MURCIA. Olviden a Tom y Jerry, Krazy y Ignatz, o a Rasca y Pica. Háganlo también con Happy Tree House, Silvestre y Piolín o la Pantera Rosa. Desde Italia, sin amor, Massimo Mattioli hizo, en la década de los 80 el cómic definitivo de gato persigue a ratón, Squeak the Mouse. Y es definitivo porque no ha habido unos personaje del mundo del cartoon que tengan tan pocos límites en lo referido a la violencia, el sexo, o cualquier marco moral. El fumetto se lanzó en 1982 y, desde entonces poca paz ha sembrado en su camino. Tampoco lo pretendía. Ahora, y por primera vez en España, Fulgencio Pimentel edita los tres volúmenes que componen la serie.
Squeak the Mouse es un cómic mudo que habla por si solo: un gato y un ratón que se llevan a matar. Lo diferencial es que lo hacen literalmente, sin edulcorantes, sin fuera de campo. El entretenimiento de la serie está en lo extremadamente gráfico que es todo.
En la primera historieta, el ratón va pinchando al gato mientras huye de él, hasta que este se cansa, le arranca la cabeza, y le estampa contra la pared. En la segunda, el gato se va a una fiesta en la que solo piensa en acabar en la cama con alguna chica. Un asesino va matando a casi una decena de personajes al más puro estilo Viernes 13. Luego resucitan como zombis y el gato tiene que ir rematándoles cruelmente. Eso es Squeak the Mouse.
El dibujo no tiene ningún tipo de diálogo. Ni son sugerentes, ni quieren serlo, ni lo que se ve en el dibujo necesita de matización alguna. Las viñetas están encajadas en cuadrados que no se transforman en ningún momento. Tal vez sea porque la inspiración de esta historia fuera la de hacer una parodia desorbitada de los dibujos animados de la época. Las viñetas son en realidad una televisión en papel.
A pesar de la brutalidad del contenido, el trazo y el dibujo cuentan con una precisión admirable: si el gato electrocuta al ratón, se puede ver explícitamente como se va calcinando el cuerpo del animal. Los colores son vivos y chillones, puro Looney Tunes. Mattioli no renuncia ni a divertirse ni dejar de ser comprensible en ningún momento, por mucho que el componente paródico le haga a traspasar cualquier acercamiento a la verosimilitud.
Las historias suelen ir acompañadas de un momento zombi y de otro pornográfico. Mattioli no repara en esconder su cipotudismo y muchas veces intenta divertir haciendo lo más gratuito posible el uso de la violencia y el sexo. No se confundan de estanteria, Squeak the Mouse debe mantenerse alejado del alcance de los niños y niñas. Esa era la intención del autor italiano, la de llevar los dibujos infantiles al terreno adulto. ¿Qué diferencia los públicos? No la esencia, sino los límites morales que autoimponemos a cada generación.
La antología editada reúne tres volúmenes: el primero se centra en el gato matando al ratón y el segundo en el ratón matando al gato. Si bien en España, El Víbora recogió el guante de Mattioli para traer la serie, el tercer volumen es inédito y también es la primera vez que se reúne de manera integral. En Estados Unidos intentaron censurar la serie 1985 por su contenido pornográfico, pero la justicia paró la censura. En todo caso, los personajes de Squake the Mouse han tenido el brillante legado de inspirar al underground gráfico y postularse como una referencia pop, “inspirando” -por ejemplo- a Matt Groening para crear a Rasca y Pica (al lado de la creación de Mattioli, una versión totalmente descafeinada). “¡Sacudidas! ¡Diversión! ¡Vísceras! ¡Hemorragias!” promete el cómic en su portada. “¡Estremecimiento! ¡Risas! ¡Sexo! ¡Gore!”, continua en el interior. La trilogía cumple con creces lo prometido. No hay nada más, solo entretenimiento bruto. Cómic sucio para recordar que la novela gráfica no es la única vía, que jugar con la censura, la moralidad y los formatos naturalmente infantiles también es darle una vuelta a la misión del dibujo.