace diez años. Se contaban asesinatos de toda clase, pero con las fotos reales conseguían ser sobrecogedores. Aquí las escenas del crimen y de las relaciones entre los protagonistas están dramatizadas, pero siempre todo está anclado a la veracidad de que son casos reales. Y ya se sabe que la realidad supera a la ficción porque no tiene por qué esforzarse en parecer real. Resultado: se traga uno los capítulos como si fuesen kikos.
¿Son sensacionalistas estos programas? Lo que no son es otra cosa diferente de lo que anuncian. No vienen en cofre de reflexión filosófica. No son como los informativos de televisión que han explotado hasta la saciedad el género que podríamos denominar como "Señora, en la calle le espera la muerte".
En 2008 llegó la crisis y todos los informativos tomaron ese ángulo para todas sus noticias y sus (escasos) reportajes -normalmente, las piezas elaboradas de los informativos son reportajes aparecidos en el periódico que sí que se ha currado alguien pensando en un enfoque más allá de las notas de prensa-. La sensación que pasó a emanar de la tele y calar a los espectadores hasta los huesos fue la de culpa. El mundo iba mal, había que buscar culpables o, en el caso de sentirse uno así por no irle mal a él, encontrar rápido una coartada, como un libro de Piketty en el salón y una flecha de cuatro metros señalándolo pintada en el tabique en rojo carmín con la leyenda "mire, mire lo que leo, mire cómo me consterna la situación".
Antes de este fenómeno, los informativos tiraban más por otro estado de ánimo. Era el de alarma. Todo va bien, somos ricos, pero tenga cuidado, alguien podría venir y arrebatárselo todo en un instante. Para ser exactos, el coco eran los inmigrantes. No hablo de sensaciones ni de impresiones que tuviera este columnista hace quince años cuando veía la tele. Está estudiado y publicado en revistas académicas.
Cito de un estudio de aparecido en 2005 en Global Media Journal, El tratamiento informativo de la inmigración en la prensa y la televisión española, uno de tantos, que sentenciaba: "las noticias analizadas aluden a acontecimientos negativos desde la perspectiva de los inmigrantes (65.9%)", "el enfoque temático dominante en las noticias es el que asocia inmigración y delincuencia", " las que se enfatizaba la vinculación entre delincuencia e inmigración, eran las que recibían un emplazamiento más privilegiado" y "En cuanto a las imágenes proyectadas de los inmigrantes predominan las de carácter negativo y dramático (mujeres, niños y jóvenes, inmigrantes detenidos, heridos o muertos) y tienen una presencia menor las que ofrecen una visión positiva de la inmigración (trabajando, en situación de ocio, de representantes de asociaciones de inmigrantes)".
Y ese era el periodismo, paladín de la democracia, faro y guía de la opinión pública. Por eso ahora procede decir: Dame DKISS y llámame listo.