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TIEMPOS POSTMODERNOS  / OPINIÓN

Después de la pandemia: comercio, robots y productividad

2/03/2021 - 

MURCIA. Desde la última década del siglo XX, el mundo ha experimentado una nueva ola de globalización, considerada por los expertos, como Richard Baldwin -catedrático del Instituto de Estudios Internacionales en Ginebra- la tercera en los últimos 100 años. En sus dos libros más recientes, Baldwin habla de los efectos de la globalización sobre la convergencia en el mundo (así como del aumento de la desigualdad en los países más ricos) y de los cambios derivados de la adopción de procesos productivos con un mayor grado de automatización.

La crisis financiera que comenzó en 2007 y el consiguiente aumento en la incertidumbre que se derivó de ella, afectó ya entonces a la globalización. La actual pandemia no ha hecho sino reforzar y acelerar estos procesos: la des-globalización y la progresiva robotización. De hecho, aunque no tengamos suficientes elementos para discernir el final de la pandemia, mientras tanto se van tomando decisiones que apuntan a cambios muy importantes en la organización de la economía mundial.

El blog Project Syndicate dedica un dossier a los desiguales efectos de la covid-19 sobre la economía mundial, centrándose en la convergencia, la desigualdad y la productividad, entre otros temas. El análisis de Dalia Marin, de la Universidad Técnica de Múnich, trata sobre este último tema. Existe, de hecho, un importante debate sobre si se estaría produciendo un estancamiento en la productividad mundial en los últimos años, que ni siquiera la digitalización y las TIC habrían sido capaces de invertir. Daron Acemoglu y Pascual Restrepo, del MIT y la Universidad de Boston, respectivamente, han trabajado en los últimos años sobre cómo la inteligencia artificial (IA) y la robotización pueden afectar a la productividad. Al igual de Dalia Marin, piensan que es difícil de valorar ahora mismo y que los aumentos de la productividad están por debajo de lo que ésta creció cuando se incorporaron anteriores cambios tecnológicos.  

La tercera ola de globalización (o la “hiper-globalización”) a la que se refería Baldwin ha consistido fundamentalmente en la fragmentación de producción en las denominadas “cadenas globales de valor” (CGV). Con la caída del muro de Berlín y la descomposición de la Unión Soviética, la entrada de China en la Organización Mundial de Comercio (OMC) y la reducción de los costes de transporte (la era de los contenedores), fue posible distribuir la producción de un bien entre varios países, especializándose éstos en tareas dentro de una cadena coordinada por grandes empresas de los países más desarrollados. Este reparto a nivel mundial de las fases o tareas ha llevado a importantes mejoras. Entre 1990 y 2011 este tipo de comercio supuso más del 60% del total. Desde entonces se ha frenado este proceso, tanto debido a la incertidumbre como al aumento del proteccionismo por parte de países como Estados Unidos en la era Trump.

Además de todo ello, las CGV tienen una debilidad inherente a su funcionamiento: pueden romperse cuando uno o varios de los países que forman parte de ella se ven afectados por un acontecimiento o una crisis. El terremoto y tsunami de Fokushima del que el próximo 11 de marzo se cumplirán 10 años, fue una muestra de dicha debilidad. En las cercanías de dicha ciudad hay unas 500 empresas que fabrican diferentes piezas y componentes para Toyota y ello dificultó la producción de varios modelos, fundamentalmente del Prius híbrido, a nivel mundial en las plantas de Toyota por todo el globo, pues era en Japón donde se producían esos componentes de forma exclusiva. Durante la pandemia se pudo comprobar la extensión del problema, especialmente en los primeros meses, cuando fue China la que tuvo que paralizar una parte de su producción por las medidas de confinamiento.

El éxito de las CGV durante los últimos años se debió, fundamentalmente, a que había importantes márgenes de aumento de la productividad en los países emergentes o en desarrollo, como Vietnam o Filipinas. A su vez, ello ha permitido que estas economías mejoren en términos de renta per capita y empleo. Sin embargo, a pesar de lo moderado de los costes de transporte, la Covid19 ha cambiado el modo de organizarse de muchas empresas de los países más avanzados, empezando por Estados Unidos y Alemania. En primer lugar, se están concentrando (aunque ya lo hacían antes) en las CGV regionales: Méjico y Canadá en el caso de EEUU, la Unión Europea en el de Alemania, donde la distancia es menor y también la incertidumbre. El segundo proceso que se está dando es la robotización. Hace tan sólo un par de años, el elevado coste de las inversiones necesarias para aumentar la automatización de los procesos había mantenido la estrategia basada en el comercio. Hoy, en cambio, la balanza se inclina hacia la robotización.

En un mundo donde la competencia es global, probablemente es la mejor opción para que las empresas europeas y, entre ellas, las españolas, puedan mantener sus cuotas de mercado. Recordemos que muchas de estas empresas ya no producen en Europa, sino que mantienen aquí la parte más especializada de la cadena (diseño, logística o investigación, entre otras). La vuelta a Europa de parte de la producción en plantas robotizadas no significa necesariamente que vaya a reducirse el empleo en nuestro continente. Lo que sí que puede ocurrir es que nuestros trabajadores carezcan de la formación necesaria para aprovechar ese cambio. El Fondo Europeo de Recuperación conlleva importantes inversiones en digitalización, pero hay que preparar buenos proyectos y hacerlas posible. Vuelve estar en nuestra mano aprovecharlo.

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