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solamente por pensar / OPINIÓN

¿Derechos… laborales?

12/08/2021 - 

MURCIA. Desde hace unos meses me he propuesto comenzar a adquirir ropa elaborada en condiciones laborales dignas. Yo no soy lo que se dice un fanático de la moda, así que razoné que sería un gesto adecuado dejar de comprar las prendas de vestir fabricadas en Bangladesh y apostar por la moda sostenible a la hora de envolverme para salir a la calle.

No me malinterpretéis, no tengo nada contra los países del sudeste asiático, pero he leído suficientes artículos sobre abusos infantiles y condiciones de trabajo infrahumanas como para recelar de todo lo que salga de la zona. Por el mismo motivo, no necesito vestir solo con marcas españolas. De hecho, no podría importarme menos, pues lo único que pido son derechos laborales básicos vengan de donde vengan.

Y es que cada vez que expongo mis requisitos éticos reaccionan con el mismo bufido, el discurso de 'entiendo tu postura, pero no me pidas que haga nada más que eso' y la actitud de 'puede seguir circulando, caballero'. Desde el comercio más pequeño a la superficie más extensa.

De hecho, todos son muy amables al comunicarme que no pueden cumplir mis exigencias en cuestión de derechos laborales, aunque aún no he encontrado a nadie que se plantee ni un poquito modificar su producción. Es que no dudan ni un ápice.

"resulta más sencillo conseguir que alguien te confeccione la ropa desde cero que encontrar una tienda donde vendan algo hecho por trabajadores, que no esclavos"

Es más, algunos incluso me animan. "Ojalá más gente pensara como tú", me dicen mientras rememoran los tiempos en los que España todavía producía telas "hasta que las multinacionales deslocalizaron la fabricación y se acabó todo". Eso sí, no pidamos que esta postura vaya acompañada de una oferta de ropa acorde con mis intereses, lo que me deja con el premio de consolación del objetivo razonable.

Como consumidor respeto que no todo el mundo actúe como yo, resulta mucho más caro y he visto trámites burocráticos más atractivos que intentar encontrar la aguja de la moda sostenible en el pajar de la explotación. No obstante, debo reconocer que aún me sorprende la escasez de comercios lo suficientemente concienciados como para ofrecerme nada de lo que busco.

Por suerte, dos personas de mi entorno están estudiando diseño y no tendré que aprender a coser yo mismo para asegurarme de vestir prendas con una fabricación digna. Sin embargo, no negaré que aún me cae una lagrima cada vez que me acuerdo de que muchas veces resulta más sencillo conseguir que alguien te confeccione la ropa desde cero que encontrar una tienda donde vendan algo hecho por trabajadores, que no esclavos.

Para evitar concluir con la negatividad con la que he escrito el resto del artículo voy a añadir que no todo está perdido. Efectivamente, resulta descorazonador pasear por mercadillos en los que cada camiseta implica una decepción, pero aún quedan tiendas no demasiado lejos de nuestras casas que apuestan por la sostenibilidad como modelo de negocio. Así pues, ellas y no otras serán las que se queden con mi dinero.

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