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'El sueño europeo: Serbia', un documental que recoge los testimonios de los refugiados torturados en Hungría

Este año concurrió a los Goya un documental que narra la situación de los refugiados en la frontera con la Unión Europea y ahora ya está disponible en plataformas. Subsistían en Serbia en instalaciones industriales abandonadas, y cuando intentaban llegar a Hungría eran torturados, denuncian, por las Fuerzas de Seguridad de este país. En 'El sueño europeo: Serbia' se recogen sus testimonios y las imágenes del estado en el que tuvieron que pernoctar a la intemperie en la capital balcánica antes de ser atacados en la frontera. 

13/10/2020 - 

MURCIA. En 2016 vivía en Belgrado y fui testigo de la llegada de refugiados sirios y de otras muchas nacionalidades. Se instalaron en algunas partes de la ciudad y al poco tiempo formaban parte del paisaje. Todos hacíamos vida normal sabiendo que en determinados lugares había refugiados. No pasó nada. No recuerdo ni protestas ni hostigamiento. Se encontraron dos sociedades que querían lo mismo, llegar a la Unión Europea, aunque por diferentes caminos. Y eran dos sociedades que estaban igualmente pasmadas con todo lo que estaba pasando. 

Fui testigo de cómo la gente dejaba comida y ropa en bolsas colgadas de los semáforos para que las cogieran. Vi cómo vino gente desde Bosnia, país vecino, con coches cargados de ropa, comida y productos de higiene femenina, lo más importante cuando estás a la intemperie, para esta gente. Era gente que había sido refugiada también quince años atrás y al ver esto en la tele sintió la necesidad de acudir en su ayuda. Llegaron personas desde cientos de kilómetros. Todos lo tenían muy presente todavía. Sabían muy bien lo que era no ser nadie y dirigirse hacia la nada huyendo de la muerte. 

De hecho, el primer testimonio que aparece en El sueño europeo: Serbia de Jaime Alekos, que ha competido en los Goya de este año para mejor cortometraje documental, -que muy bien hubiera dado para largo-, es lo mismo que pudimos escuchar en las calles de Belgrado cuando hablábamos con estos visitantes. La guerra destruyó nuestra vida, los talibanes tomaron mi pueblo, mataron a mis hermanos y me querían matar a mí también, me quedé sin casa. En sus móviles conservaban fotografías de los escombros en los que había quedado convertido su lugar de origen y de la travesía en barcas que habían tenido que hacer para llegar de Turquía a Grecia. 


Alguno perdió a su padre en un atentado y se quedó sin nada, por eso tuvo que huir. Estas declaraciones ponen de manifiesto dos cosas, que ese sueño de que todo el mundo querría vivir en Europa no es tal, muchos están forzados por los acontecimientos en contra de su voluntad. El autor tuvo la oportunidad de recoger todos estos testimonios en Serbia porque fue el último país antes de la UE que no cerró las fronteras. Hubo políticos, de hecho, que se personaron en los pasos para en intervenciones un tanto oportunistas exigir el paso de todas estas personas. En el cuello de botella serbio llegaron a quedarse 8.000 personas, el 46% de ellas menores de edad, viajeros a la intemperie sin la compañía de un adulto. 

El quid de la cuestión está en la frontera húngara. Los que la han intentado cruzar de forma irregular recibieron, denuncia el autor, "palizas y torturas sistemáticas antes de  ser devueltos en caliente por la policía". Un testimonio revela que decenas de policías se organizaban para pegarles colocándoles previamente cabeza abajo. Las imágenes captadas por el documental muestran cicatrices y moratones. "Empezaron a jugar al fútbol con mi cuerpo", dice uno de ellos sobre los malos tratos recibidos por las fuerzas de seguridad húngaras. 

Las escenas que aparecen en el documental apelan a lo más elemental de la existencia humana: la higiene. Los refugiados salen lavándose como pueden en naves industriales abandonadas al lado de la confluencia del Sava y el Danubio, donde se concentraron durante meses. Son extremadamente dolorosos los planos de los smartphones. Eran la obsesión de los refugiados. Para hablar con los que habían dejado atrás, para llevar fotos de sus familiares, hijos, bebés... Aunque en los días en que la oleada fue más intensa, eran familias enteras las que estaban desesperadas por un billete de autobús para llegar al frontera. Algunas, con hijos discapacitados a cuestas, como puso de manifiesto en este reportaje que recogió sus palabras frene a la estación de tren y autobuses de Belgrado. 

Lo extremo llega en la frontera de la UE. Hungría en este caso. La policía centró todos sus esfuerzos en que no pasaran de ninguna de las maneras. Sin embargo, ninguno de ellos quería quedarse en Hungría como tampoco quería quedarse en Serbia. De hecho, se hizo viral en la región un vídeo de una mujer en un tren que, en Eslovenia, decía que no quería quedarse en ese país y prefería ir hacia Alemania. Preguntada en la estación el porqué dijo a la cámara: "porque vosotros sois pobres". Sin más. Y se reía. 

Los pobres ricos o ricos pobres de Hungría colocaron altavoces con música disco en la frontera para torturar a los migrantes. Curioso uso del eurodance. Golpeados y torturados, tuvieron que volver a Belgrado. La policía húngara, según cuentan, les perseguía incluso en suelo serbio. Denuncian que iban bebiendo conforme les perseguían. Cuando les decían que venía la policía serbia, revelan, entonces huían. Al final, un lugar seguro, pero hasta donde lo permitía la tarjeta de crédito. Muchos tenían que dormir a la intemperie al lado del río, en las naves desmanteladas de la industria comunista. 

¿Qué le falta a este cortometraje? Que es un cortometraje. Ojalá hubiese indagado lo que supuso también en Serbia la atención que la gente mostró por los desplazados. Los centros de ayuda estuvieron situados en lugares de alto valor inmobiliario y las instalaciones de las ONG fueron barridas por encapuchados. Ese incidente dio lugar a grandes protestas contra el gobierno, que tenía planes especulativos en ese suelo donde la gente se había organizado para atender a los refugiados, pero parece que eso también puso de manifiesto el desinterés europeo por su periferia. La historia duró, como dice el habla popular, dos telediarios. 

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