MURCIA. Cuando llegas nueva a un lugar lo mínimo es presentarse. Hola, me llamo Joana y tengo sangre murciana. Si recorro los escasos kilómetros que hay desde Alicante a Mula oiré que me llaman Juani o Juana, como mi abuela de Bullas.
Recuerdo los fines de semana desde mi infancia hasta la ‘madurez’ montada en un coche diciendo adiós a mis amigas para reencontrarme con otras.
Ahora que tanto echamos de menos salir, esos viajes me recuerdan lo sencillo que era sentirse como en casa.
"Ahora que nos vencen las prisas, tomar aire y echar la vista atrás puede ser más sabio que un tutorial de tres minutos"
Nunca me consideré alicantina ni murciana. En la adolescencia, donde el mundo es nuestro enemigo, recuerdo mi ceño fruncido al dirigirme a tierras murcianas. Al igual que mis pucheros que trataba de disimular porque me había enamorado aquel sábado y debía despedirme de mi amado muleño.
Que la vida cambia en una décima de segundo lo sabemos todos. Pero que nuestra rutina iba a sentir que le habían dado la vuelta no. Maldita pandemia.
Acostumbrarse a los ‘no’, a comprender que todo no es posible ‘ya’ y ‘ahora’ , es sano. Así lo aprendí, así me lo enseñaron. Cuando deseaba ver a una amiga o a ese primer amor de la adolescencia, sabía que tendría que esperar siete días.
No había un móvil para inyectar velocidad a los sentimientos y borrar la espera, la paciencia y la recompensa inmaterial. Ahora que nos vencen las prisas, y la ropa, la comida, las experiencias tienen que ser para mañana, tomar aire y echar la vista atrás puede ser más sabio que un tutorial de tres minutos.
Por eso vuelvo a viajar cerrando los ojos. Y veo en fotografías: el castillo de Mula, un berrinche por no querer ir a misa, carcajadas junto a mis primos, miedo porque me acabo de perder por las calles en Semana Santa, carreras por la huerta, conversaciones absurdas: "Allí se dice tarta y no tortada. Allí se dice goma y no elástico".
Oír que yo hablaba fino fue mi lema. Si fuera un producto, el eslogan sería: Joana, la del acento fino.
Desde hace años nos venden como novedad técnicas para ir más despacio, saborear los instantes…, pero ya las conocíamos, al menos una generación las tuvo. Sólo había que recorrer una pequeña distancia y sin ninguna aplicación en el móvil, meditábamos y éramos conscientes de la importancia del momento al tomar un helado por El Paseo.
Quiero pensar que todos tenemos un lugar donde sentimos y vivimos plenamente.
Con la pandemia no he pisado Murcia desde hace tiempo, y a ese tiempo hay que sumarle más porque lo íbamos dejando; como siempre hace el ser humano que se cree inmortal.
Esta soy yo, una alicantina que se gana la vida tecleando y cuya carta de presentación es: quiero volver al lugar donde todos conocen mi nombre.
Joana Sánchez González
Publicista-redactora y escritora