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Cuando Velvet Underground no interesaba a la prensa y solo les seguían adolescentes para gritar ¡heroína!

El dibujante Prosperi Buri ha retratado en una densa novela gráfica los primeros años de Velvet Underground, el grupo que formó Lou Reed cuando dejó de recibir electroshock en un manicomio por homosexual. Aunque en esta etapa grabó discos ahora inmortales, entonces la prensa les ignoró, apenas ganaban con los conciertos y solo interesaban a chavales desmadrados. El autor ha sabido mostrar con un humor sutil y elegante todo el mundo de egos y arribistas que rodea al rock y sus leyendas, a menudo descubiertas a destiempo por los periodistas.

12/07/2021 - 

MURCIA. Apple TV+ ha anunciado el estreno de un documental sobre Velvet Underground de la mano de Todd Haynes, autor de desiguales películas con trasfondo musical como I´not there o Velvet Goldmine. En este caso será su primer documental, contará con John Cale, Maureen Tucker y la pareja de Lou Reed hasta su muerte, Laurie Anderson. No cabe duda de que Velvet Underground son el grupo más especial de todos los salidos de la explosión de los 60. Mientras otros se limitaban a esconder en ansias de paz y libertad sus conductas hedonistas y depredadoras, el grupo apadrinado por Andy Warhol se lanzaba de cabeza a chapotear en el fango de los márgenes de la sociedad donde más duele: en lo relativo al sexo y las drogas.

Concretamente, su canción Heroin fue en parte responsable del aura mística que adquirió esta sustancia en las dos siguientes décadas, lo que tuvo nefastas consecuencias. Hay quien cree que a la revolución hippie los poderes fácticos la neutralizaron distribuyendo heroína, pero meses antes del verano del amor Velvet lanzó ese single en el que ya se contaba de que iba la vaina, una adicción que ya llevaba décadas en las calles. En lo referente al sexo, ciertamente, nunca como ahora su gusto por las entonces desviaciones sexuales, el masoquismo y la prostitución han tenido una sociedad más atenta y comprensiva a estas cuestiones. Artística y conceptualmente, estaban muy avanzados.

Este documental podría darles un penúltimo vuelo, pero su legado no lo necesita. Está totalmente asumido que fueron unos adelantados que sentaron las bases de lo que luego se vino a llamar música alternativa y tres décadas después fue también mainstream. Lo que sí es curioso es que este verano también haya aparecido un cómic sobre ellos. Ha tenido que ser en Francia, en Dargaud, pero está disponible en inglés en Europe Comics. Una novela gráfica que no es el mero testimonio de hitos biográficos, indaga en la psicología de los protagonistas y pone en perspectiva la escena del sagrado rock, movimiento no exento precisamente de cantamañanas.

La novela gráfica se inicia con los chicos tocando en un bar para turistas, algo que indigna a un ilustre visitante al que han convencido para que vaya a verlos. Es Andy Warhol, quien tras unos minutos y unas pocas canciones, queda prendado de la androginia, la puesta en escena y lo guapo que es el cantante. Hay algo que le encanta, no se parecen a los Beach Boys.

Luego, en un flashback que explica cómo se ha producido ese encuentro, tenemos a Lou Reed huyendo del domicilio familiar harto de que le den electroshock para lo que su madre llama sus "tendencias". Esa noche, poniéndose rayas de tres en tres en un bar, le presentan a un galés que ha acudido a Nueva York para tocar música concreta. Ahí, poniéndose tibios, tras hablar con el relamido británico sobre John Cage, Bach, La Monte Young, Ornette Coleman y los Beatles, ambos están de acuerdo en que quieren hacer rock, pero distinto. La conversación termina a lo grande, metiéndose heroína de Harlem. Es el inicio de una gran amistad.

Los diálogos que se reproducen mientras ambos dan forma teórica a lo que quieren hacer en el futuro son muy interesantes. Mientras hoy es muy habitual encontrar que los rockeros pata negra siguen e insisten una y otra vez en expresiones derivativas del rock asentado y trillado durante décadas, ellos, en plena era dorada del género, se empeñan en hacer algo que no exista. Lógicamente, en plena obsesión heroinómana, todas las letras al principio se les iban al mismo tema.

Sus primeros conciertos los dieron ante intelectuales degenerados y estudiantes de cine que no le prestaban ninguna atención a lo que había sobre el escenario, una especie de música folk oscura con letras escatológicas. Es en esas fechas con las ideas aún confusas sobre lo que quieren hacer, su percusionista, Angus MacLise, trajo un libro sobre sadomasoquismo y de ahí salió el nombre del grupo y el concepto que querían evocar.

Cuando Al Aronowitz (Dylan, Rolling Stones, Beatles...) se ofreció a ser su manager, ya habían logrado que los Yardbirds hicieran una versión de Waiting for my man, y se produjo un cisma en el grupo. MacLise se quejó de que eso era sucumbir ante el capitalismo y que a él le habían prometido que el grupo sería revolucionario. Lo peor es que les ofrecían tocar en un colegio mayor, en la universidad, que según dice, es el mayor centro de alienación y reprogramación de la juventud. No discutieron mucho más. Salió del grupo y los demás se quedaron alucinados de haber tenido consigo a un izquierdista o un hippie, lo que no iba con ellos en absoluto. Su sustituto fue Maureen Tucker. No es fácil encontrar grupos que tuvieran en la batería a una mujer por aquel entonces.

El show, sin embargo, no convenció a Aronowitz, que desconcertado les envió al aludido café para turistas donde, paradójicamente, les estaba esperando el hombre que lanzó su carrera. En Factory, el cómic sigue con la incorporación que marcó la imagen inicial del grupo y se ha convertido en un icono, la entrada de Nico. Las resistencias a que se sume las vence Lou con un sugerido encuentro en la cama con ella. Sin embargo, su acento alemán no encajaba en absoluto con lo que querían hacer.

La puesta en escena era toda cosa de Warhol, de hecho, es a él a quien prestan atención los críticos en los primeros conciertos. Es gracioso que las icónicas gafas que llevaban todos los del grupo se debieran a que las luces estroboscópicas que había colocado el artista les dejaban ciegos. Por otra parte, la idea de grabar un disco salió adelante porque así Warhol podía hacer una portada. Hoy todo el mundo recuerda ese dichoso plátano.

Es muy divertido en la grabación cómo rompe a llorar Nico. Se supone que Warhol le había prometido ser famosa y resulta que le había puesto a cantar con un grupo cuyas letras solo iban de sexo y drogas. Por otro lado, les consiguieron un concierto en Los Angeles y para Cale fue un drama. En California solo se escucha música basura, opina, como el pesado de Zappa, subraya (posteriormente, en Verve Records tuvieron miedo a sacar el disco de Velvet Underground porque iba a eclipsar al pedante bigotudo). Cuando llegaron a la Costa Oeste, se empezaron a reír de los hippies nada más bajar del autobús, les parecían payasos. Ellos que van todos de negro encuerados y con sus gafas, otro rollo. Lo bonito es el guiño que se marca Buri cuando dibuja a Mr Natural, el personaje de Robert Crumb, por ahí danzando.

Todo salió mal con el famoso primer disco. Ni se vendió en ninguna parte ni sonó por la radio. El grupo tuvo que ir a su odiado LA de nuevo y grabar un segundo disco en dos días. Buri cuenta que los niveles de sonido estaban siempre pasados en el rojo, pero que al productor le interesaban más las groupies que la mesa de mezclas. Ante semejante resultado, Warhol salió huyendo del proyecto, aunque les hizo una última portada (casi toda negra, con el tatuaje de un amiguete motero en gris).

Sin embargo, la única forma de obtener dividendos es en los directos. Girar por el país para gritar "¡heroína!" delante de adolescentes solo les daba para tener algo de calderilla, aunque hay un joven que les seguía bolo tras bolo, era Jonathan Richman. Incluso después de Loaded, su tercer álbum, no tuvieron repercusión en la radio o en la televisión. Del grupo ya se habían caído varios miembros originales y los nuevos no tenían ni de lejos el espíritu transgresor de los primeros. Los sustitutos se creían que estaban en The Who y sobreactuaban o querían triunfar como los Beatles y eran unos presumidos. Harto, Lou Reed dejó el grupo y se volvió a vivir a casa de sus padres. Cuando salió Loaded, así acaba el cómic, en la radio empezaron a sonar sus canciones.

Buri se ha centrado en solo esta pequeña fase, que cubre toda la historia del grupo, la primera etapa de la carrera musical de Reed. Sin él, Velvet Underground siguió adelante y lanzó un disco más, Squeeze, despreciado por crítica y público. Es, de hecho, muy malo. Hasta 2012 no apareció en cedé. Lo mejor de este cómic es que trata toda esta leyenda con humor. No puede ser de otra forma a estas alturas, se trata de unos años en los que Lou Reed sacó adelante una de las vanguardias artísticas más importantes de su tiempo y los que estaban por llegar, pero supuso un absoluto fracaso comercial. Quizá por eso le ha sido tan difícil a Haynes encontrar imágenes para su documental, porque fueron considerados una patraña de drogadictos y borrachos más incluso que los propios Stooges, que fueron el capítulo 2 de esta bella historia del rock and roll. Pese a todo, Buri podría haber caído en la idolatría, en el enfoque legendario de toda esta historia, pero lo que plasma con elegancia y sutileza es lo ridículo y arribista que es todo el entorno del rock and roll, por muchos momentos inigualables y sublimes de cuatro minutos que haya dejado para la posteridad.

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